Cuando a mediados del siglo XX irrumpió el mundo binario de unos y ceros, daba la sensación que la evolución social iba a estar dada por la cantidad y variedad de la información que desde ese momento el ser humano podría procesar. Pero sabemos que la computadora no representa al funcionamiento del cerebro, donde habitan sensaciones, intenciones e historias vividas, que le permiten al humano percibir el universo a su manera y también decidir en libertad.
El riesgo es que esa cantidad de información se sintetice para transformarse en instrucciones que promueven el adormecimiento de la actividad mental, por lo que el ser humano perezoso inevitablemente elige el confort de no pensar y acatar el mundo que se les representa. Así se forma un rebaño, nada más conveniente para quienes tienen aspiraciones dominantes, especialmente en el ámbito de la política y los gobiernos.
Sería lógico que, en un mundo que enfrenta problemas interminables como la pobreza y el desequilibrio económico y social, además de los conflictos geopoliticos eternos, resulte determinante desarrollar el pensamiento crítico y estratégico para ver más allá de lo evidente, pero especialmente adoptar una manera de pensar sistémica para ver el todo y abandonar lo lineal.
Nada de eso ocurre hoy. Ese pensamiento diverso se ha vuelto ordinariamente binario, lo que marca la aparición de sociedades binarias. Uno o cero, blanco o negro. Sin opción, porque las opciones exigen reflexión, y eso exige de un esfuerzo neuronal que hoy pocos están dispuestos a abordar.
La sociedad binaria es un reflejo de la ignorancia que produce imbecilidad, la que exacerba la postura de nosotros frente a ellos, la de eliminar toda lectura que no sea parte de unico lado del cerebro que se utiliza, y a ser amigo de los amigos de mis amigos y declamar “a los enemigos ni justicia”. No cabe duda que esta expresión representa a un colectivo social en crisis, que pone en riesgo las estructuras de poder haciendo peligrar la democracia y la libertad entendida como responsable y respetuosa del otro.
La idea de plantear orgullosamente “soy de derecha” o “soy de izquierda”, hacen del pensamiento político un triste juego de rivalidades sin contenido. No votar a una comunista, no votar a un fascista.
Bien, entonces ¿Qué alternativa tenemos? Ni el diablo marxista ni el demonio capitalista salvaje han resuelto los problemas de siempre.
En este enfrentamiento donde no se conversa, cada lado tiene su propio glosario que los encierra. Democracia o autocracia según sea el lado de las ideas , dictadura blanda o dura, positiva o negativa, libertad libertaria o libertad condicional.
Miopes y con un cerebro partido en dos, el rebaño de imbéciles llevados de las narices por políticos gritones y por canales de comunicación que agitan la diferencia de un lado o del otro, hacen real la canción Us and Them de Pink Floyd: Con, y sin. With, without.
¿Y quién va a negar que esa es la razón de las peleas?”, clamaba la letra de Waters y Wrigth.
Esta rivalidad transformada en una división que parece interminable y sin solución, deja a un costado a los reflexivos que no se ven representados por esos lados opuestos. Es ese centro que para los mediocres extremistas es un espacio para “tibios y cobardes”. Otra imbecilidad colectiva.
Esta sociedad partida en dos, es la que promueve la fragilidad democrática a partir de la atrofia neuronal con la que el rebaño busca con su voto el facilismo de un populismo disfrazado de democracia que, finalmente, termina encadenando a una sociedad, la que por vivir sin compromisos entrega su libertad y su poder colectivo a cambio de su “seguridad”, la que todos sabemos, termina siendo una utopía.
En un mundo binario hay pocos sistémicos.
Uno de ellos es Lacalle Pou cuya única opción binaria es democracia o autocracia, lo demás es una integración de ideas con sentido pragmático para resolver los problemas de siempre, los que no se resuelven pensando en blanco o en negro.
En una charla informal que mantuve con Luis hace unos días, conversamos sobre el significado de una sociedad histérica y cerrada a dogmas extremos, y como los gobernantes son responsables de hacerla evolucionar en busca de la convivencia.
Eso implica ser “blend”, una mezcla perfecta de soluciones que provienen del mismo núcleo de la sociedad, y no de un manual que plantea alternativas sesgadas por ideologías rígidas y excluyentes.
El “blend” es lo sistémico, pero para eso la capacidad de maniobra y la plasticidad mental son los a tributos que un político debe debe tener. Y eso no se consigue en la academia…
Si comprendemos que el centro es la gente, ese centro integrador y pragmático que algunos suponen que es para “tibios”, es la verdadera prueba de coraje en el arte de gobernar.
El mundo no es binario pero da la sensación que hay una provocación para que así sea.
Algunos están reconstruyendo el muro de Berlín, pero esta vez alentando a la manada a poner otro ladrillo en la pared.
Pobres de nosotros si no nos damos cuenta y no comenzamos a destruir el muro definitivamente.