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Silvia Martínez de Narváez: en defensa del periodismo

La directora del prestigioso Premio Nacional Simón Bolívar, el Pulitzer de Colombia, habla de los 50 años del galardón reconociendo a los mejores periodistas de su país, de la importancia que tiene esta iniciativa para sostener la democracia y de los desafíos que enfrentan hoy los medios de comunicación en todo el mundo: “El periodismo se va a mantener, no hay manera de que vaya a ser reemplazado por influenciadores o individuos que se sitúan en el llamado periodismo ciudadano, que es algo que no existe”.

“Aunque se sufre como un perro, no hay mejor oficio que el periodismo”, decía Gabriel García Márquez, quien, a pesar de su fama como escritor, nunca dejó de considerarse un periodista de tomo y lomo. Ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982, nueve años después volvió a subirse a un estrado para recibir el Premio Simón Bolívar a la Vida y Obra de un Periodista, el máximo galardón de su tipo que se entrega en Colombia y que Gabo consideraría como uno de los mayores reconocimientos de su carrera.

Creado por el Grupo Bolívar —holding empresarial que abarca el Banco de la Vivienda, una constructora y una aseguradora, entre otros—, el Premio Nacional de Periodismo colombiano nació en 1975 con el fin de ser un soporte de la democracia del país del café y la bachata. A lo largo de los últimos 50 años se ha mantenido como un sostén de la libertad de prensa en un país en que los embates del terrorismo, el narcotráfico, la corrupción y la guerrilla han golpeado a los periodistas fuertemente.

A cargo de la dirección del premio está, desde 2012, la periodista y doctora en literatura Silvia Martínez de Narváez, quien durante cuatro años estudió y vivió en Santiago mientras cursaba su PhD en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica.

Sobre su paso por nuestro país, cuenta que “en Chile viví cuatro años maravillosos, en donde para mí fue un placer compartir con intelectuales chilenos”. Tras regresar a Bogotá, el presidente del Grupo Bolívar, Miguel Cortés Kotal, la invitó a hacerse cargo del certamen, algo que iba en la línea de su interés por servir a Colombia desde el periodismo, la cultura y la educación.

Una de las cosas que más destaca del Premio Simón Bolívar y sus 50 años de vida es la completa independencia con que funciona respecto de la empresa que lo financia y del poder político. “Yo acepté dirigirlo porque sabía que era un premio independiente. Soy periodista y mi compromiso con el premio es esa independencia inquebrantable, incluso respecto del grupo que lo financia. En 1975, José Alejandro Cortés Osorio —padre del actual presidente de la compañía— y la junta directiva decidieron crear el Premio Nacional de Periodismo como una iniciativa para respaldar la democracia en Colombia desde un oficio que es absolutamente necesario para que las democracias sobrevivan. Fue así como deciden emular el Pulitzer, reinterpretándolo para Colombia. Desde el minuto cero se plantea una independencia absoluta del jurado y de la dirección del premio. Aquí no hay un interés que vaya más allá de respaldar la democracia desde la responsabilidad social del Grupo Bolívar”.

Dentro de las garantías de autonomía que ofrece el premio está la elección anual de siete miembros del jurado, quienes van rotando para asegurar dicha independencia. De acuerdo con Silvia, estas voces son idóneas para argumentar y reflexionar sobre periodismo, siendo un jurado completamente ajeno a cualquier tendencia política o momento del gobierno en Colombia. Su rotación garantiza también que el Premio Simón Bolívar no actúa desde amiguismos.

Aunque el galardón colombiano fue creado a imagen del Pulitzer estadounidense, abarca muchos más formatos, premiando categorías para distintos soportes como audio, video y texto. Por otro lado, desde 2015 —y cada dos años— se entrega el premio al Mejor Libro Periodístico, lo que ha impactado profundamente al mundo editorial, recibiendo más de 80 libros en cada edición.

Un espejo de la historia colombiana

Para cuando Silvia Martínez de Narváez recibió la dirección del premio en 2012, éste ya tenía 37 años de existencia, periodo en que estuvo a cargo de Yvonne Nicholls, apodada “el hada madrina de los periodistas colombianos”. En todo este tiempo, el galardón ha dado testimonio del trabajo periodístico en un país marcado por el asesinato de candidatos presidenciales, políticos, empresarios, por secuestros y por el embate del narcotráfico y movimientos guerrilleros.

“Naturalmente, Colombia ha pasado por una cantidad de fases muy complejas, entonces el premio ha sido testigo de todos los momentos del país. La intención del Premio Nacional de Periodismo es seguir reivindicando el oficio como contrapoder, y por eso es tan importante su naturaleza independiente. Si el premio tuviese algún tipo de afectación desde la empresa que lo financia, no sería un contrapoder. Cuando el país observa cada año los premios que se entregan, el público acostumbra a revisar el premio como un repositorio de la historia del país. En esa línea yo creo que, en primer lugar, el Premio Simón Bolívar se ha convertido en una memoria para Colombia”.

Uno de los mitos o temores que existen en torno al premio tiene relación con posibles presiones de los gobernantes de turno, algo que Silvia desmiente categóricamente, aclarando que los presidentes siempre están invitados a la ceremonia de premiación, instancia en la que recién se enteran del nombre de los ganadores. Desde que ella lo dirige han estado invitados los presidentes Santos, Duque y Petro, pero aclara que el premio está en otro nivel, porque es una instancia en donde se observa a un país con una historia compleja y se vuelve un espacio de reflexión para muchos. “En 2015 estuvo con nosotros como presidente del jurado el reconocido escritor Juan Gabriel Vázquez, quien en su discurso dijo que todos los políticos de Colombia deberían ser jurados del Premio Simón Bolívar, porque es la forma como verdaderamente se conoce el país”, dice Silvia.

Con más de mil postulaciones recibidas cada año, llegar a ganarlo es muy difícil, más aun considerando que la calidad del periodismo colombiano es internacionalmente reconocida. “Tengo que admitir que Colombia tiene muy buen periodismo. Desde nuestra fundación creemos en la formación de los periodistas, porque hacer periodismo no se improvisa. Además, en Colombia hay buen periodismo porque quienes ejercen el oficio han logrado poner fronteras para poder seguir trabajando desde una posición valiente e independiente, situando el oficio sobre cualquier tipo de censura. Este año recibió el premio al Periodista del Año Gustavo Chicangana, un profesional de Guaviare que, por una entrevista incómoda, recibió varios tiros en su casa y a su esposa la trataron de matar, pero él sigue ahí haciendo país. Si en Colombia el periodismo desfallece, también desfallece el país, porque aquí hay una ausencia del Estado en varios territorios y, sin embargo, los periodistas siguen trabajando. Yo diría que hay
una dosis alta de valentía y de compromiso y vocación”.

El periodismo no puede morir

La realidad actual, para gran parte de los medios de comunicación y por ende para los periodistas, es compleja. Falta de financiamiento, proliferación de voces sin formación, capacidad ni responsabilidad en redes sociales, ataques por parte de presidentes como Donald Trump, y el cierre de diarios, revistas y hasta canales de televisión han golpeado con fuerza alrededor del mundo. Para Silvia Martínez de Narváez, “actualmente existe un peligro que se da en las redes sociales, en donde todos los individuos se consideran opinadores. Eso es un gran riesgo, porque cualquier persona puede abrir un canal para
generar una opinión creyendo que está haciendo periodismo.

En ese caso, nosotros seguimos creyendo que el periodismo requiere formación y se ejerce bajo la ética y la rigurosidad. La proliferación de redes y canales permite las noticias falsas, en donde una audiencia mundial accede a crear su opinión desde ahí y no desde fuentes serias y conformadas con contenidos periodísticos de calidad, como son los diarios y canales reconocidos y los proyectos independientes rigurosos”.

“Por otro lado —agrega—, está el desafío del momento financiero, en donde la publicidad ha dejado de centrarse en los medios de comunicación. Eso hace que sea un momento en donde, desde los medios más reconocidos del mundo hasta proyectos personales, están tratando de ver cómo sostener contenidos editoriales serios y al mismo tiempo tener financiación. Entonces, son desafíos gigantescos y delicados, que someten a las democracias a mayor fragilidad, porque quienes abusan del poder se valen de ello para seguir atacando al periodismo y a los medios, porque saben que desde sus propios canales pueden transmitir sus propias narrativas y ganar adeptos. Por eso el periodismo no puede desfallecer en ninguna parte del mundo”.

Consultada por el futuro, y desde su propia experiencia como reportera y conductora de noticias, señala que “tengo absoluta claridad de que el ejercicio del periodismo no puede morir en ninguna sociedad. Sin dudas, el periodismo se va a mantener, porque no hay manera de que vaya a ser reemplazado por influenciadores o individuos que se sitúan en el llamado periodismo ciudadano, que es algo que no existe. El periodismo es irremplazable. No puede morir, no existe esa opción”.

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