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2 de Febrero de 2022

Familia e inclusión

Lamentablemente no todas las familias tienen claridad en que son ellas las que pueden generar un cambio profundo en la eliminación de barreras, lo que genera que se mantengan como obstacularizadoras del proceso, en donde el temor y la sobreprotección les impide avanzar.

Por Florencia Iriarte
El llamado es entonces a trabajar por transformarse en facilitadoras, dejándose acompañar por profesionales competentes. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Cuando hablamos de inclusión nos referimos al proceso de eliminación de barreras para la participación plena de todos y todas en la sociedad. Para alcanzar este propósito, que abarcará el ciclo vital de las personas con discapacidad intelectual, se necesita el apoyo incondicional de las familias como agentes claves.

El rol de las familias irá cambiando en el tiempo. Por ejemplo, en una primera etapa del desarrollo será fundamental aceptar la condición del hijo o hija y entregar la mayor estimulación posible; más adelante, en la etapa escolar lo será el acompañamiento en los estudios, apoyando las orientaciones de los Equipos profesionales de los Proyectos de Integración (PIE), velando porque los objetivos de aprendizajes se cumplan, potenciando los intereses y habilidades innatas, favoreciendo toda experiencia de crecimiento.

¿Y qué pasará después del colegio? Pregunta habitual que tienen madres y padres. Mantener altas expectativas será determinante para que esa pregunta tenga una respuesta satisfactoria en el tiempo. Esto quiere decir que necesitamos a familias empoderadas y confiadas en el potencial que pueden desarrollar sus hijos e hijas en una etapa siguiente, lo que implicará buscar alternativas para el desarrollo de habilidades para la vida diaria y laboral futura, teniendo la convicción de que sus hijos pueden ser un aporte real a la sociedad.

Lamentablemente no todas las familias tienen claridad en que son ellas las que pueden generar un cambio profundo en la eliminación de barreras, lo que genera que se mantengan como obstacularizadoras del proceso, en donde el temor y la sobreprotección les impide avanzar.

El llamado es entonces a trabajar por transformarse en facilitadoras, dejándose acompañar por profesionales competentes, buscar instancias para la formación continua, escuchar las necesidades e intereses de los hijos para su proyecto de vida futuro, en definitiva, movilizarse en favor de su crecimiento (en el mayor sentido de la palabra), en medio de un escenario complejo y desafiante como ha sido este contexto de pandemia.

Finalmente, quisiera destacar a todas las familias que conozco y que día a día buscan las diversas formas de aportar a la calidad de vida de sus hijos e hijas, quienes ven más allá de las deficiencias y pueden proyectarlos como adultos autónomos, responsables y trabajadores, no dándose por vencidos a pesar de las innumerables experiencias de exclusión de las que también han sido parte. Mi total admiración para ellas y ellos como los principales vínculos, pero también como la principal red de apoyo para alcanzar la inclusión.

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