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5 de Mayo de 2022

Ernesto Ottone: “En Chile ya no hay inteligencia”

El sociólogo y estratega político durante la presidencia de Ricardo Lagos comenta las dificultades de un gobierno –el de Boric– que convirtió a la calle en una fuerza política, que criticó todo lo hecho en democracia y que consideró cualquier protesta expresión de las víctimas. “Y a eso súmale que estamos en tiempos en que el cogotero y el robo de gallinas ya no existen, sino poderosas bandas criminales”. De eso y de cómo ve el destino del texto constitucional en desarrollo, nos comenta aquí. 

Por
Ernesto Ottone
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–Santiago había alcanzado un nivel de fealdad grata y Valparaíso tenía una belleza pobretona muy acogedora. Hoy Santiago se ha ido transformando y presenta una estampa similar a las de las ciudades del vecindario andino, llenas de comercio ambulante, de mugre en el suelo, de inseguridad y desorden. 

-¿Quizás ese sea para muchos un estilo bonito, real, multicultural…?
-Seguro, porque esos piensan con una mirada muy triste. Como con un solo ojo. Piensan que el triunfo de la sociedad civil sobre el Estado es ese tipo de calle. Ciertamente, no está agradable la ciudad, porque es un espejo de cómo Chile viene decayendo fuerte desde antes del 19 de octubre del 2019. Ya antes crecía poco, no había inversión. El país había avanzado enormemente en términos de disminución de la pobreza. Habíamos caído a un 8,7 y hoy estamos de nuevo en algo más de 14, lo que es poco en relación al resto de América Latina, pero ese no es consuelo. Argentina, que tiene una medición mucho más laxa que la nuestra, está en un 40 por ciento de pobreza y si te vas para arriba la situación es igual o peor. Sólo Uruguay se ha mantenido bajando sus índices de pobreza y anda por un 5.4 por ciento. Nosotros nos estamos yendo para arriba de nuevo, lo que se ahondará con la inflación. Es bien lamentable lo que está pasando. 

Hablamos con Ernesto Ottone (73), doctor en ciencias políticas, ex asesor presidencial de Ricardo Lagos, de quien es muy amigo, autor prolífero: a fines del año pasado lanzó dos libros, “El viejo puerto” (obviamente sobre Valparaíso, su tierra natal), que es la continuación del ejercicio de memoria que comenzó con “El Segundo Piso” (desde allí aconsejó estratégicamente a Lagos) y “El Viaje Rojo”, donde repasa con ironía sus 16 años en el Partido Comunista como “revolucionario profesional”. 

También en 2021 presentó “La democracia en la neblina”, que tiene como bajada “un extravío peligroso”, frase que resulta bien premonitoria del actual estado de cosas en lo político, tan brumoso y asfixiante. Desde hace años descreído de asuntos ideológicos, con la agudeza gratamente filuda, sigue siendo “un polvorita solapado que se apaga con la misma velocidad con que se enciende”, tal como nos dijo hace muchos años, cuando nos confesó que era “bradicárdico, lo que significa que el corazón me late lento, tengo la presión baja. Un conjunto de cosas que la gente cree son virtudes de carácter y que son simple consecuencia de que el corazón me late lento. Así es que cuando todos están trenzados en discusiones muy encendidas, yo tiendo a enfriarme”. 
 

-¿A quién culpas de la inflación, Ernesto?
-Qué terrible tema. Hace muchos años que los chilenos no sabían qué era la inflación y sus efectos. Ahora los verán; ya los estamos viendo. Hay factores externos e internos: la enrevesada situación en Europa, con Rusia invadiendo a Ucrania; la crisis de alimentos básicos que cruza desde Estados Unidos a China, porque de esto no se libra nadie. América Latina es un desastre; desde 2013 viene cayendo económicamente. Y el impacto de los retiros dentro. Veo difícil que el proceso inflacionario pare. 

-Compadezco a Mario Marcel. Es bien duro en lo que se metió, estando tan bien y reconocido en el Banco central. 
-Juajuajua –se ríe lento con la observación. 

Y responde: –Es grandecito; él sabía en lo que se metía. Es además una persona muy seria, con un espíritu de Estado muy fuerte, que asumió un tremendo desafío, y eso es bueno. Va a ayudar en la medida que lo dejen, que el pequeño grupo duro de asesores políticos de Boric, lo dejen hacer. Ya ha tenido buenas iniciativas. 
 

-¿Crees que fue buena la iniciativa de presentar una alternativa de retiro al quinto retiro?  
-Pero en ese caso pasó lo mejor que podía pasar: no se aprobó ni lo uno ni lo otro. Claro, la alternativa que él propuso era menos mala que el quinto retiro, mucho más sensata. Igual iba a tener efectos inflacionarios, menos que el quinto retiro, sin duda, pero permitía al menos salvar los muebles. Lo bueno es que no se aprobó ninguna.  
 

-Muchos echan de menos la palabra inversión, que es lo único que contribuye al crecimiento. ¿Te pasa eso a ti?  
-Mira, yo soy prudente todavía en señalar los problemas. Quizás esté pecando de un exceso de prudencia, dado que son muchos los errores del gobierno en muy poco tiempo. Pero creo que aún es prematuro señalar cuál es el perfil que tendrá el gobierno. Acá la duda es si a la hora de gobernar, el presidente va a ser el Boric de la primera o el de la segunda vuelta, y en qué dirección va a caminar su equipo. Lo bueno para Chile es que fuera el Boric de la segunda vuelta el que se imponga, que es donde está el mayor sentido de Estado. Hasta ahora si uno escucha los discursos y declaraciones de Boric no son agresivos, doctrinarios, no contienen una visión de cambio radical del país.  
 

-Por tus más recientes columnas, leo que te mueves entre la esperanza y la duda, la esperanza al asumir el gobierno y la duda el fin de semana pasado.  
-Es que no tengo elementos como para asegurar que vamos bien encaminados. Más bien veo que no vamos para ningún lado. Lo que escucho son discursos encendidos pero vacíos.
 

El cogotero y la gallina

Ottone está esponjado, pese a la dura realidad del país. Es profesor, pero sin cargo, en las universidades de Chile y la Diego Portales. Dicta seminarios, cosas acotadas, que le permiten viajar. Cambiar de continente. Irse, como ahora que se embarca el 24 de mayo, a París, donde dirige la Cátedra Destinos Mundiales de América Latina en el Collège d’Études Mondiales, Fondation Maison des Sciences de l’Homme. Y después partir a Italia. 

Antes de eso, le comentamos el análisis que hizo Carlos Peña, rector de la UDP, donde Ottone es profesor honorario, sobre “las idas y venidas del Presidente frente a la violencia que pueden deberse a que está en medio del final de la infancia (en el sentido weberiano, claro)”. Y que consiste en asumir que el Estado tiene derecho a hacer uso de la fuerza. De “manera homeopática”, dice el rector, pero a hacerlo, no a permitir que la violencia campee, como vemos ahora, por una suerte de complejo juvenil. 
 

-Así como pasa esto, ¿dirías que la inteligencia está desaparecida y desprestigiada en Chile? Hablo de la inteligencia de Estado, en materia de seguridad, que permite anticipar hechos de violencia como los que se repiten en La Araucanía y en Biobío a diario. 

-El problema de este grupo que ahora está en el poder, que ahora es la élite (palabra que antes les caía pésimo) es haber transmitido durante muchos años que la transición democrática estuvo mal hecha. Que fue lenta, neoliberal, desigual, y que dejó muchas víctimas por el camino las que se levantaron y ahora claman por sus derechos atropellados. ¿Cómo haces ahora para gobernar con ese discurso previo? Gobernar significa realizar cosas, pero también ordenar, generar acuerdos, imponer el monopolio de la fuerza, que es una herramienta del Estado. ¿Cómo ejerces el arte de gobernar, cuando lo denostaste tantos años? Ahora eres gobierno y tienes en el sur a una minoría del pueblo mapuche que está alzada en armas, incendiando, robando, amenazando e hiriendo a la gente. ¿Cómo haces para aplicar la fuerza si te has desgañitado declarando que ese recurso es necesariamente un abuso? 
Lo mismo pasa en la ciudad, dice el sociólogo, donde hay quema de micros, saqueos, lumpen desatado, balaceras, molotovs. “En la calle las cosas se mezclan. Cuando tú has convertido a la calle en una fuerza política, de cuyas llagas sangrantes piensas debe surgir una solución a los problemas del país, estás bien complicado a la hora de ser gobierno. Y a eso súmale que estamos en tiempos globalizados, en que el cogotero y la gallina ya no existen, en que lo que existe son poderosas bandas criminales, armadas, organizadas”.

-Con mayor razón, ¿debería retornar la inteligencia al país?
-Lo que te diría es que desde hace tiempo no hay inteligencia. Para que la inteligencia funcione tiene que tener legitimidad y esa se la da el gobierno. Para realizar actividades de inteligencia, tienes que tener la convicción de que es un instrumento legítimo y útil. Yo espero que la realidad los haga llegar a esa convicción, pero la historia indica que ellos veían en esa actividad al enemigo…  
 

El guardián rudo del templo

-¿Eres amarillo, Ernesto?
Se ríe “bradicárdicamente” y responde: 
-Yo soy más bien rosadito…, pero tengo gran simpatía por lo que ha hecho Cristián Warken. Ahora recién lo acabamos de nombrar miembro de número en la Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales de Chile, porque él tiene una obra literaria importante. Lo que ha hecho ahora en términos políticos me parece que ha sido extraordinariamente positivo: alertar sobre el tema constitucional con el tono adecuado y en la oportunidad exacta. Dentro del tremendo proceso de polarización al que asistimos es importante la voz de alguien que actúa de acuerdo a la razón. Es evidente que dentro de la Convención Constituyente a las voces más serenas se les escucha poco. Él sacó la voz frente a eso y lo llaman “amarillo”, nombre que surge a fines del siglo pasado, en contexto sindicales, de huelgas masivas, descalificando a los que quieren negociar. 
 

-¿Conocías a la llamada Central Clasista de Trabajadores que fue la que convocó a la marcha que terminó en saqueos, balacera y cuatro heridos a bala en el barrio Meiggs este primero de mayo?
-Andan muchos grupos así, en distintas esferas, porque siempre hay alguien más a la izquierda de tu izquierda. Son grupos a los que no les interesa el futuro del país. Cuando dices yo sueño un Chile próspero para todos, te preguntan ¿cómo qué país sería ese? Como Suecia, dices tú. Y ellos responden: Los suecos son todos unos amarillos. Esa gente de esta Central Clasista no quiere construir Estado, quiere destruirlo todo. Yo creo que esos discursos conquistan sólo a las minorías, porque es cosa de leer las encuestas para ver qué quiere la mayor parte de los chilenos. Los chilenos no quieren una vida marcada por el conflicto. Aspiran a un país donde no haya abusos, las cosas mejoren para todos y se viva en paz y bienestar. 

Con su estilo pausado y poniendo la prudencia por delante, sostiene que la correlación de fuerzas políticas de la Convención Constituyente no es la que existe en Chile. ¿Cómo llegamos a esa incoherencia? Así nos responde: 
-Creo que cuando se votó por los constituyentes se hizo un uso picaresco de la palabra “independientes”. Vino como un enamoramiento de los independientes. Al pronunciar la palabra, a muchos se les abrían las pupilas, se les humedecían los ojos y les aparecía una sonrisa, como si los independientes fueran una categoría superior a esos tales por cuales que son los políticos. Lo más llamativo es que los independientes son de a uno, no son en patota. No se organizan en grupo. Pero acá, los diecisiete representantes de los grupos originarios son todos bien ultra, algunos tienen caras más enojadas y otros, caras más gentiles, sin embargo, piensan más o menos igual. Es muy raro que los representantes de La Araucanía, donde históricamente suele ganar la derecha, en la Convención sean tan similares en su mirada y tan distantes de cómo vota su región.  

-Pasa algo similar con los ambientalistas en la Convención. En cuanto a lo ultra de las posiciones.
-Pasa. En todo este tipo de particularismos, donde más que razonamiento hay una doctrina, una religión. Es muy mala la religión –dice, provocativo. 

Y agrega: Lo peor es una mirada de un solo ojo,  esa que te impide salir de tu particularismo. La identidad cerrada es la que deja todo lo demás fuera de la verdad, todos los que no piensan como tú están en el imperio del error. Eso es fatal. 

Ottone fue durante 16 años “un revolucionario profesional”, como dice. A los 19 años, en 1967, entró al Partido Comunista, al que perteneció durante 16 años y en el que alcanzó altísimos cargos como dirigente internacional de las Juventudes Comunistas. Pero se hastió, porque ya vimos que lo que lo irrita es todo lo que huela a religión en un sentido amplio, a dogma, a verdad revelada. Así dejó de ser comunista, además se cayó el Muro. Hoy, su vida es sin filiaciones. 

-¿Cómo ves a tu ex partido, al PC, hoy? 
-Creo que el viejo PC era una mezcla entre acción reformadora y doctrina. Hoy está más revuelto. Jadue es como la mala onda desde la izquierda al gobierno, como el guardián rudo del templo. Pero hay otras figuras, como Camila Vallejo, que han tenido una muy buena performance. Hoy el presidente va a tener que decidir si su rostro definitivo es el que mostró en la segunda vuelta o el de la primera. El segundo implica avanzar por el camino de la socialdemocracia más profunda y el primero caminar por la vía del populismo de izquierda. Vivimos tiempos muy difíciles. En las encuestas el alza del costo de la vida es la mayor preocupación para la gente y para disipar esa preocupación hay que moverse rápido. Tú no vas a resolver los problemas de un día para otro y eso significa poner el acento en el crecimiento y eso quiere decir inversión, además de distribución. 

-¿Vas por la opción del Rechazo o por la del Apruebo?
-Acuérdate que soy prudente y, aunque lo plurinacional, el concepto de pueblo nación mapuche me parece una cuestión bien complicada, no así la multiculturalidad, y creo que cambiar instituciones centenarias y reemplazarlas por estructuras que no aseguran ni el equilibrio ni el balance del poder político y que podrían concluir generando una mayor concentración del poder, quiero ver qué pasa en los meses que vienen. Decidiré mi opción cuando tenga el texto redactado ante mí.   
 

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