Secciones El Dínamo

cerrar
Cerrar publicidad
Cerrar publicidad
26 de Octubre de 2022

Joseph Ramos: “Lo mejor de Boric es Marcel”

Lo sostiene el respetado economista que se vio sorprendido con el contundente resultado de la opción Rechazo (62%) en el plebiscito de salida. Hace votos porque haya más Marceles, Tohás y Uriartes en el gobierno, y cesen “las miradas utópicas y fantasiosas”. Hombre religioso, aquí habla de su libro “Creer o no creer” y de uno que planea escribir sobre Jesús. Todo desde la razón.

Por
Yo no entiendo por qué la izquierda en Chile y en todos los países del mundo tiene tanto complejo con este tema y se lo endosa a la derecha. Yo creo que mientras no resuelvan ese tema, harán las cosas a regañadientes, sin convicción. AGENCIA UNO/ARCHIVO
Compartir

Joseph Ramos (83), el economista estadounidense de origen puertorriqueño, nacionalizado chileno “por gracia” en 2002, está pensando en recoger las diferentes miradas que tienen las personas sobre Jesucristo. 

Enumera: “Hereje, profeta, maestro, blasfemo… son tantas las visiones sobre él. Hay incluso una de un japonés que me encanta, porque resalta el lado maternal de Jesús. Quisiera mostrar las diversas miradas sobre su figura, de personas lo más variopintas posible. En una época como la nuestra, cuando las palabras valen tan poco, lo que más pesa son los testimonios. Y el testimonio de Jesús es algo potente. Es un modelo que puede cautivar”.   

Definitivamente, al ex decano de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile (FEN), la condición de jubilado lo tiene pensando en lo trascendente, pero no desde la fe –que siempre tuvo, en contraste con su padre–, sino desde el intelecto. 

“Creer o no creer. El misterio de Dios a la luz de la razón” es el libro que lanzó hace unos meses, tardó dos meses en escribir y dedicó a cinco queridos amigos agnósticos: “… a Andrés, Javier, los Jorges y a Óscar. La duda es el precio que pagamos por el don del intelecto”, dice el texto de la dedicatoria inicial. 

No nos cabe duda que ese Óscar es Landerretche, el economista de la FEN que, pese a ser socialista, votó Rechazo en el plebiscito de salida, ganándose, según Joseph, muchos enemigos en el PS y cerrándose puertas en este gobierno. 

-En la última elección presidencial puse en el voto dos nombres: Máximo Pacheco, lo mejor de los gobiernos de la Concertación, y, en segundo lugar, anoté Óscar Landerretche –nos cuenta, y dice que fue una forma activa de anular el voto, ya que no tenía candidato. Luego agrega: -Ahora, Óscar tuvo una gran valentía al hacer pública su opción por el Rechazo. Fue como quemar sus naves, a sabiendas de que no sería considerado en ningún puesto en esta administración, cuando bien podría hasta ser ministro. Salió de la tribu socialista a una edad en que tiene futuro político, a diferencia de otros miembros de ese partido de más edad que también lo hicieron. Realmente corrió un riesgo y lo hizo por convicciones profundas. Yo le tengo un enorme afecto a Óscar. Considero que es el economista más completo y culto de Chile. Sabe de todo: sindicalismo, rap, literatura infantil. Ahora está escribiendo libros para niños.  

Landerretche fue uno de los tres presentadores de su libro. Otro fue el filósofo de la Universidad de Chile, Jorge Acevedo, y la tercera, la ensayista y ex miembro de la Academia de la Lengua, Adriana Valdés. “La conozco desde hace años. Es una mujer extremadamente culta. Ella trabajaba en la oficina editorial de la CEPAL. Probablemente, le tocó corregir alguno de mis textos en spanglish más de una vez. Mi castellano imperfecto, sobre todo cuando es por escrito. Ella es agnóstica y la invité a ser presentadora”, cuenta en su español con acento marcado, pese a su medio siglo viviendo en Chile. “Cincuenta y cuatro años, para ser precisos”. 

-Escribir sobre Dios, aunque sea desde la razón, va contra corriente en estos tiempos. ¿Por qué el tema? 

-Claro que el libro va contra corriente. Cuando llegué a Chile, todos se decían católicos. Hoy, en cambio, se impone el escepticismo. Se ve a la religión como una cuestión de guetos. Pensar a Dios no se ve como algo científico, sino como superstición, y yo creo que hay que hacerlo, porque no se puede vivir ni en la indiferencia ni en la desesperanza, propia del agnóstico. Creo que no he conseguido convertir a nadie, pero doy argumentos sólidos sobre la existencia de Dios. Las convicciones religiosas, creer o no creer, no son como elegir entre lúcuma o chocolate en la heladería. Platón y Aristóteles creían en Dios, argumentaban sobre su existencia, sin tener fe. Hay que pensar en el tema. 

Utópicos y fantasiosos

-¿Le tienes fe a Mario Marcel? 

-El nombramiento de Mario Marcel es lo mejor que ha hecho el presidente Boric. Es un hombre íntegro, sin duda. Muy capaz, sólido. Representa lo mejor de los gobiernos de la Concertación. El mismo Boric, antes de ser electo, le respondió a Marcel por qué lo quería como su Ministro de Hacienda. “Porque necesito a alguien que me asegure responsabilidad fiscal… y usted lo hace”, le dijo. Y se ha desempeñado muy bien. Yo quisiera que hubiera muchos más Marceles en el gobierno. Más Marceles, Tohás y Uriartes, figuras de la denostada ex Concertación, con posturas menos utópicas. 

-O sea, menos gente como el subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales, José Miguel Ahumada, que ha torpedeado el TTP11 y al propio Marcel…  

-Desde la revolución de los pingüinos en adelante hemos visto el cuestionamiento al modelo de desarrollo de la Concertación. A esas generaciones, donde están incluidos algunos de mis alumnos hasta antes de la pandemia, en que dejé de hacer clases para que me echaran de menos y no me sacaran por gagá, yo siempre les preguntaba de vuelta: ¿Cuál es el país al que aspirarías que fuéramos? ¿Qué país tiene el sistema ideal? Y me respondían siempre lo mismo: Suecia, Australia, Nueva Zelanda, lo que me sonaba mucho a la Concertación. Cuando a esa generación, que tiene en su ADN una rebeldía y una crítica muy profunda a lo hecho post dictadura, le preguntas qué proponen, se muestran sumamente debiluchos. No tienen propuesta. Esa crítica utópica, ese pensamiento fantasioso, que no entrega propuestas razonables de reemplazo, es propio de la juventud de todas las épocas, pero ahora permeó a toda la sociedad.  

-¿A qué te refieres? 

-A que cuando empezaron las críticas, no hubo nadie que defendiera la obra de la Concertación. Una obra, sin duda, muy positiva para Chile. Nosotros seguimos a medio camino de llegar a los niveles de desarrollo de Europa, continente donde también hay indignados en España y chalecos amarillos en Francia. Llegaremos al tercer milenio con gente insatisfecha en el mundo. Eso es así, y no se resuelve con utopías fantasiosas. 

En 2021, el académico elegido como “el economista del año 2020” por sus pares, nos dijo en una entrevista radial: “No hay lugar a dudas que entre los años 1990 y 2010 e incluso 2020, se sitúa el mejor periodo en términos de progreso económico y social de Chile, pese a todos los desafíos que hoy existen. Excitantes y expectantes, fueron, en cambio, los años de inicio de los gobiernos de Frei Montalva y de la Unidad Popular. Es difícil encontrar momentos más excitantes en la historia de este país… Yo llegué a Chile en 1968, porque quería trabajar en América Latina, en temas de desarrollo. Por eso estudié economía. Yo creía que se podía poner fin a la pobreza en el siglo 21. De Chile, me atrajo el proyecto del presidente Frei Montalva que abogaba por una tercera vía de desarrollo, quise conocer esa experiencia y con el tiempo me fui quedando aquí”. 

-Ahora enfrentamos tiempos complejos.

-Sí, el gran talón de Aquiles de éste y de todos los gobiernos es el tema de la seguridad. Yo no entiendo por qué la izquierda en Chile y en todos los países del mundo tiene tanto complejo con este tema y se lo endosa a la derecha. Yo creo que mientras no resuelvan ese tema, harán las cosas a regañadientes, sin convicción. Enfrentar la droga, la criminalidad y también la delincuencia pequeña, requiere gran decisión. Como te decía, yo llegué a Chile atraído por el discurso de Frei Montalva: por una tercera vía de desarrollo, que no fuera ni comunismo ni capitalismo. Eran aspiraciones ideales, pero también había pies bien puestos en la tierra. Si no tienes eso, es complejo gobernar y lograr el bienestar.  

La segunda primera patria

Joseph Ramos Quiñones es hijo único. 

Y se le nota. 

Comenta de esa condición: “Se supone que los hijos únicos somos muy engreídos, pero en mi caso lo que más resalta es que seguí el consejo de mi padre y nunca estuve solo. Yo siempre estaba en casa de otros. Cultivé mucho la amistad. Armé cosas con otros. Tuve y tengo muchos amigos”. 

Es cierto. No en vano, fueron sus pares, más allá de sus méritos profesionales, los que lo eligieron unánimemente el mejor economista del 2020, porque a su competencia profesional, suma sencillez, simpatía y carisma. 

Se ríe porque en el anuario del colegio aparece como “el ateo de la clase”, cuando siempre fue creyente, pese al agnosticismo de su padre. 

-En Nueva York hay seis colegios jesuitas. Y sólo uno es gratuito. Yo hice la enseñanza media en él. Era una especie de Instituto Nacional. Fui parte del club de debate. Yo discutía mucho con los curas. Y hace poco me di cuenta de que debo haber ido a la misa de difunto del filósofo y jesuita Teilhard de Chardin –recuerda como para sí mismo.

Aunque podría haber estudiado filosofía, entró a ingeniería por consejo de su padre, ese hombre agnóstico que a los 56 años se convirtió en creyente. “Yo estaba en el servicio militar, cuando recibí una carta suya en que me decía: Estarás contento de saber que el miércoles empecé con mis clases de catecismo. Nunca le pregunté el porqué de su conversión”. 

Cuenta que la ingeniería no lo llenaba, a diferencia de la economía que empezó a estudiar. “En 1963, ya tenía la convicción de que gracias a la tecnología, el mundo era capaz de poner fin a la pobreza. Y, poniendo las cosas en jerga cristiana, sentía que tenía una manera privilegiada de amar al prójimo contribuyendo al desarrollo económico desde mi profesión. Aunque mi contribución fuera apenas una gota en el mar”. 

Con ese espíritu llegó a Chile y no ha claudicado. Sigue aquí. Y por eso participa activamente en nuestros procesos democráticos. 

-¿Por qué rechazaste el texto constitucional redactado por la Convención?

-No me pareció que incluir el aborto libre fuera un avance, tampoco que hubiera una sobre representación de los pueblos originarios tan marcada. Ni que se eliminara el estado de excepción, al que lamentablemente y por el peso de los hechos, el gobierno ha tenido que recurrir una y otra vez. La inclusión de los derechos sociales es una orientación muy importante, pero… o pecaba de poesía o pecaba de judicialización. Para mí debería haber sido como el AUGE o como el umbral que fija el Parlamento con el salario mínimo. 

-¿Pensaste que el Rechazo sería tan rotundo?   

-Quedé sorprendido. Se hablaba de una diferencia de diez puntos; fueron 24. Quedé sorprendido y contento, porque si el resultado hubiera sido muy estrecho, estaríamos sacándonos los ojos. 

-¿Y no estamos ahora en eso?

-No. Eventualmente, los partidos se van a poner de acuerdo y va a salir algo responsable de ahí. El Parlamento, a diferencia de la Convención, está equilibrado políticamente. El propio Fernando Atria dijo que la izquierda tenía dos tercios más uno en la Convención, y al escribir el texto se olvidaron que eso no representaba al país ni al Parlamento. Ahora yo creo una cosa: una Constitución no resuelve las cosas, ni la desigualdad ni la pobreza. No asegura buenas pensiones ni vivienda digna. Si está bien hecha, genera un buen ambiente para que la democracia funcione. Creo que fue un error del  gobierno estar abocado solo al tema constitucional y no ocuparse de lo que sí resuelve las necesidades de las personas. El Rechazo, sin duda, les ha provocado una gran frustración. 

Optimista, positivo, alegre, aunque hable con acento, Joe –como lo llaman sus cercanos, que son muchos– es chileno por gracia y… con gracia. Cuando su papá y su mamá estaban “viejitos” los trajo a Chile, donde hoy reposan y donde, sin duda, estará enterrado él. En la que llama su “segunda patria”, aunque por años, lazos y conocimiento, sea virtualmente la primera. 

-Algo que me chocó al principio de Chile era la institución de la empleada doméstica. Delataba un clasismo al que yo no estaba acostumbrado. Yo era de clase media en Estados Unidos. Mi mejor amigo era hijo del basurero, pero vivíamos en el mismo barrio. Por eso, “la nana” me llamó tanto la atención; hoy ya no. Quizás me he acostumbrado –dice, soltando una carcajada. Luego afirma, poniéndose serio: -Hoy es normal ver a profesionales cuyas madres eran analfabetas o no habían pasado del cuarto básico. Ya no toda la elite del país se ha formado en dos o tres colegios privados. Ha habido cambios. 

Gracias a Dios, quizás corresponda decir. 

Y gracias a Joe, que, aunque hasta donde sabemos no ha logrado que ningún agnóstico deje de serlo, sí ha conseguido que, después de leer “Creer o no creer” un gran amigo judío haya ido a la fiesta del Yom Kipur después de años de ausencia. 
 

Léenos en Google News

Temas relevantes

#Joseph Ramos#Mario Marcel

Notas relacionadas

Deja tu comentario

Lo más reciente

Más noticias de Política