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La nueva identidad

La importancia de gestionarla con conciencia para aprovechar sus beneficios sin perder nuestra esencia, la identidad digital está transformando quiénes somos y nuestra forma de relacionarnos.

Hace apenas unas décadas, la noción de que una persona pudiera tener una identidad y reputación sin estar físicamente presente era tan futurista e improbable que solo tenía lugar en la imaginación de algún guion de cine. La primera impresión que uno dejaba en las personas era física, en reuniones cara a cara, en el trabajo o sociabilizando. La impresión que la mayoría de los seres humanos tenía de nosotros se basaba en gran parte no solo en nuestro carácter, sino en cómo nos veíamos, cómo hablábamos, qué hacíamos; en resumen, cuánto espacio ocupaba nuestra persona. En aquel entonces, el branding personal era simplemente el resultado de cómo nos comportábamos en el mundo real.

Pero la llegada de Internet, y luego las redes sociales, generaron un cambio. La presencia corporal comenzó a tener un par, un clon y a dar otra versión. Comenzó a ser suplementada, o quizás en algunos casos, reemplazada, por la imagen digital que proyectamos en línea. Hoy en día, basta solo unos segundos para que alguien se forme una opinión sobre nosotros, no basada en el trabajo de toda nuestra vida o en nuestra experiencia o el camino recorrido, sino en un solo tuit, tu últimas publicación o un par de comentarios que hiciste que llamaron la atención. Es esa “identidad digital” la que cada vez más se convierte en la primera impresión que muchos de nosotros damos. Hasta hace muy poco, la reputación se establecía en la vida social y laboral, pero ahora, la historia que vamos creando en línea puede tener considerablemente más peso en cómo somos vistos en el presente.

Por lo tanto, crear una identidad digital comprensible, unificada y genuina ya no es solamente una buena idea para ganar un espacio notorio en una red social, sino una necesidad y una responsabilidad si decidimos participar del mundo digital. La forma en que elegimos representarnos, lo que revelamos y cómo administramos nuestras cuentas puede crear o desaparecer oportunidades para nosotros, tanto en nuestra vida profesional o personal. Si lo miramos en esos términos, la “marca persona” tiene que ver con quiénes somos y cómo nos presentamos en el mundo “on line”.

La responsabilidad

Crear una identidad digital que nos represente es responsabilidad de cada uno como individuo. Como nos mostramos o la información que compartimos depende pura y exclusivamente de nosotros y de lo que buscamos. No basta con tener perfiles en redes sociales, debemos cuidar qué y cómo comunicamos, tener claridad que lo que compartimos entra en la web quedando al análisis de millones de personas. La autenticidad es clave. La tendencia es la búsqueda de transparencia y coherencia entre quiénes somos y lo que mostramos en línea. Nuestra identidad digital debería ser un reflejo de nuestra persona, porque lo que mostramos en línea tendrá posiblemente un impacto profundo sobre nuestra percepción.

Cada publicación, foto, comentario o interacción define esa percepción. Por eso es esencial mantener un mensaje que sea fiel a quienes somos y a lo que queremos. Administrar de manera proactiva nuestra vida en línea también significa determinar qué compartimos, qué es personal, qué revelamos y qué no para evitar que nos dañen o exponernos a situaciones negativas.

En la era digital, estas construyendo una imagen cada vez que interactúas, el alcance impersonal y el poder de permanencia de una imagen digital son mucho mayores que conocer a alguien en persona. Por lo tanto, es importante programar y reflexionar antes de publicar, saber cuál es el mensaje y construir un perfil que sea un “nosotros” virtual, crear una “identidad digital” segura es responsabilidad de cada individuo de la nueva sociedad digital.

Seguridad y límites

La presencia digital también conlleva responsabilidades. Demasiada exposición y compartir información son amenazas no solo para nuestra integridad, sino también para nuestra tan apreciada privacidad. La seguridad en línea exige atención y conocimiento, cosas básicas como nuestras contraseñas deben ser fuertes, únicas en cada red y es esencial habilitar autenticación de dos pasos y sobre todo estar atentos.

El robo de identidad, la suplantación de perfiles y el hackeo son amenazas reales y cotidianas en la actualidad. Un informe del FBI del 2023 publicó que “Cada violación de datos tiene una falla en la protección de credenciales y de perfiles”. Por eso, depende de nuestra responsabilidad salvaguardar la información y asegurar que la contenidos disponible sobre nosotros en la web sea controlados y limitados. No solo para evitar exponer datos sensibles, sino también para proteger nuestro trabajo, vida social y emocional.

Otro límite que necesitamos aprender a navegar son los de la exposición personal. Existe la tentación de compartir todo, a veces cosas que son básicas terminan socavando muchas relaciones o afectándonos mentalmente. Si hay algo que decir sobre el valor de la privacidad, es dónde trazamos la línea entre lo que mostramos, comentamos y lo que no, partiendo de bases lógicas como no publicar detalles personales, como direcciones, números de teléfono, datos bancarios o información sensible.

Ese cuidado también implica aprender a lidiar con la “doble vida digital”. Hay una inclinación a jugar seguro teniendo una doble personalidad a menudo para separar tu vida personal y profesional, pero hay que considerar que cuando esos dos mundos colisionan puede causar angustia interna y ética. El universo digital, a pesar de todas sus maravillas y milagros, también genera una enorme pasada de cuenta a nuestra salud mental. La constante búsqueda de validación en forma de “likes”, “interacción” o “seguidores” puede resultar ser una espada de doble filo. Depender de esa aprobación social digital puede llevar a ansiedad, depresión y baja autoestima. Una queja común entre los jóvenes, en particular, es que han ideado vidas dobles: una vida en línea “curada”, y otra real; esta última a menudo menos editada, y hasta a veces con menos exposición. Tal fragmentación puede conducir a conflictos internos y una sensación de irrealidad. El sobre pensamiento en la imagen que presentamos en las redes sociales, excluyendo nuestra propia salud emocional, se convirtió en un fenómeno más común de lo que debiera.

La palabra clave es autenticidad. Ser coherentes con lo que realmente somos, sin mantener máscaras ni desempeñar una falsa personalidad solo para complacer al mundo virtual, es la mejor vacuna para la salud de nuestra cabecita. Tratar de mantener nuestra imagen puede convertirse en un estrés insoportable si no sabemos cómo mantener esa presencia digital bajo control. Se trata de reconocer que ninguna vida, en cualquier parte del mundo, es perfecta, y que la autenticidad y la autoconciencia son el camino más saludables que tenemos. La salud mental implica cultivar relaciones genuinas y no confiar solo en el mundo digital para validar, y es vital aprender a separar nuestra vida “on line” de la real.

Los Centennials

La identidad online de los “Centennials” (Generación Z) ha influido en ellos de muchas maneras, afectando cómo se relacionan con los mundos virtuales y físicos. Siendo los primeros en exponerse desde su nacimiento al mundo digital, han crecido con una experiencia real y orgánica en el mundo online, donde la presencia digital no es una opción, sino el espacio donde gran parte se relacionan, trabajan y toman decisiones. Esta tendencia ha tenido un efecto en sus vida “offline”, provocando nuevas maneras de actuar, hablar, manifestarse e incluso ver la realidad. La pantalla es parte de su realidad futura.

Una muestra de ello es el uso de los alias o nombres de usuario de redes sociales, llegando a ser parte de su identidad física, adoptando en algunos casos apodos que se vuelven tan personales y reconocidos que los utilizan en el mundo real, en su entorno cotidiano, en eventos sociales, en trabajos o incluso en documentación. Esto podría deberse a que ese alias representa mejor una parte de su personalidad que desea potenciar o comunicar.

Otro ejemplo clásico que los modifica, es el efecto de las redes sociales en la autopercepción. La constante exposición de imágenes, puntos de vista y formas de vida se ha convertido en una especie de espejo social que impacta fuertemente en la autopercepción y las elecciones de los “centennials”. Gracias a los “like” y los comentarios, a menudo relacionando su validación por la que reciben “online”. En algunos casos, incluso ha resultado en que “la vida real” sea alterada para coincidir con la “identidad digital”, ya sea las vestimentas, la personalidad o las elecciones de vida.

En resumen, las identidades digitales de los “centennials” han moldeado o, de hecho, remodelado a muchos de ellos, llevando a modificar su “Yo” del mundo real por una visión digital más representativa de lo que quieren ser. Esto ha producido un mayor nivel de autorreflexión, y al mismo tiempo ha provocado nuevos conflictos, como lidiar con la pérdida de la validación virtual o la incapacidad de distanciar la vida digital de la real. El impacto que las redes tienen sobre la forma en que se ven a sí mismos, se mueven, se relacionan, piensan y sienten es un proceso en constante cambio que redibuja diariamente la fina línea que separa ambos mundos y nos mueve reflexionar sobre quiénes realmente somos.

Todo es branding

Después de más de 30 años en el mundo del marketing, la comunicación y la imagen, puedo asegurarte que tener una identidad digital fuerte, consistente y real no es solo una estrategia para diferenciarse o tener éxito, es una cuestión de respeto por uno mismo, de entender quién eres en el mundo virtual. En la era digital, el branding personal ha tomado la forma de la tarjeta de presentación dejando una impresión duradera en los otros.

Pero hay una responsabilidad que viene con eso, una que debe tener límites para proteger nuestra privacidad y cuidar nuestra salud mental. La era digital nos llama a reflexionar conscientemente sobre lo que compartimos, cómo y cuándo lo hacemos, volviéndonos críticos sobre lo que mostramos y teniendo un equilibrio en el que podamos disfrutar sin sentirnos inseguros, sin tener una doble vida o no depender emocionalmente de desconocidos.

En otras palabras, debemos respetar nuestra propia historia y valores, ser quiénes somos con una identidad digital segura, clara y auténtica. Una “marca personal” cuidadosamente llevada puede abrir caminos y cultivar relaciones. Todo ello con un grano de precaución y conciencia, porque solo así será posible mantener tu “identidad digital” como un aliada.

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