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Un bombo que resuena, un central rústico que despeja hacia la tribuna y un hombre de negro que pita dos veces. Murmullos, algunas pifias, uno que otro aplauso. Los jugadores parten rumbo a camarines mientras los hinchas suben por las escaleras colmadas, hacen una escala en los baños y se disponen a chequear la oferta de los locales de comida.

Aunque los puristas se molesten, los 15 minutos del entretiempo son parte de la gran tradición del fútbol. Alentar es un asunto que da hambre y sed. La culinaria local ha respondido a esta necesidad con creaciones altamente autóctonas, como el sánguche de potito; hoy le compiten hamburguesas, completos y mechadas. Lo que se ha mantenido inalterable es la idea de que la comida en los estadios es cara y mala. ¿Será tan así? Acá pasamos revista a lo que se come en los tres principales estadios de la capital. Veamos.

En San Carlos

Cuando se inauguró el Claro Arena, a fines de agosto, algunos visitantes criticaron por redes sociales el precio de entradas, estacionamientos y comida. Algunos revivieron la crítica clásica: que la comida en las canchas es cara y mala, que es mejor aguantarse o tratar de ingresar un cocaví, lo que no está permitido.

“Fácil, vaya en micro y coma antes de ir”, decía uno. “Muy pocas personas comen adentro, porque independiente del club, es carísimo”, aseguraba otro.

Pero en un partido promedio, con unos 17 mil asistentes, en el estadio de la UC se consumen al menos 2.000 hamburguesas, 600 completos italianos y unos 400 trozos de pizza, además de muchísimas bebidas, papas fritas y maní, ya sea salado o confitado. “Son cifras que varían según el horario del partido… depende de si es al mediodía, en la noche o a las cuatro de la tarde”, ilustra Robert Schmitz, gerente de Casa Piedra, la empresa proveedora.

El remodelado recinto de Cruzados cuenta con doce puntos de venta, a razón de dos por sector (la excepción es Livingstone, que tiene seis; dos de ellos son VIP). En cada uno trabajan cinco despachadores que usan poleras con cuello, mallas para el pelo, mascarillas y jockeys, además de tres cajeros que se instalan separados de la zona de entrega, en atriles móviles, señalizados. A estos se suman unos 50 bandejeros que reparten los distintos productos por el estadio.

Con la cordillera a sus espaldas, a las afueras de la tribuna Alberto Fouillioux se instalan seis foodtrucks que ayudan a descomprimir el tumulto del entretiempo. El más concurrido es el de Monkey Dog, con sus conos de papas fritas ($8.000), sándwich de carne mechada con tomate, palta y papas hilo ($9.000) y tres opciones de hamburguesa smash ($10.000). También está One Way Pizza, con el muy de moda estilo Nueva York ($8.000 el trozo de margarita, pepperoni o salsa blanca con tocino y puerros) y Buffalo Waffles, con opciones dulces con crema chantilly, frutillas o plátano y nutella o manjar ($9.000). Además, hay un carrito de churros ($6.000 la media docena), otro de cafés y bebidas y uno que pronto venderá açaí, el apreciado puré congelado de la fruta morada amazónica.

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“Estamos atentos a las tendencias”, dice Schmitz, quien también hace alusión al pan brioche de papa con el que hacen las hamburguesas ($8.000) y hot dogs ($6.000). El mismo día del partido, en una cocina cercana a San Carlos de Apoquindo, se cuecen las salchichas, se preparan las verduras y se cocinan y empaquetan las dos opciones de entrepan, con medallones de carne de 150 gramos y cheddar-pepinillos o tocino ahumado-cebolla caramelizada-mozzarella. Los italianos se arman al momento de la venta, mientras que las hamburguesas se calientan en hornos especiales hasta los 75°C internos. Para la próxima temporada, Casa Piedra planea tener una cocina en el mismo recinto, que le ayude a diversificar la oferta y reaccionar en tiempo real a la demanda.

“Nuestro objetivo es prolongar la estadía del hincha. Que se programe para comer ahí, que llegue antes y se vaya después, incluso ahorrándose el taco de la salida”, detalla. La apuesta, dice, es combatir el estigma de la comida de estadio y diferenciarse en calidad, variedad, frescura e higiene: “Nos preocupamos de que los productos sean ricos y contundentes. Que lo caliente salga bien caliente y lo frío, bien frío”.

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En Macul y Ñuñoa

Mientras que en los alrededores del Claro Arena hay strip centers con locales de Subway y Melt, además de cafeterías e incluso tiendas de galletones inspirados —como las pizzas de adentro— en Nueva York, a las afueras de los estadios Monumental y Nacional abundan los puestos callejeros con sánguches de potito, que de alguna manera anticipan la oferta al interior, más asociada a la comida rápida chilena tradicional.

“No somos ni pretendemos ser un restaurante. Entendemos que la gente no va a comer, sino que a ver fútbol, por lo que nos enfocamos en dar un servicio rápido y fluido”, declara Sebastián Domínguez, gerente de Vive Snack, que es el proveedor gastronómico de los dos recintos. Con unos 30 mil asistentes por partido, en ambos casos, la empresa vende cerca de 2.000 mil hamburguesas, 800 completos, unos 1.500 sándwiches de mechada y cerca de 10.000 bebidas.

Al sur de Océano, en la cancha de Colo-Colo, hay un espacio que ofrece marraquetas con mechada y palta ($6.000), quizás el producto más identitario del estadio, y uno de los más solicitados en el entretiempo: durante la primera mitad, los despachadores arman, arman y arman, para después tener margen a la hora del pitazo.

A su lado, un espacio vende hot dogs (4.000), además de hamburguesas de vacuno con cheddar y tocino en pan frica ($5.000), que son preparadas en la cocina central de la empresa y retermalizadas en el recinto. Al norte del mismo sector, otro local cocina en una plancha, a la minuta, dos opciones de hamburguesa ($6.500): una con cheddar, tocino, pepinillos y salsa, y otra que en vez de tocino lleva cebolla, tomate y lechuga. También hay una cafetería con barquillos, muffins y helados soft ($4.000).

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En algunos casos, el sistema de compra es como el del Claro Arena y las cajas son independientes a los puntos de preparación, mientras que en otros, la venta se hace al costado del mismo atiborrado espacio de entrega. Todos los locales están montados sobre la infraestructura de cemento y separados del pasillo por mesones móviles de cartón, con pantallas sobre las cabezas que exhiben los productos y sus precios.

Arriba, en Rapa Nui, donde los asientos son numerados, Vive Snack tiene un servicio llamado “Yo te atiendo”, con unos seis garzones que llevan comida a los puestos. A diferencia de los cerca de 100 bandejeros que recorren el recinto, que esencialmente mueven hamburguesas y snacks, estos mozos pueden transportar productos más delicados, como los completos. Este mismo sistema opera en Marquesina y Andes del Estadio Nacional, con 12 garzones por sector.

Existe además una zona alfombrada con pasto sintético en la que hay cuatro foodtrucks: uno de churros ($4.000 la media docena y $2.500 los rellenos); otro de ases ($5.500) y churrascos italianos o con queso ($7.000), además de salchipapas ($6.000); otro de hamburguesas de pollo a la plancha, con coleslaw, rúcula y BBQ ($8.000) o tocino, cebolla y la misma salsa ($9.000); y un último con hamburguesas de vacuno ($7.000) y completos italianos ($4.500) o dinámicos ($5.000).

Este espacio, llamado “fanzone”, se replica en la tribuna Cordillera, que en su interior además cuenta con una cocina en donde se preparan los mismos productos que en Océano: mechadas, hamburguesas, completos y papas fritas. En las galerías, en cambio, por un tema de infraestructura, la venta se limita a snacks, bebidas y hamburguesas retermalizadas.

Esta misma oferta, diferenciada por sectores y con precios idénticos, es la que se distribuye en el Estadio Nacional, que tiene 35 puntos de venta en total, además de ocho foodtrucks repartidos en el perímetro exterior. Como excepción, Domínguez cuenta que en el casino de Marquesina han experimentado alguna vez con pizzas y empanaditas fritas de queso. “Y todo varía según la época: en verano vendemos muchos helados, granizados y mote con huesillos, mientras que en invierno salen más churros, café, bollería y sándwiches calientes”.

La gran diferencia en el Nacional se ubica frente a la Puerta 21. En ese punto, algunos se detienen en un puesto que parece improvisado, casi como los de la calle, y pagan en efectivo un sándwich de pernil o mechada italiana ($6.000), que se ha estado vendiendo en ese mismo sitio por décadas.

Algunos de los vendedores eternos del Coliseo, que estaban desde antes que Vive Snack se adjudicara la concesión en 2017, han podido mantener —en coordinación con la empresa— sus negocios con productos tradicionales. “El objetivo era preservarlos, por la identificación del hincha y su representatividad de la comida típica de estadio”, cierra Domínguez.

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Los palcos y camarines: cuento aparte

La concesión de Vive Snack en los estadios Nacional y Monumental no incluye a los palcos, que tienen la opción de coordinar con el proveedor o contratar algún servicio externo. Casa Piedra, en cambio, es el encargado gastronómico de todos los espacios del estadio de la UC.

El Claro Arena cuenta con un total de 46 suites privadas (22 en Livingstone y 24 en Fouillioux), cada con un living y 12 butacas, que son reservadas por empresas y/o familias. Todas incluyen un catering con tablas de queso, frutos secos y tapaditos, además de la posibilidad de pedir algunos de los productos masivos, como hamburguesas y completos, e incluso coordinar con anticipación algún servicio especial.

Este mismo formato tiene el palco presidencial, ubicado en el centro de la parte alta de la tribuna Livingstone, además de las cuatro esquinas, que cuentan con salones amplios que las empresas Claro, Bice, BCI y Master Card usan para eventos y activaciones. Todas estas áreas pueden pedir servicios de cafetería propia y carritos con productos específicos.

Lo único gastronómico que escapa de la gestión Casa Piedra es la alimentación de los futbolistas, de la que se encarga el equipo de nutrición del cuerpo técnico. Al terminar el partido, cada jugador recibe alguna comida preparada, que los dietistas encargan a entidades externas: suelen ser platos más cotidianos, como arroz con carne o pollo. Algunos futbolistas, eso sí, excepcionalmente comen pizza.

ProductoPrecios ($) Claro Arena – Casa Piedra Precios ($)
Monumental y Nacional – Vive Snack
Hamburguesas8.000 – 10.0005.000 – 9.000
Completos6.0004.000 – 5.000
Bebidas, energéticas y cerveza sin alcohol3.000 – 4.0002.000 – 3.500
Papas fritas de bolsa3.0003.000
Combo hamburguesa, snack y/o bebida11.0007.000 – 8.500


Diálogo de ciegos

Diálogo de ciegos

Ambos optaron por eslóganes inflados y fórmulas ya vistas mil veces. Los inmigrantes fueron tratados como muebles que se reubican. Los delincuentes, como residuos que deben barrerse bajo la alfombra.

Foto del Columnista Rafael Gumucio Rafael Gumucio