El ascensor se abre en el único departamento de un piso 10, en el barrio El Golf, y lo primero que aparece es un corredor negro, profundo, teatral. En las paredes cuelgan fotografías firmadas por Helmut Newton, Mario Testino, Richard Avedon, Annie Leibovitz y chilenos como Luis Poirot y Paz Errázuriz. Kate Moss está más de una vez: encima de la chimenea de mármol del living, junto al pintor Lucian Freud retratados por Leibovitz; y dos veces más en su amplio escritorio, así como también los Rolling Stones, Benicio del Toro con Brad Pitt, Marilyn Monroe, Natalie Portman, Bob Dylan y Nicanor Parra. Todas con firma y año. Las ha comprado a lo largo de su vida en distintos viajes y galerías, en remates; lo que lo convierte, quizás, en uno de los principales coleccionistas de fotografías de autor del país.
El departamento, de gran calidez, comodidad y belleza, entre cuadros, muebles antiguos y modernos y pilas de libros de arte y cultura, muchos en inglés, parece una extensión natural de su curiosidad. Andrés Benítez Pereira, ingeniero comercial, con una larga trayectoria en medios de comunicación, vive aquí junto a su mujer desde hace dieciséis años, Magdalena Bernstein, los tres hijos de ella y la hija que tienen en común. Tiene dos matrimonios, cinco hijos, cuatro nietos y un refugio que parece el resumen perfecto de su cabeza: inquieta, variada, obsesiva y llena de intereses diferentes que conviven. La última de sus reinvenciones: Money Talks, el podcast de conversación sobre ideas y negocios, hoy se está convirtiendo también en revista. Porque, a los 65, está reinventando su forma de contar historias.
—Partamos por el principio: ¿Money Talks es tu manera de hacer la revista que siempre quisiste dirigir?
“Sí. Siempre quise hacer una revista. Me decía: cuando me jubile, voy a hacer una revista. Pero se acabaron. Y en parte las cerré yo. Una parte no menor de las revistas las cerré yo, entre ellas una muy recordada que se llamaba Paula”.
No fue un capricho sino una simple ecuación de negocio: perdían plata. La gente se informaba por redes sociales y por internet; los avisadores se movían al mundo digital. Las revistas que dependían de la circulación masiva, en kioscos, y del avisaje tradicional, se fueron quedando sin aire.
“En Chile ya no hay revistas, prácticamente”, dice. “Quedan las de nicho, que son un lujo, como Velvet o la de ustedes, pero ya nadie pretende vivir de la circulación. Son estructuras más livianas”.
Al principio, la idea del podcast le llegó por el lado comercial: formato barato, atractivo para marcas, flexible en un momento en que el consumo de audio y videos explotaba. Pero Benítez quiso algo más que salir a conversar sin pauta: decidió que Money Talks sería un medio, con frecuencia y disciplina.
“Está lleno de podcasts que aparecen y desaparecen. Yo dije: esto va en serio. Y si es en serio, va a ser todos los días”, explica.
—¿Tú sabías lo que era un podcast?
“Alguien me dijo: haz un podcast. Y pregunté: ya, ¿y qué es un podcast? Vengo de otra generación”.
—Cumpliste 65. ¿Cómo se vive esta etapa?
“Es una edad rara. Uno se siente bien, pero empieza a mirar hacia adelante y ve los 70. Estoy más viejo. Te das cuenta —tienes la sensación— de que estás en la última etapa de tu vida. Pero a la vez, y me impresiona, a los 65 estoy haciendo algo ligado a la tecnología y las tendencias, y eso me tiene muy contento por, entre comillas, haberme reinventado”.
—Estás emprendiendo.
“Estoy emprendiendo, ¿no es cierto?”.
Benítez no viene del mundo del podcast ni de la cultura del start-up. Su biografía está llena de cargos formales: editor de Economía y Negocios de El Mercurio, director de LUN, rector de la Universidad Adolfo Ibáñez durante casi dos décadas, gerente general de Copesa, el grupo dueño de La Tercera. Un tipo que, por currículum, calzaba poco con el formato de los podcasts.
“Además de participar en una agencia de publicidad hoy hago esto que me tiene feliz, porque no es cualquier pega: conozco gente interesante, me llaman jóvenes que quieren ser entrevistados por un viejo como yo. Hablo con artistas, con empresarios, con escritores. Con Bernardo Matte, sobre las empresas; con Leonidas Montes, sobre Adam Smith; con Sebastián Errázuriz, sobre arte. Yo creo que la peor etapa de la vida es cuando uno no tiene nada que hacer”.
Y añade: “Esta es una reflexión personal. Siempre pensé: ¿Qué hago con todos los temas y cosas que me interesan? Soy un gran lector de prensa extranjera, de revistas. Siempre sé de todo. Pero decía, ¿qué hago ahora? Y ahora sé qué hacer: todo ese interés lo vierto en las entrevistas que hago. La edad me pilla en un momento súper creativo”.
—¿Pensaste en jubilar?
“No. Pero no quiero terminar como Don Francisco, a los 90 años haciendo lo mismo (ríe). Es una etapa, y el plazo me lo va a dar la vida”.
El hombre, la marca y la libertad emocional
Benítez dice que lo han retado porque trabaja solo. Y efectivamente la producción del programa la hace solo. Él se comunica con sus entrevistados, coordina su agenda, elige los videos de distintos temas de ocio o negocios que van al principio del programa, hace los guiones. No tiene productor. Lo que sí tiene es el estudio de televisión del diario La Tercera y el equipo técnico y de redes sociales detrás, que es clave. “Pero yo llamo al empresario, al artista, a la modelo”, reafirma. Trabaja mucho.
Cuando viaja una semana tiene que dejar cinco capítulos grabados. Es decir, esa semana graba diez capítulos diferentes.
—¿Te importa cuánta gente te ve?
“En el mundo digital uno se confunde tratando de replicar la lógica masiva de la televisión. Para mí no es cuánta gente me ve, sino quién me ve. No es cliché. Cuando entrevisto a alguien y me dice ‘me llamaron todos’, eso es lo que importa: lo llamaron todos los que a él o a ella le importan. No todo Chile, obviamente. Aunque siempre está ese miedo: ¿quién va a ver esto?”.
El nombre le llegó mirando Netflix. Estaba viendo Drive to Survive, la serie de Fórmula 1, cuando vio que un capítulo se titulaba Money Talks. Le gustó. Más tarde se enteró de que también era el nombre de un newsletter de The Economist.
“Ahí dije: ya, se llamará Money Talks”.
—¿No es confuso entrevistar escritoras o artistas en un programa que se llama así?
“Sí, hoy el nombre confunde un poco. Pero la marca se ha impuesto. Cuando llamo a una escritora o una influencer a veces me dicen “no hablemos de números”, y no hay problema. La idea es hablar de lo que hacen, y no se trata de forzarle el lado, pero la pintura también es un negocio”.
En la práctica, Money Talks se convirtió en un programa de conversación donde cabe desde un presidente de un grupo empresarial hasta una influencer de Instagram, pasando por exploradores, cocineros, directoras de museos, artistas visuales, economistas, escritoras y modelos.
“Me he dado cuenta (o me parece a mí) que la gente está cansada de las noticias, del bombardeo constante, pero no de conversar ni de escuchar buenas historias, ¿te fijas? Ese es el éxito de los podcasts y también de algunas revistas. La información está en todas partes, pero las conversaciones no están en todas partes. Son únicas. Algunas gustan, otras no”.
Hoy, después de casi 400 capítulos (“estoy agotado”, dice), a mediados de diciembre se publicará la primera revista Money Talks en papel. La idea de esta primera edición es destacar a 100 personas influyentes que han pasado por el podcast en sus diferentes mundos.
“Queremos sacar cuatro al año con distintos temas, pero siempre en base a las entrevistas y los temas del programa”, dice.
—¿De dónde sacas tanta gente para entrevistar?
“La respuesta es más o menos simple. En Chile hay mucha gente interesante. Lo que pasa es que muchas son voces desconocidas. Mi mayor descubrimiento ha sido ese: hay demasiada gente que tiene una buena historia”.
—Te han criticado por invitar modelos e influencers. ¿Por qué las entrevistas?
“Porque son interesantes. La Valentina Hites, la Gabriela Fuentes o la Catalina Izcue representan un nicho de personas que han sabido captar audiencia en redes sociales. Me interesa entender cómo lo hacen, cuál es la estrategia, qué hay detrás. Hoy ya no son modelos: son influencers, mujeres grandes. La Valentina Hites viaja por todo el mundo y sabe mucho del mundo de la moda. Y el mercado de la moda es gigantesco. Yo no tengo ningún prejuicio con eso. O sea… este un programa que se mueve con mucha libertad. Pero bueno, siempre me han criticado”.
—¿Te interesan por su mundo o por su lógica de negocios?
“Por ambas cosas. Me interesa su historia y cómo se posicionan. Hay una idea equivocada de que hablar de moda es frívolo. Mira, te voy a decir una cosa, nunca he hecho un tema internacional que no haya estado en las páginas del New York Times o del Wall Street Journal. La Met Gala ha estado ocho veces en la portada del New York Times. Es el evento con más auspiciadores del mundo. ¿Por qué no hablar de eso? O de la Fórmula 1. O del polo de Palermo. Money Talks es un programa de pauta irreverente: porque me parece interesante, porque quiero explorar, porque es divertido. Yo por supuesto que hice un programa de la Met Gala, que a todo esto, vieron muchos chilenos por la televisión”.
—A lo largo de tu carrera te han criticado bastante por tu “frivolidad”.
“Siempre. He discutido mucho sobre este tema. Me han dicho tanto que soy frívolo… pero pienso que lo frívolo es tratar mal un tema. No hay frivolidad alguna en hablar de deporte o de moda o de lujo. Lo que es frívolo es hacer un mal artículo, una mala reflexión política. Me parece frívola la gente que habla de política sin saber. La frivolidad es no saber, pero no tiene que ver con los temas en sí mismos”.
—¿Quiénes han sido tus entrevistados más potentes?
“En el mundo de los negocios, Pancho Pérez (Francisco Pérez Mackenna, gerente general de Quiñenco) me parece por lejos uno de los tipos más interesantes que he entrevistado: por lo que ha hecho de las empresas y porque es muy culto, algo bastante difícil en Chile, diría yo. Me encanta Rafael Gumucio, encuentro que su último libro El Vértigo de Eros es una genialidad. Es Roberto Matta en Nueva York y a mí me gusta Matta y me gusta Nueva York. Rafa lo hace súper bien. También entrevisté a Glenn Lowry, director del MoMA, un tipo extraordinario y muy amable. Yo afuera grabo con el teléfono y dos micrófonos. Nada más. Solo. El director del MoMA, un hombre de 70 años que se estaba jubilando, no lo podía creer cuando vio el celular… Igual me dio un poco de pudor. Pero terminó ayudándome a mover la mesa, a poner el atril… Y al final me dice, ¿Puedo ver lo que grabaste? Y miró la grabación. Después llamó al director de comunicaciones del MOMA y le dijo: Saca a todos los gallos de comunicaciones y cómprate un teléfono. Basta con esto.
—Con tantas entrevistas acumuladas, ¿cuándo aparece la idea de volver al papel?
“Cuando ya llevaba cerca de 300 entrevistas. Ahí pensé: esto da para algo más. Y ahí reaparece la revista. Es lo más loco del mundo: me dijeron haz un podcast en vez de una revista… y el podcast me llevó a hacer una revista”.
—¿Qué será exactamente la revista de Money Talks?
“Esta primera edición es un ranking de cien personas influyentes en sus mundos. Influencers, Pancho Pérez, Bernardo Matte, la artista Carolina Meza, Carolina Bezanilla (de los papeles murales), el director del Municipal Paolo Bortolameolli, Pablo Echeverría, presidente de Moneda… Todos mezclados”.
—¿Influyentes en qué sentido?
“En el sentido más bonito de la palabra. La influencia se gana, no se hereda ni se compra. Uno puede comprar poder, pero no influencia. La idea es que la gente conozca quién es Delfina Fantini, profesora de Diseño Regenerativo en el Departamento de Moda de la Royal College of Art en Reino Unido; quién es Matías Arteaga, del restorán Toni Lautaro; quiénes son las hermanas Mekis, quienes sí influyen en su mundo, tanto como lo hace Rafael Gumucio en el suyo. Agustín Guilisasti, quien tiene un negocio con veinte mil bicicletas en Londres. Personas que influyen en los lugares donde están. Y, como son conversaciones, no pasan de moda”.
El silencio de los grandes empresarios
Cuando se sale del mundo del contenido y se mete en el país, Andrés Benítez baja un poco el volumen, pero no el diagnóstico. “Yo creo que este es un país en emergencia”, dice. “No solo por la violencia, sino porque no va para ninguna parte. Estamos estancados”.
Le impresiona la paradoja: mientras Chile acumula atributos —cobre, litio, viento, paisaje, capital humano— parece, almismo tiempo, decidido a desperdiciarlos. “No somos un país perdido en medio de la nada, sin recursos. Al revés: somos una joya. Y, sin embargo, nos estamos autodestruyendo sin necesidad. Muy parecido a lo que hicieron los argentinos”, advierte.
Los extremos, en su lectura, no son la salida. “La solución nunca es un gobierno de extrema derecha ni uno de extrema izquierda”, insiste. Ve con preocupación la posibilidad de que en Chile se termine abriendo espacio a fenómenos tipo Parisi. “Si se cumple lo que dice Sebastián Edwards, esta es la última oportunidad, porque después viene Parisi, y eso sería el final. Nadie cree que Chile pueda caer ahí… pero los países se van deteriorando y caen en cosas absurdas, ¿no es cierto? Parisi es peor que Trump”.
—¿Te gusta Milei?
“Sí. No me gusta la forma, pero me gusta lo que está haciendo. Argentina estaba desesperada. Es un tipo inteligente, tiene un buen equipo, sabe. Es excéntrico, pero argentino al fin”.
En tiempos en que Chile se siente estancado y polarizado, con tensiones políticas y económicas que no ceden, los grandes empresarios optan por callar. Andrés Benítez busca lo contrario: que cuenten quiénes son, qué piensan y qué es lo que ven venir. Porque, cree, el silencio también tiene costos. En este sentido, los super ricos chilenos le han faltado en su programa
—¿A quién te gustaría entrevistar?
“Me encantaría entrevistar a grandes empresarios, como Andrónico Luksic, esos que nunca han dado una entrevista por la siguiente razón, y te lo voy a decir claramente: pienso que en Chile existe más comunismo y más resentimiento del que debería haber y por eso los grandes no hablan, se esconden, no cuentan su historia. En Estados Unidos —y este es un argumento por el cual he convencido a gente a hablar— o se escribe un libro sobre los súper ricos o los escriben ellos mismos ¿no es cierto? Pero cuentan su historia. Ellos mismos son los grandes divulgadores de lo que están haciendo y, por lo tanto, uno entiende que detrás de esa riqueza hay un enorme esfuerzo, que hay talento. En Chile, como nadie habla, ¿qué se cree? O que lo heredaron o que se lo robaron o que es por pitutos”.
Y añade: “El otro día entrevisté a uno de los fundadores de Barros & Errázuriz, José Tomás Errázuriz. Le dije: cuéntame tu historia. Claro, ellos no empezaron en un garage, como Steve Jobs, pero sí lo hicieron en un sucucho, en una oficina prestada, y hoy tienen uno de los estudios jurídicos más grandes de Chile. Entonces así se empieza a entender lo que hay detrás. Lo que ha habido detrás de muchas historias de éxito”.
Claramente, por ahora, su plan es seguir conversando. Seguir mezclando mundos. Seguir demostrando que todavía hay espacio para algo tan antiguo y simple como sentarse a escuchar a alguien. Porque a veces, para comunicar, basta con eso. Un buen encuadre, un par de micrófonos, y alguien que tenga algo que decir. A Benítez, al menos, le ha resultado.