Secciones
Entretención

FIN

Al estar cerca, pude entenderlo desde otro lugar, no como ídolo. No como mito. Sino como alguien real. Como un par. Improbable. Aunque me me tildaban de groupie.

COMO TODO ESCRITOR QUE SE RESPETE, TUVE MIS  DADDY ISSUES  1. LOS REALES (¿por qué mi padre no me pesca?, ¿por qué se fue?, ¿por qué no conectamos?) y, además, los literarios. Supongo que soy hijo del Boom. O dicho de otra manera: vine después. No inmediatamente después, pero después. Algo me dice  que los de la generación Post- Boom, un grupo que de alguna manera fue apabullado por

el Boom, no solo no se hizo cargo sino quizás sus miembros huyeron. Yo, de alguna manera, los enfrenté. Primero, claro, los leí. Muchos de sus libros me gustaron mucho y varios de ellos me parecieron grandiosos. Uno de ellos me pareció un

ejemplo de todo lo que estaba mal (Carlos Fuentes, inspirador y protagonista a cléf de Sudor, algo que pagué carísimo).

Mis favoritos, lejos, fueron Manuel Puig y Mario Vargas Llosa. En un mundo paralelo, puede existir un lugar donde ambos coinciden,se amen,se potencieny acaso se transformen en una misma persona. José Donoso fue literalmente mi maestro, iba a su taller, tengo pendiente escribir un libro sobre
eso. Me enfrenté, mano a mano, a Gabo con McOndo. Aparentemente él no se enojó, pero muchos de los que defendían ciertas causas si lo hicieron.Fui acusado de parricida, pero eso es parte de ser artista, creo. Quemar las naves y a veces incendiar el puerto, aunque también es importante fundar bibliotecas y crear una obra propia. Y dialogar con los enemigos y abrazar como fan a aquellos que te parecen clave.

Puig podría haber sido  mi madre, pero nunca lo  sentí así,  aunque siempre lo  vi como el  tío  gay  camp divertido y ácido, entonces Vargas   Llosa   fue   uno   de   mis padres literarios. Lo leí, lo subrayé, lo quise adaptar (Día domingo como base  de  una experiencia cinematográfica limeña), me guió  a través de sus novelas y obsesiones. Fui ultra fan y su Nobel lo sentí como mío.

En algún  momento improbable, él además me  leyó.  Y sí. Me importaba que  hablara bien  de  mí. Que  me  tomara en  serio cuando otros soloveían a un escritorfrívolo, pop, posmoderno, freak.

¿A qué hijo no le importa ser visto por su padre?
¿Aunque sea un padre inventado?
Me importaba que existiera. Que siguiera escribiendo. Que opinara, incluso cuando no estaba de acuerdo con nada de lo que decía. Me importaba su presencia. Su ambición. Su manera de tomarse la literatura en serio, incluso cuando escribía sobre sexo, dictaduras o adolescentes perdidos.

Me importa que su legado se cuide.
Quise convencerlo para escribir un libro (Conversaciones en el Pizza Hut), pero no resultó. Si me gustó una entrevista que le hice, con Patricia siempre cerca, sapeando, post Nobel. Yo deseaba hacer una antología de sus escritos y columnas más pop, lo contrario a Contra viento y marea. Algo como: Modo fan, pero me hizo ghosting. Eso fue como en 2016. Quizás ya estaba rodeado de la gente incorrecta. Me encanta su libro Dos soledades, una pequeña obra de teatro o podcast. Es un rescate de la transcripción de la única entrevista en vivo que le hizo MVLL a Gabo en Lima, antes que Gabo se transformara en Gabo. MVLL es el famoso. Lo triste es que Juan Gabriel Vásquez hace el prólogo 2.

Lindo  eso:  a medida que  se aproximaba a la muerte, dejó que se publicará su material ligado a Gabo. Como las Cartas del Boom. Y la colosal Historia de undeicidio, un ensayo sobre GGM y Macondo y Cien años de soledad.

Cierto: prefiero sus novelas antes de las elecciones presidenciales peruanas de 1990, aunque ese momento, esa derrota, es la que lo libera de ciertas trancas y lo hace escribir El pez  en  el agua,  unas  memorias acerca del  padre que  aparece después “de  muerto”, de abuso y maltrato, el arte de transformar el bullying en literatura. El pez enel agua es  acerca de  un  joven  al que  internan el Colegio Militar  Leoncio Prado para que  no  se transforme en  escritor. Y en algo   parecido: en   maricón.  Como  si ambos no  fueran de  la  mano. Vargas Llosa se adelanta a su futuro biógrafo, Gerald Martin, con  quien almorcé alguna vez  en  Hay  Festival Arequipa, luego de sentir el ostracismo de  todos por hablar mal de Patricia y de Morgana Vargas  Llosa  y de  la idea  de  la familia ideal  del  Boom.  El pez  en  el agua  es el  que  tengo más  subrayado y el  que siempre recomiendo a mis alumnos de talleres en la UDP. Por un lado, es la historia de cómo se hace un escritor y cómo todo lo vivido le puede servir como material y, por otro, cómo uno se autodestruye al dejarse llevar por querer transformar al Perú en una  ficción. Vargas Llosa escribió e hizo  cosas notables luego de que  el año  1993 apareciera este libro  cumbre de no ficción, pero nada comparado con  lo que  hizo en la etapa uno.  Eso me sorprende: que  sea uno  de esos artistas. Es decir: de esos  cuya mejor obra coincide con antes que empezaran las canas. Dicho eso:  qué  grande es Conversación en la Catedral, sí, pero vaya que  también lo son Pantaleón y las Visitadoras; La tía Julia y el escribidor  e Historia de Mayta.

¿En qué momento se jodió Vargas Llosa?

¿Alguien dirá eso?

¿Se puede decir?

1 Foto de los dos en Caretas: El escritor y su groupie. Yo bromeaba: ¿quién es el groupie?

2  Para el mundo de Alvarito VLL, para  la Bienal VLL, creo que yo no existo. No hay daddy issues sin rollos de hermanos y sin duda otros terminaron “heredando”, aunque algo me dice que no es tan así, pero bueno… acá no viene al caso.

Fui su sombra en su ciudad. Su doble. Su cronista emocional. Y en medio de todo —el caos, las fotos, la política, las entrevistas— sentí que volvía a aparecer. No él. Yo. Él ya era estatua. Figura. Voz. Recorrimos Lima y todo Lima, mitad a favor, la otra mitad en contra, agentes de seguridad de por medio, nos seguían. Al estar cerca, pude entenderlo desde otro lugar. No como ídolo. No como mito. Sino como alguien real. Como un par improbable. Aunque me tildaban de groupie. 3
Pensé en mi padre. El lazo de los dos con California. “Mi padre trabajó también como obrero en Los Ángeles. Fue portero de una sinagoga”. Le conté de mi tío Carlos. Escribe de eso, me dijo. Escribe una novela, ahí tienes material. Vargas Llosa no estaba regresando a Lima. Estaba reapareciendo. Estaba siendo encontrado.Yo también. Un día le dije: no iré a esta actividad.Voy a ir al rodaje de Tinta roja. Construyeron una redacción en una ex clínica. Lombardi le dice que si quiere ir. Se juntó con PPK o alguien así.

Un día, me avisan que entré a la red. Ahí estaba el Nobel, es- cribiendo sobre Missing en su columna de El País. Sobre mi tío. Sobre mis culpas. Sobre mi spanglish. Sobre mi dolor reciclado como novela. No como experimento fallido. Sino como litera- tura. El libro no estaba aún en España ni fuera de Chile porque Alfaguara no creía mucho en mí ni menos en mis libros. Lo tomé como un regalo.

Él escribió lo que yo aún no me atrevía a pensar: Esta voz vale. Tu voz vale.

Missing salió en 2009. Un libro raro. Una investigación emocional. Una carta disfrazada de mapa. Una excusa para buscar a mi tío. O para entender por qué él se fue y por qué yo me quedé. Nunca supe cómo llegó a sus manos. Ni por qué lo leyó. Pero lo hizo. Y no solo eso: escribió sobre él. Públicamente. Lo defendió. Lo validó. Lo puso sobre la mesa de los libros “serios”.

Mario Vargas Llosa escribió sobre mi libro como si me conociera. Como si también hubiera tenido un Carlos. Como si él también hubiera sido ese sobrino confundido, tratando de armar el mundo a través de un tío perdido en la niebla. ¿O él fue un Carlos? Cuando leí su columna,fue como si me escribierauna
carta: La leí de golpe. Me sorprendió que no se riera del título.

Que no intentara corregirme. Que no dijera “esto no es una novela”4. Que no necesitara encasillarme. Que entendiera.

Lo leí y me reí. No sé si de gratitud, de nervios, de incredulidad. Me imaginé a Vargas Llosa subrayando mis whatever, anotando en los márgenes: weird, but it works. No se burlaba. No ironizaba. Veía algo verdadero. Algo que existía fuera del canon, pero que quizás merecía entrar o no ser desechado.

Diez años antes en el último piso del Marriott. Mesas de catering. Aire tenso. Voy a presentar La fiesta del Chivo. No sé por qué. O sí: porque dije que sí por inercia. Por miedo. Por afecto. Me gustó el libro. Claro. Pero tampoco tanto. Mucho dictador. Mucho poder. Mucho uniforme. Yo con un traje que me queda mal y una hoja casi en blanco.
Traigo algo para la presentación. No un ensayo. No una lectura académica. Traigo una suerte de carta a un crush. “Ser joven nunca ha sido fácil. Ser joven y no contar con tu padre, menos. Ahora bien, todo se complica aún más si uno es joven, quiere ser escritor y anda buscando un padre por ahí. Un padre literario. Un padre a secas”.
¿Me habrá leído? No lo creo.Aún no he escrito Missing. Estamos sentados en unos sofás naranjas, con vista a todo
Santiago. Él suelta:
—Tinta roja es muy La tía Julia.
—Sí —le digo— pero sin la tía Julia. Nos reímos.
Un poco.
Solo ahora que se ha ido me doy cuenta de cuánto me importaba.

Notas relacionadas



Chile: niños ricos, República pobre

Chile: niños ricos, República pobre

La reciente resolución de la Corte de Apelaciones de Antofagasta en el caso ProCultura –donde se concedió un recurso de amparo con fundamentos jurídicos endebles y argumentos marcadamente políticos– no hace sino confirmar el debilitamiento de la legitimidad del actuar judicial.

{title} Williams Valenzuela