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Actualizado el 20 de Enero de 2025

Un Kaiser no hace verano, pero…

¿Tiene Kaiser mayor capacidad de maniobra comunicacional que Matthei? Es posible, y eso lo hace más disruptivo y antipolítico, aunque no existe la anti política. Todos son políticos. ¿Será solo una aparición para tener de qué hablar en este verano, o será que va a pasar lo que nadie supone que va a pasar?

AGENCIA UNO/ARCHIVO.
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Redacción

Guillermo Bilancio

Consultor de Alta Dirección.

Las comparaciones entre las sociedades de diferentes países y de sus gobiernos, siempre resultan odiosas además de impracticables.

Y a pesar de que muchos políticos de la nueva ola proclaman la transformación de la sociedad a través de relatos salvajes tomados de otras sociedades, suponer que modelos importados pueden ser aplicables es un grave error si consideramos las diferencias insalvables por contexto; historia; realidades y experiencia social que sistémicamente constituyen la matriz cultural de cada país.

En estos tiempos en que los políticos luchan contra sí mismos para despegarse de la imagen decadente generada por los fracasos recurrentes y por la corrupción incontenible, la llegada de la tecnoderecha y especialmente del modelo libertario en La Argentina y su ascenso al poder, es un tema que seduce y atemoriza al mismo tiempo a la anquilosada clase política de la región. Esa misma clase política que para manejar el hastío de la ciudadanía se disfraza de “no político”.

Es patético que, para pretender el poder, los políticos deban declamar no serlo. 

Sin necesidad de un comité de psicólogos, sabemos que Chile es un país cuya sociedad vive en un péndulo que va rápidamente de la euforia a la depresión, sin pasos intermedios. A pesar de la estabilidad, siempre hay algo que desestabiliza, a pesar de hablar de futuro hasta en congresos, siempre se vive el miedo a lo que vendrá protegiéndose con lo mejor del pasado. Un péndulo silencioso en el que hay pocas emociones fuertes, aunque todos sabemos que esa adrenalina muchas veces es mejor no tenerla.

En octubre 2019 vivimos una emoción fuerte que fue una sorpresa para muchos, no para todos. Era impensado que sucediera, pero podía pasar y pasó. Tal vez el cambio buscado quedó en un discurso transitorio, en una sociedad intermedia que apoyó, se arrepintió y sintió que el esfuerzo de transformar no valía la pena y menos en esos términos. Una vez más, la matriz cultural superó todo cambio.

Siguiendo con las emociones fuertes, el resultado de la crisis de 2019 desembocó en una elección que dejó a la deriva a los grandes partidos políticos, vistos como obsoletos en su estética y en su discurso, para que en una elección final se enfrenten dos modelos de “política Pyme” como lo llamaría el expresidente Frei, lo que mostró una señal en la que puede haber extremos que arrastran al electorado moderado a votar por el extremo menos temido, es decir, la elección del menos peor. Finalmente, hoy es factible criticar la gestión de gobierno actual, pero podemos estar de acuerdo en que no es un gobierno extremo al menos en su estética democrática. Otra vez la cultura empuja para poder sobrevivir en el poder.

Pero frente a la insatisfacción económica y social, justificada o no, la sociedad vuelve a mostrar su vocación de cambiar para resolver problemas contingentes, y nunca exigiendo un modelo de país. El ciudadano, aparentemente, se ha vuelto un cliente pragmático que busca la conveniencia inmediata. De allí, que las palabras de moda para los políticos es el pragmatismo, el corto plazo, la acción concreta y un relato de hacerse cargo de la gestión más allá de entender que sin política, la gestión por sí sola es inútil.

Así aparece como una tendencia “cool”, sostener desde la derecha al modelo libertario “mileísta” del que se aferra Johannes Kaiser. Que Kaiser llegue al poder es para algunos un escenario imposible, pero que como octubre/19, también puede pasar. Así como una sociedad se animó a gritar su desánimo, quizás busque en el otro extremo resolver cuentas pendientes.

Comparado con la llegada de Milei, Kaiser no puede hacer ninguna analogía con el excéntrico libertario argentino, que aprovechó las miserias del gobierno kirchnerista para hilvanar un discurso despiadado pero perfecto en su construcción y ejecución, a partir de un sistema integrado de comunicación nunca utilizados con tanta eficacia. La “tecnoderecha” en todo su esplendor barrió con la vieja concepción de la comunicación política.  Y la política, como la estrategia, es comunicación. La comunicación gana una guerra, no los misiles…

Todos podemos coincidir que el desastre argentino parece no ser comparable con la frustración chilena, pero Kaiser puede alcanzar popularidad frente a una sociedad que no sabe lo que quiere, pero lo quiere ya. En tal sentido el posicionamiento de un “Pinochet democrático” parece juntar adeptos, al menos con propaganda intensa en las RRSS.

Ir al nudo de los problemas, privilegiar la acción a la burocracia parlamentaria, y tener poder a partir de los votos y la imagen, son determinantes frente a lo incierto.

En tal sentido, si Kaiser juega el juego a partir del modelo de la “tecnoderecha”,  aprovechando la nueva oligarquía de los medios digitales y avanzando en un nuevo segmento que se puede considerar como un espacio “cool” por el hecho de rebelarse frente a los dinosaurios de siempre, terminará con la dialéctica de izquierda o derecha para posicionarse como el verdadero pragmático que las nuevas generaciones y la mayoría silenciosa espera.

El dilema de la derecha es si Evelyn Matthei sostiene su popularidad dentro del prolijo pero lento esquema partidario, o si finalmente Kaiser se comporta como otra Pyme política rebelde.

La candidata (Evelyn) sabe que tiene que subir el tono, pero para eso debe pedir permiso en una interna que la va a impulsar pero que le va a exigir participación. Negociar para llegar…

¿Tiene Kaiser mayor capacidad de maniobra comunicacional que Matthei? Es posible, y eso lo hace más disruptivo y antipolítico, aunque no existe la anti política. Todos son políticos.

¿Será solo una aparición para tener de qué hablar en este verano, o será que va a pasar lo que nadie supone que va a pasar?

Un Kaiser no hace verano… ¿O sí?

Sólo un deseo, cuidemos la democracia. No sea cosa que la libertad genere nuevos esclavos.

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