
En un estado deplorable y con las fuerzas suficientes únicamente para mantenerse de pie. Así se encontraba Héctor Germán Oesterheld, el autor del cómic El Eternauta que inspiró la popular serie homónima de Netflix, en sus últimos momentos de vida.
El escritor había sido secuestrado hace algunos meses atrás y llevado al centro clandestino de detención El Vesubio en medio de la dictadura militar en Argentina, donde vivió sus últimos años de vida hasta 1978.
La historia de El Eternauta tuvo sus primeros trazos unas décadas antes. En los 50′, Oesterheld fundó la editorial Frontera, lo que a su vez le permitió constituir la revista Hora Cero. Fue en sus páginas donde, por primera vez, presentó la historieta en 1957, un relato que muestra una invasión extraterrestre ambientada en Buenos Aires y como un hombre común, Juan Salvo, debe pasar a transformarse en un héroe.
El guion estaba firmado por el autor, mientras que los dibujos estaban a cargo de Francisco Solano López.

En los años 60, su obra agarró un tinte político. En 1967, Oesterheld organizó un equipo con los dibujantes Alberto y Enrique Breccia para trabajar en una colección de biografías en formato cómic. Su primer título fue para Ernesto Che Guevara, al que le siguieron otras figuras latinoamericanas como Sandino, Fidel Castro, Pancho Villa, Simón Bolívar y Tupac Amaru.
Ya para principios de los 70′, el autor de El Eternauta se acercó a la agrupación guerrillera Montoneros en su rol como escritor. Sus hijas no demoraron en seguirle. Sin embargo, cuando estalló la dictadura militar argentina en 1976, su incesante rebeldía fue notada por la milicia. Un año después, un 27 de abril, Oesterheld fue secuestrado y desaparecido por las fuerzas armadas.
Los últimos años del autor de El Eternauta
Las cuatro hijas del escritor para ese entonces ya habían sido retenidas. Primero fue Beatriz Marta Oesterheld de 19 años; seguida por Diana Irene de 23; la tercera fue Marina Oesterheld. La mayor, Estela Inés, no logró zafar, muriendo abatida a balazos tras intentar escapar de sus captores.
Ya viviendo en la clandestinidad, Oesterheld trabajó en la segunda y última parte de El Eternauta, la que pudo terminar antes de su desaparición forzada y por consiguiente su asesinato.

En la nochebuena de 1978, cuando ya casi no le quedaban más fuerzas para mantenerse de pie, fue una de las últimas veces que se le vio con vida. “Los guardianes nos dieron permiso para sacarnos las capuchas y fumar un cigarrillo. Y nos permitieron hablar entre nosotros cinco minutos. Entonces Héctor dijo que por ser el más viejo de todos los presos, quería saludar a todos, uno por uno. Nunca olvidaré aquel último apretón de manos“, recordó el psicólogo Eduardo Arias, testigo de la situación, ante la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.
En algún punto de 1978, Oesterheld falleció. A pesar de que su vida se esfumó terriblemente, su legado hoy más que nunca brilla para las nuevas generaciones que conocen su historia gracias a la adaptación de Netflix.