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Streaming en crisis: el regreso de la piratería

La promesa de un entretenimiento asequible y centralizado se rompió. Ante la crisis del streaming, los usuarios responden con una nueva “desobediencia digital”, transformando la piratería en un manifiesto cultural.

Alguien te recomienda una nueva serie o peli y comienza la búsqueda. ¿Está en Netflix? No. ¿En Max? o ¿En Disney? Quizás sí, pero solo en otra localización. Los usuarios nos vemos sumergido en un laberinto digital de suscripciones y muros de pago, diseñado no para el descubrimiento, sino para la permanencia, lo que convierte a la experiencia en una forma de frustración moderna. En contraste, existe otro camino, una única búsqueda en un sitio web poco legal que entrega el contenido en segundos, y me atrevo a decir, a menudo en mayor calidad. No, esto no es una regresión a los días de Napster; es una respuesta racional a un sistema roto y visiblemente en crisis de usuarios.

El regreso de la piratería digital, que alguna vez se consideró un problema resuelto, es hoy un movimiento cultural antisistema, que es sintomático respondiendo a nuestra manera de relacionarnos con la tecnología y el sentido de lo que nos pertenece.

La industria del streaming, en su búsqueda de mejores ganancias, desmanteló la virtud que la hizo exitosa, traicionando su promesa de una biblioteca digital centralizada y asequible, creando las condiciones ideales para que un antiguo enemigo regrese. El regreso de la bandera pirata a los mares digitales es más que una cuestión de costos, es una consecuencia directa del fracaso del servicio y un poderoso mensaje sobre lo que los consumidores realmente valoran.

Paraíso perdido

El éxito inicial de Netflix no se logró con una mano legal fuerte, sino proporcionando un mejor producto. Los usuarios, mediante un pago razonable, podíamos ver una completa biblioteca en un área cerrada.

Este modelo de “ventanilla única” hizo obsoleto los engorroso proceso de descargar Torrents. Había un acuerdo implícito con los consumidores bajo el disfraz de conveniencia y asequibilidad, la violación de ese contrato palpita en el corazón del regreso de la piratería.

El principal impulsor fue la fragmentación del contenido. Los grandes estudios, respondiendo al éxito de Netflix, retiraron sus catálogos para establecer sus propios servicios, Disney+, HBOMax, Paramount+.

Cada uno construyó sus propios muros digitales, reinventando el modelo de televisión por cable y que el streaming se suponía debía reemplazar. Una vez que esos consumidores habíamos “cortado el cable” para salir de paquetes costosos, ahora requeríamos una serie de suscripciones para recibir la misma información, creando “fatiga de suscripción”.

En la fragmentación se extendieron una serie de políticas que degradaron aún más la experiencia, un proceso que los críticos denominaron “enshitificación”, como el deterioro intencional de un servicio, producto o plataformas tecnológicas para aumentar las ganancias a corto plazo.

Esto se extiende a fuertes aumentos de precios y la instalación de anuncios en planes pagados, la guerra contra las contraseñas compartidas y, lo más destructivo, la eliminación de contenido de bibliotecas individuales en nombre del ahorro de costos. Rompieron la ilusión de una biblioteca digital sólida y también reforzaron la antigua narrativa “Si comprar no es poseer, piratear no es robar”.

Un servicio superior en la oscuridad

El resurgimiento de la piratería se entiende mejor con la famosa frase de Gabe Newell, cofundador de la plataforma de videojuegos Steam: “La piratería es casi siempre por un problema de servicio, no un problema de precio”.

Las plataformas piratas modernas tienen éxito no solo porque son gratuitas, sino porque tienen una aparente mejor experiencia de usuario. Revivieron el modelo de “ventanilla única”, recopilando todo el contenido de todos los servicios en un solo lugar y eliminando el problema de búsqueda que la industria legal estableció. Además que la calidad técnica tiende a ser mejor, copias 4K sin comprimir y el sonido altamente competitivo.

No hay barreras artificiales, como el bloqueo geográfico o la amenaza de que el contenido desaparezca, incluso a través de la “piratería pagada”, como el fenómeno que ocurrió con los “servicios debrid”, en los que los usuarios pagan una pequeña tarifa por acceso premium, mostrando que están dispuestos a pagar por una opción de alta calidad que ya no es gusto de los usuarios en el mercado legal. Contratar una que mejora si sigues pagando y esa no es la idea.

Reflexión local

En Chile, una encuesta realizada por Sherlock Communications en 2024, encontró que el 68% de los chilenos dijo que son demasiado caros pagar por más de un servicio. Y ese hecho se ve en la gestión de las personas: el 52% de los encuestados confiesa compartir contraseñas para reducir recursos, y el 33% usa un “TV box” ilegal para ver contenido pirateado de forma gratuita. La elección no es puramente económica; es profundamente social.

El mismo estudio reveló que la influencia de los pares, “mis amigos y yo lo hacemos todo el tiempo” eleva la probabilidad de piratería en un asombroso 18.7%. Eso significa que la piratería se ha normalizado tanto que se está convirtiendo en un remedio práctico e incluso compartido.

El mayor rival, para una plataforma en Chile, no es solo otro servicio legal, sino la conveniencia y la aceptación social generalizada de la piratería. También está el factor de una la ley de propiedad intelectual anticuada y un entorno regulatorio que resultó en que el Chile fuera agregado a la “Lista de vigilancia prioritaria” de los Estados Unidos debido a las bajas tasas de protección de la propiedad intelectual.

No ignoremos el mensaje

Esta no se puede tomar como una actividad que realizan unos pocos después que vemos que las visitas a sitios piratas se dispararon de 130 mil millones en 2020 a más de 216 mil millones para 2024. Es un comportamiento masivo, una respuesta directa de las personas contra un sistema que ya no funciona para ellas.

Las grandes compañías de streaming tienen dos opciones de salida. Pueden mantener a sus usuarios como adversarios, subir precios y poner más barreras, o simplemente pueden empezar a escuchar a sus usuarios. El mensaje es claro y simple; la gente quiere conveniencia, precios justos y confianza. Quieren algo que haga sus vidas fáciles, no complicadas.

La promesa no era gran cosa que “todo el entretenimiento del mundo puesto en un solo lugar, como una tienda de videos digital interminable”; pero en su lucha por el dinero, construyeron un laberinto de jardines amurallados, costosos y complicados.

La piratería vuelve a aparecer no solo para derribar muros; llega para recordarnos a todos que el cumplir con el servicio es lo importante, innovar cumpliendo la promesa. La pregunta ya no es cómo detenerlas, sino si las empresas finalmente entenderán el mensaje.

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