Secciones
Opinión

Eternautas

En la era donde la IA puede darnos libertad o controlarnos (lo que el pastor busca), es la unidad social la que debiese prevalecer para resolver los problemas cotidianos y anticiparse a los conflictos futuros para que no sucedan. Pero la falta de interés, la ignorancia y la manipulación hacen de la unidad una utopía.

La nueva serie de Netflix llega en un momento justo. Tal vez por casualidad, tal vez porque nos merecemos que nos sacudan la modorra mental que nos lleva de la procrastinación (Otro término que podríamos resolverlo con la vieja palabra “haraganería”, pero procrastinar suena más cool) hasta la indiferencia por el todo.

La historieta (es más que eso) creada el siglo pasado en la década del 50 por Héctor Oesterheld, quien fuera asesinado por la dictadura cívico-militar argentina en 1978, no podía tener más actualidad. Tal vez, la visión eterna de Oesterheld nos previno de ese argumento sin tiempo.

Una historia que si bien cuenta con un antihéroe protagonista (Juan Salvo) nos enseña que frente a la amenaza de una invasión represora, controladora y autoritaria, nadie puede acudir a un salvador, sino que la salvación es un hecho colectivo.

Curiosa situación en tiempos de individualismo y de indiferencia hacia el otro y los otros, donde el yo supera al nosotros y donde se exacerba la culpa de “ellos” para enarbolar discursos extremos con la finalidad de inventar a un pastor y crear rebaños, algo tan anacrónico como efectista en tiempos borrosos y oscuros.

La falta de energía grupal y la actitud de “sálvese quien pueda”, quedan reflejados en el impacto en la vida política, donde sabemos que la realidad supera a las ideas pero son las ideas las que construyen el relato fanático para hipnotizar a un rebaño integrado por individuos solitarios.

En este escenario es dónde, por ejemplo, se presenta la pálida y mediocre carrera electoral que busca elegir a un “salvador” de lo que no podemos lograr como un colectivo social.

Un “salvador” que, para ser elegido por un tiempo inexistente en la historia, se supone un pastor dueño del poder y provocando la división para reinar (algo que se le atribuye a Maquiavelo, que era el consultor de un príncipe autoritario), en lugar de promover la convivencia necesaria.

Claro, la convivencia une así como la educación permite filtrar la basura informativa de la que el supuesto emite para dominar rebaños.

En la era donde la IA puede darnos libertad o controlarnos (lo que el pastor busca), es la unidad social la que debiese prevalecer para resolver los problemas cotidianos y anticiparse a los conflictos futuros para que no sucedan. Pero la falta de interés, la ignorancia y la manipulación hacen de la unidad una utopía.

En tiempos mezquinos donde algunos ilusionistas medievales hablan de batallas culturales en lugar de pensar en la evolución cultural de la sociedad, nos surge el cuestionamiento clave:
¿Queremos ser un eterno rebaño en el que uno no se juega por el otro? ¿O queremos ser ETERNAUTAS y hacer el intento de salvarnos colectivamente?

Un país, una región, el mundo, no necesita de un salvador con actitud de pastor.

Necesita de todos nosotros, pero no para reaccionar sobre la emergencia, sino para diseñar un futuro compartido.

Suena ilusorio, pero es la realidad en los países más desarrollados que prescinden de un pastor y que precisamente son un colectivo social con un destino común.

Por todo esto, es necesario poner en su lugar a quienes se creen pastores de una mansa sociedad, y que se den cuenta que solo deben ser administradores de la granja y no un dictadorzuelo desfrazado de democrático.

No necesitamos campañas electorales dónde iluminados prometan el paraíso, sino esforzarnos por compartir un propósito común diseñado en un gran acuerdo social que sirva para elegir y dirigir al administrador. Como en una empresa, los cisudadanos somos los accionistas, y por ende ocupamos el verdadero espacio de poder..Solo tenemos que ejercerlo.

No tenemos una invasión alienígena que nos amenaza, ni un ser poderoso domunante que nos hipnotiza, pero tenemos problemas que parecen insolubles y que son infinitos por nuestro desinterés y nuestra mezquindad.

El Eternauta enfrentó el peligro con el poder colectivo que salva a todos.

¿Podemos hacerlo igual?

Notas relacionadas