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Resultados de la PDT

Los resultados son predecibles, ya que si respondemos algunas preguntas sobre cada postulante ya tendremos una aproximación muy cercana al resultado de la prueba: dónde vive, dónde estudió, promedio de notas, nivel educacional de los padres. Desde otra perspectiva, los resultados de la PDT sirven, en realidad, como sistema de selección a no más de ocho universidades.

La publicación de los resultados de la Prueba de Transición (PDT), que en realidad pretende ser un instrumento de selección a las universidades, no nos mostró algo muy distinto a otros períodos. Para analizar los resultados, se requiere entender su sentido y su relevancia a nivel nacional. 

En cada publicación de resultados muchos se sienten “consternados” por lo que está viendo, respecto a brechas entre grupos de estudiantes, y cuestionan la Prueba por dicha situación. Esto ha ocurrido prácticamente desde que se estableció un examen nacional, con resultados estandarizados, con la Prueba de Aptitud Académica (PAA), allá por los años setenta, y fue su primer gran cuestionamiento 

¿Qué evidencian los puntajes? No faltará quien diga que los puntajes de este proceso fueron mejores/peores que los del proceso anterior, evidenciando sus ganas de opinar y también su profunda ignorancia, pues los resultados de las pruebas se expresan cada año en una escala de puntajes denominada estándar –con máximo de 850 y mínimo 110 – que lo que busca es comparar los resultados de los postulantes que rindieron una prueba y “ordenarlos” de acuerdo con su rendimiento. De esta forma, lo que evidencian los 850 puntos es que el estudiante obtuvo, en su grupo de referencia, la mayor cantidad de respuestas correctas. 

Por diseño, la media de resultados es de 500 puntos. Estadísticamente, por el alto número de participantes, una curva normal (o campana de Gauss) es una muy buena aproximación a los resultados; además, las características de quienes rinden la Prueba hacen que se cumpla que el grueso de los estudiantes se sitúe en el entorno de los 500 puntos. Los puntajes reflejan una situación repetida año a año, y se pueden definir como mediocres.

La mediocridad de los resultados se aprecia al observar que para obtener 500 puntos en la Prueba de Matemática basta haber respondido 17 o 18 preguntas correctas, del total de 60 que contiene el examen. Las alertas que se encienden sobre la calidad precaria de la educación escolar no parecen permear al sistema político y, peor aún, muchas veces se plantea elevar el gasto en educación con foco en las universidades. Los problemas más graves están más atrás, mucho más atrás que en los egresados de educación media.

Sobre la selectividad reducida podemos ver que, conforme a las últimas estadísticas sistematizadas de manera oficial por el DEMRE, algo menos del 3% de los inscritos a nivel nacional obtendrá más de 700 puntos promedio en el examen de selección. De ese reducido grupo, sólo el 20% provendrá del mundo escolar administrado por el Estado. En todo caso, donde hayan estudiado, no escatimemos felicitaciones, tanto a ellos como a quienes los estimularon; preocupémonos de que el país les brinde las oportunidades que se merecen, no vaya a ser cosa que perdamos el aporte que esos jóvenes pueden hacer a nuestra sociedad.

La discusión acerca de mayores contenidos curriculares o medición de habilidades ya ha sido hecha antes, especialmente para el cambio de la PAA por la Prueba de Selección Universitaria (PSU). Esta nueva prueba se focalizó en los Contenidos Mínimos Obligatorios (CMO), alineados al nuevo Marco Curricular de la Enseñanza Media. La PDT se planteó mientras tanto se defina un instrumento más “adecuado”, con contenidos menos extensos que la PSU, con un enfoque más de capacidades que solo conocimientos. Ahora se anuncia la PAES, con un enfoque orientado a evaluar competencias antes que conocimientos. ¿Será una especie de avance en círculos?
 

¿Qué muestra la realidad? La discusión al nivel político siempre ha servido para bajar la presión, evadiendo el problema de fondo: la desigualdad existente en el origen socioeconómico y en la calidad de la educación que tienen distintos grupos de estudiantes al salir del sistema escolar. 

Los resultados son predecibles, ya que si respondemos algunas preguntas sobre cada postulante ya tendremos una aproximación muy cercana al resultado de la prueba: dónde vive, dónde estudió, promedio de notas, nivel educacional de los padres. Desde otra perspectiva, los resultados de la PDT sirven, en realidad, como sistema de selección a no más de ocho universidades (y no en todas sus carreras), las cuales van desde elevada selectividad a selectividad moderada, obviamente estas son las que educan a la elite socioeconómica de nuestro país. Para el resto de las más de cincuenta universidades en Chile, la selectividad es muy reducida, excepto en carreras como Medicina, con alta demanda. Las posibilidades de ingreso a un conjunto de universidades estatales y privadas, de calidad semejante, se encuentran abiertas a la gran mayoría de los estudiantes que obtengan sobre 450 puntos. 

Respecto a la nueva prueba que se iniciará el 2023, Prueba de Acceso a la Educación Superior, se plantea que se evaluarán las competencias necesarias para el éxito en la educación superior, lo que generaría mayores oportunidades de acceso a quienes la rindan. La PAES tendrá como objetivo evaluar competencias, es decir, tanto el ‘saber’ como el ‘saber hacer’. De todas formas, en la Prueba de Matemática se considerará el curríoculum hasta II medio, o hasta IV medio, dependiendo de la carrera. Otra modificación es el cambio de la actual escala de resultados (que va de 150 a 850 puntos) y se reemplazará por una que irá entre los 100 (mínimo referencial) y los 1.000 (máximo referencial) puntos. Pensamos que lo más probable es que este instrumento mejore las oportunidades de admisión, pero no en forma sustancial.  

Esos antecedentes, comprobables y verificables, deben complementarse con el principio que siempre tiene un beneficio social neto de bajar barreras innecesarias para mejorar la equidad. Si eso es correcto, parece evidente que se analiza poco y se asignan recursos insuficientes a los temas vinculados al currículo, es decir, a cómo las universidades se hacen cargo de estudiantes con carencias evidentes, con un ciclo previo muy mal aprovechado, y los convierten en los profesionales que el país necesita. También abre interrogantes sobre acortar la duración de las carreras, sin acciones al menos sobre la educación media. 

Así de fácil, así de difícil, si analizamos los temas tratados, encontraremos los elementos necesarios de ser abordados en materia educacional en nuestro país. No es posible tener pruebas de selección que resuelvan los problemas previos a ella; por supuesto, es necesario que ese mecanismo considere la realidad, pero no le pidamos que intente modificar lo que ya pasó.  

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