Los usuarios de redes sociales se dieron un festín con la locura que provocó en el centro de Santiago un supuesto y masivo avistamiento de ovnis. La explicación era más simple: una instalación de estudiantes de arquitectura de la Universidad Mayor.
Es por esto que instó a “evitar retrocesos y avanzar hacia un trabajo decente con salarios dignos, con la ampliación de la negociación laboral, con más sindicalización, con más capacitación".
El gobierno de José Antonio Kast no solo inaugura un ciclo político, sino también un nuevo régimen discursivo. No se trata únicamente de lo que hará, sino de cómo nombra la realidad, qué conceptos enfatiza y cuáles relega al silencio. El contraste con el gobierno saliente es evidente.
Tras el cierre del juicio por el caso de SQM, después de 10 años de sufrimiento personal y familiar, el ex hombre clave de la derecha chilena confirma que, aunque no le crean, dejará la política y se irá a vivir “a la tercera reserva de agua dulce más importante de la Tierra, después de la Antártida y Groenlandia”. También dice que hay que partir una nueva coalición desde cero. De lo contrario, asegura, “el próximo solo será un gobierno de cuatro años”. Proyecta un conglomerado amplio, desde Libertarios al PDG, y declara que el legado del fundador de la UDI está más vivo que nunca. “Me emociona enormemente tener la oportunidad de ver a un Guzmán Boy conduciendo los destinos del país”, afirma y de paso anuncia que publicará un libro para el aniversario de la muerte del líder gremialista. “Ahí habrá muchos recuerdos, anécdotas y cosas que, no sé por qué, no me he atrevido nunca a contar”.
Para el expresidente de la UDI, José Antonion Kast tiene una doble misión: responder a las urgencias de la ciudadanía, pero también construir un set de ideas que permita dominar las escena política nacional. Aquí advierte que “será un gobierno muy difícil”.
Tras la fenomenal derrota en las urnas y en las ideas, la izquierda hoy se revisa. Y, como hace mucho rato, el primer análisis viene desde Madrid, donde partió ese narcisismo fatal y esa energía crítica que dibujó a Chile como un país peor de lo que realmente era. En el origen de esa nueva izquierda estaba su fin. Su carácter mediático y universitario permitió crear imágenes y diagnósticos exitosos, pero no mayorías duraderas. De Pablo Iglesias a Boric, pasando por Petro, la nueva izquierda es esencialmente superficial, estética e histérica. Entretiene, pero no convence.