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Una humilde barriada del planeta

Más allá de la campaña electoral que se inicia y de la movilización de fuerzas que podría impedirles conquistar la presidencia, es necesario una lectura muy atenta de los procesos políticos, sociales y hasta psicosociales que están detrás de este fenómeno.

¿Por qué habríamos de ser distintos a Brasil, a Estados Unidos o a sociedades más distantes como Hungría y Polonia, o a países que califican como democracias ejemplares, como Francia, España, Italia o Alemania?  Y varios otros, pues la lista es larga. En todos ellos, con diversas denominaciones y estructuras, pero con discursos muy similares, ha irrumpido con fuerza el populismo de ultraderecha. En varios han conquistado el gobierno. Y si bien han sido desalojados democráticamente en algunos países, su presencia es persistente y no representan un fenómeno político efímero o circunstancial.

Frente Nacional en Francia, La Liga en Italia, Vox en España, AFD en Alemania, Republicanos conservadores en Estados Unidos, partidos nacionalistas en el este de Europa o agrupaciones totalmente instrumentales, como en Brasil, comparten el discurso anti-inmigración, de defensa de valores “tradicionales”, de rechazo a las ideologías de género y a las disidencias sexuales, de agresión frontal no solo contra los izquierdistas y “progres”, sino con particular furia contra quienes califican de “derecha cobarde”. Ensalzan, por otra parte, los valores nacionalistas y se oponen a los organismos internacionales

Por lo mismo, suelen enfrentar radicalmente las medidas sanitarias adoptadas contra la pandemia del coronavirus y acusan una supuesta “conspiración globalista”, negando además las causas y consecuencias del cambio climático.

Las tácticas de defensa esgrimidas por las fuerzas políticas atacadas son varias. Desde el “cerco sanitario” acordado en Alemania para aislar a la agrupación ultraderechista, pasando por  la alianza amplia que en dos ocasiones ha logrado impedir que el FN triunfe en la segunda vuelta presidencial en Francia, hasta arrebatarles el poder democráticamente, como en el caso de Trump en EE.UU.

En Chile ya tienen liderazgo, organización, fuerza parlamentaria y poder económico. Obviarlo y reaccionar con furia y asombro no basta. Proferir frases altisonantes e insultantes en las redes no sirve para nada, es un fenómeno de largo plazo que llegó para quedarse. Por lo demás es impensable en Chile establecer, a la usanza alemana, un cerco que los aísle y que incorpore también a sectores de la derecha tradicional más o menos relevantes. Por el contrario, estos han sido cooptados mayormente por la nueva fuerza emergente.

Más allá de la campaña electoral que se inicia y de la movilización de fuerzas que podría impedirles conquistar la presidencia, es necesario una lectura muy atenta de los procesos políticos, sociales y hasta psicosociales que están detrás de este fenómeno. Que incluyen el singular éxito del candidato que no pisó el país y que inauguró una “democracia digital” que no hay que mirar con desdén o burla. Quizás, por bizarro que parezca, sea esta la única novedad que aporta nuestra humilde barriada a los complejos procesos que vive el planeta.

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