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Nicolás Maduro: la historia del conductor de autobuses que llegó a ser imprescindible para Chávez

Maduro y su esposa trabaron amistad con el presidente venezolano cuando este cumplía condena en la prisión de Yare tras el intento fallido de golpe de estado de 1992. La pareja iba a visitarlo muy a menudo a la cárcel y desde entonces son inseparables.

De su formación académica nada se dice y de sus méritos políticos tampoco se comenta. Lo único que deja claro de él su biografía es que encarna a la perfección «la cultura del venezolano, es fraterno y simpático». Eso quiere decir que utiliza el mismo lenguaje próximo, sencillo y directo, más bien tabernario, que emplea Hugo Chávez cuando se dirige a sus partidarios en su programa «Aló, presidente». Afirmaciones como «imperialistas, oigan bien lo que les digo: váyanse “pa” casa del carajo», tan típicas en Chávez, son también moneda común en las charlas de Nicolás Maduro.

Maduro nació en Caracas el 23 de noviembre de 1962 y creció en la parroquia popular de El Valle. Desde muy joven comenzó a trabajar como conductor de autobuses y formó parte de su sindicato. Los informes de la CIA aseguran que era el conductor con más multas de la compañía, algo que muchos saben en Caracas y que le ha granjeado más comentarios jocosos que el hecho de tener un origen humilde, como asegura Chávez. A pesar de su escasa o nula formación académica ha llegado muy lejos en la escala social, puesto que ha sido diputado y presidente de la Asamblea Nacional antes de ser nombrado vicepresidente. Al parecer, el adalid de Chávez se ha casado muy bien porque su mujer, Cilia Flores, es la actual procuradora general de la República de Venezuela.

Maduro y su esposa trabaron amistad con el presidente venezolano cuando este cumplía condena en la prisión de Yare tras el intento fallido de golpe de estado de 1992. La pareja iba a visitarlo muy a menudo a la cárcel y desde entonces son inseparables. Por eso muchos venezolanos se preguntan si en su país impera la cultura del esfuerzo, el trabajo y la preparación intelectual, o el enchufismo, el amiguismo y la designación a dedo. Esos mismos males que Chávez achaca a la burguesía corrupta.

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