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27 de Junio de 2019

Violencia en la educación: ¿quién es el responsable?

"El gobierno ha dado pasos con iniciativas como la revisión de las mochilas de los estudiantes y Aula Segura, que obviamente no se resuelve el problema, pero son pasos en la dirección correcta".

Por Rafael Rosell Aiquel
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Rafael Rosell Aiquel es Abogado, Licenciado en Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magister en Ciencias Políticas, experto en Derecho Público y Etica, política internacional con foco en Medio Oriente. Académico Erasmus y Profesor Honoris Causa de National University of Political Studies and Public Administracion de Rumania. Miembro del Foro Académico Permanente América Latina y el Caribe-Unión Europea. FAP ALC-UE.

Una de las sorpresas de la última encuesta CEP, fue la inesperada irrupción de la ministra de Educación, Marcela Cubillos, entre las cinco figuras mejor evaluadas. Según la misma muestra, la educación ocupa el cuarto lugar entre los problemas que los chilenos creen que necesitan una solución más urgente, siendo, además, la inquietud que más sube en importancia. El mismo sondeo grafica que la evaluación del estado de la educación baja significativamente desde la CEP de noviembre del 2018.

Semanas antes, otra noticia también causó revuelo: según un estudio de la Agencia de Calidad de la Educación, uno de cada tres escolares considera que la violencia sirve para lograr sus objetivos.

Sin duda, existe una gran preocupación entre padres, apoderados y autoridades sobre cómo estamos educando a nuestros niños y jóvenes. La extrema violencia de las movilizaciones estudiantiles, que paralizan a colegios y universidades, es un factor gravitante en esta inquietud generalizada. Pese a que el interés público se ha centrado en el Instituto Nacional, tanto por su simbolismo como por la violencia extrema de lo que allí ocurre, éste es un problema nacional.

El gobierno ha dado pasos con iniciativas como la revisión de las mochilas de los estudiantes y Aula Segura, que obviamente no se resuelve el problema, pero son pasos en la dirección correcta. Esto explica que, pese a las críticas de la oposición, la Ministra Cubillos cuente con un importante respaldo ciudadano. Sin embargo, la violencia en la educación no se ha analizado con la profundidad necesaria.

Este problema parte hace mucho tiempo, pero tiene una manifestación real el 2006, con las protestas protagonizadas ese año por los llamados “pingüinos” que concluye con un acuerdo entre el mundo político y los escolares, para la derogación de la LOCE; todos recordamos el broche final la ya célebre foto de los participantes con los brazos en alto de autoridades y alumnos, luego viene la segunda parte el 2011 y este descontento llega a la educación superior. Lamentablemente, ambas movilizaciones, que contaron con amplia cobertura mediática y un afectivo respaldo ciudadano, estuvieron dominadas por la violencia. Ésta nunca fue abiertamente rechazada por sus dirigentes y las autoridades de la época no supieron cómo manejarla.

¡Como sociedad le estamos diciendo a nuestros jóvenes que la violencia es una efectiva herramienta para lograr lo que buscamos! Ello porque pareciera ser que el mundo político y nuestra sociedad en general no escucha los profundos problemas que aquejan al país real, porque convivimos con otro imaginario, hasta que explota violentamente el descontento.

Incluso más, damos la potente señal de que quienes encabezaron esas tomas, que produjeron pérdidas de cientos de horas clases, destrucción de infraestructura y un daño irreversible en la formación académica, nunca se les exigió que asumieran su responsabilidad sobre sus actos. Hoy, los otrora dirigentes se han convertido en influyentes líderes nacionales y algunos incluso encabezan las listas de evaluación positiva de la misma encuesta que comentamos.

Al no condenar frontalmente la violencia y hacerla admisible estableciendo excepciones, estamos dando señales negativas a las futuras generaciones. En esto también somos responsables los medios de comunicación, los dirigentes políticos y los rectores de universidades y colegios. Quienes hoy estamos en posiciones de poder, especialmente en la educación, debemos impulsar acciones concretas para revertir esta peligrosa tendencia y buscar el diálogo, enseñar a escuchar, promover la aceptación de lo diverso y la solución pacífica a nuestras controversias y problemas sociales.

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