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10 de Febrero de 2022

Falsas expectativas

Quienes crean que el “rechazo” podría derrotar al “apruebo”, apelando al sentido común de las personas, les recomendaría que partieran por trabajar en los territorios. Eso les permitirá hablar desde la realidad, educar respecto a la carta fundamental, pero, muy especialmente, aterrizar las expectativas en torno a esta especie de árbol de Navidad.

Por Rodrigo Durán Guzmán
Entramos en tierra derecha para lo que será una nueva invitación a las urnas, donde tendremos que elegir por aprobar o rechazar la propuesta de nueva Constitución. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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El 25 de octubre de 2020 se realizó el plebiscito de entrada donde las chilenas y chilenos debían tomar la decisión de avanzar (o no) hacia una nueva Constitución. En esa misma elección, la ciudadanía debía elegir el mecanismo por el cual (en caso de ganar la opción “Apruebo”) debía redactarse y consensuarse esta nueva carta fundamental. La historia dirá que en plena pandemia del COVID-19, y un mes después de la fecha fijada, las chilenas y chilenos elegirían a sus convencionales constituyentes en las elecciones del 15 y 16 de mayo de 2021, instalándose y comenzando su operación el 4 de julio de 2021. Es, a contar de esta fecha, que comienzan a regir los 9 y hasta 12 meses de trabajo en los cuales la Convención deberá aprobar el nuevo texto constitucional para ser presentado en el plebiscito de salida, instancia obligatoria en la cual volveremos a las urnas para aprobar o rechazar la nueva Constitución.

En este ir y venir de hitos bien podríamos decir que entramos en tierra derecha para lo que será una nueva invitación a las urnas, ya bajo el mandato del Presidente Gabriel Boric, donde tendremos que elegir por la opción de aprobar o rechazar la propuesta de nueva Constitución para Chile. Si vamos a los resultados electorales, bien podríamos decir que no hay manera, no hay forma, en que el nuevo texto constitucional no sea aprobado. Bastaría sólo con remontarnos al plebiscito de entrada, de carácter optativo, para constatar que el 78,27% de los ciudadanos que votaron en el Plebiscito, aprobaron iniciar el proceso de redacción de una nueva Constitución. 

Más reciente inclusive: en la segunda vuelta presidencial de 2021 el entonces candidato Gabriel Boric se impuso por el 55,87% de los votos, frente al 44,13% del aspirante de la derecha conservadora, José Antonio Kast.

Sin embargo, y más que nada producto de errores no forzados y disparates de algunos convencionales, se ha comenzado a instalar una suerte de favoritismo insípido en torno a un posible triunfo de la opción “rechazo”. Y, era que no, desde la derecha (incluso convencionales del sector) comienzan a entusiasmarse con esta opción. El problema de esto, y de la derecha en general, es que se entusiasman con facilidad brutal olvidando lo más importante, la esencia de la política: salir a las calles, volcarse a los territorios, hacer casa a casa, tener contacto con las personas, escucharlas, enseñarles y dialogar. En simple: poner a las personas en el centro. 

Ejemplo de esto fue lo que ocurrió en la primera vuelta presidencial donde Kast ganó esta instancia, por un margen acotado, a Boric y al resto de los contendores. Bastó eso para que la derecha se entusiasmara con que el líder Republicano podía dar el golpe a la cátedra pero, para quienes observamos temas electorales, sabido era que Kast (bajo ningún punto de vista) sería presidente electo: Kast nunca logró bajar del 50% de rechazo, tanto a su candidatura como a su persona, a diferencia (por ejemplo) de Sichel, quien siempre tuvo un muy bajo rechazo, pero no supo alinear al sector para avanzar a un balotaje donde, sin lugar a dudas, hubiera sido mucho más competitivo que la opción de derecha conservadora.

En contraste, la izquierda al ver que su opción quedó relegada al segundo lugar, y con la inteligencia que les da su vocación de poder, reestructuraron el equipo de Boric y, sumado a un candidato que entendió perfecto todo lo que él tenía que hacer, se desplegaron con una fuerza y sentido estratégico que les permitió, incluso instalando el fantasma de la carencia de buses para movilizarse, ganar la elección presidencial.

Quienes crean que el “rechazo” podría derrotar al “apruebo”, apelando al sentido común de las personas y votantes, les recomendaría que partieran por trabajar en los territorios con las personas, de todas las edades. Eso les permitirá hablar desde la realidad, con conocimiento de la misma, educar respecto a la carta fundamental, escuchar las posiciones de sus convencionales pero, muy especialmente, aterrizar las expectativas en torno a esta especie de árbol de Navidad que, evidencias mediante, más bien pareciera una caja de Pandora para Chile.

 

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