El presidente ruso, Vladímir Putin, se reunió en Moscú con el enviado especial de Estados Unidos, Steve Witkoff, en un contexto marcado por la escalada militar en Ucrania y el endurecimiento de las condiciones que el Kremlin exige para cualquier proceso de paz.
Witkoff, empresario inmobiliario cercano al presidente estadounidense Donald Trump y convertido en su principal interlocutor con Rusia, llegó acompañado de Jared Kushner —político y yerno de Trump— para presentar una nueva versión del plan negociado en Ginebra.
La visita se produjo tras las conversaciones “productivas” sostenidas el domingo en Florida entre delegaciones de Estados Unidos y Ucrania, aunque el secretario de Estado, Marco Rubio, admitió que “queda trabajo por hacer” en un proceso que debe asegurar no solo el fin de la guerra, sino la “prosperidad a largo plazo” para Kiev.
El documento que Witkoff llevó a Moscú ajusta la propuesta inicial de 28 puntos impulsada por Washington, criticada en Europa por considerar que otorgaba demasiadas concesiones a Rusia. Las últimas modificaciones buscan incorporar objeciones planteadas por Ucrania.
Putin y sus técnicas ante el enviado especial de Estados Unidos
Aun así, el Kremlin mantiene una postura inflexible. Antes del encuentro, Putin recurrió nuevamente a las largas esperas para subrayar su posición dominante: aunque la reunión había sido anunciada para las 17.00 hora local, prolongó su aparición en un foro económico.
No es la primera vez. En marzo, Witkoff esperó ocho horas mientras el mandatario ruso se reunía con Aleksandr Lukashenko, presidente de Bielorrusia.
El presidente ruso también lanzó advertencias directas a la Unión Europea al asegurar que “Rusia no tiene intención de entrar en guerra con Europa, pero si la Unión Europea lo desea, estamos listos ahora mismo“, y agregó que “pronto no quedará nadie con quien negociar“.
Entretanto, Ucrania encara una fase crítica de negociación tras la destitución de Andréi Yermak, uno de sus principales negociadores a lo largo de la guerra, mientras su sucesor, Rustem Umérov, enfrenta un diálogo cada vez más condicionado por las exigencias rusas.