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12 de Diciembre de 2017

La desconocida historia de Jaime Valdés y la bendición del Vaticano antes de ser campeón

"El mejor futbolista del año tiene seguidores en Chile y en el Vaticano, de un Monseñor que está sentado junto al papa Francisco. Su talento es sagrado".

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Ahí está el protagonista de la historia: parado y firme frente a la pelota, esa que escondió bajo su brazo derecho apenas el árbitro decretó el penal. Jorge Valdivia y Esteban Paredes merodean por el área hambrientos de gloria. Pero la pelota es suya. El momento le pertenece. Jaime Valdés está con la mirada fija en la pelota y, de reojo, a los movimientos amenazantes del arquero rival.

Antes de llegar a ese momento cumplió con los ritos que para él no son cábalas sino simples costumbres.

En la víspera del partido ante Huachipato, cómo casi siempre, se comió un chocolate Sahne-Nuss con su gran amigo Paredes después de la cena. Rica costumbre.

El sábado en el estadio Ester Roa fue el último en bajarse del bus, cómo siempre, antecedido por el “Tanque”. La empatía de ambos dentro de la cancha no es más que la extensión de su afinidad fuera de ella.

Pero esos ritos mundanos tienen otra cara, una sagrada, literalmente sagrada. Un golpe espiritual que viene de su época de volante en el Calcio.

Mientras jugaba en la Unione Sportiva Lecce, en el sur de Italia, conoció a un sacerdote hincha del equipo y seguidor de su talento. Con el paso del tiempo se convirtió en su gran amigo. Su “amigo cura”.

Hoy el sacerdote es Monseñor y secretario del papa Francisco. Sí, un eclesiástico con diginidad especial.

Desde el Vaticano el mentado Monseñor nos cuenta que está feliz por el título de su amigo futbolista. Prefiere que no se revele su identidad pero habla sin pudores de esta linda amistad. Confiesa que cuando Jaime “siente la necesidad” o “advierte la necesidad de la protección del señor”, se comunica con él.

Antes de partidos claves como el del domingo en Concepción, el protagonista de esta historia recibe la bendición de su amigo desde el Vaticano. Sí, desde la Santa Sede. En ese mismo lugar, Monseñor bautizó a Emiliano, el hijo de Arturo Vidal.

“Pajarito” recibió la protección sagrada directamente desde el Vaticano antes del partido con Huachipato.

Valdés fue el jugador más decisivo, el emblema del campeón. Según sus pares futbolistas, el mejor volante izquierdo; para el Círculo de Periodistas Deportivos, el Mejor del Año. Y acciones cómo la del sábado en Collao justifican los honores.

Ahí sigue de pie durante más de un minuto. Cuando Julio Bascuñán toca el silbato, el protagonista suspira y comienza una carrera fugaz pero violenta sucedida con un remate furioso que termina rebotando en las redes.

Luego inicia otra carrera, la del desahogo. Colo Colo abre el camino de la victoria con ese disparo. Con SU disparo. Jaime Valdés corre con prisa y emoción. Besa el escudo de la camiseta y celebra con los hinchas. El título esta cada vez más cerca. Es el premio por un campeonato en el que fueron superiores a casi todos los rivales, por una temporada en la que ganaron cada uno de los Clásicos.

Jaime Valdés simboliza el éxito de este equipo. Fue clave durante todo el año y determinante en el partido que cambió la historia del torneo: el 5-2 sobre Unión Española, cuando marcó dos veces de penal, como ahora en Concepción.

El mejor futbolista del año tiene seguidores en Chile y en el Vaticano, de un Monseñor que está sentado junto al papa Francisco. Su talento es sagrado.

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