El aire vibra con música y una tensión expectante mientras un animador canta los números con entusiasmo contagioso. De pronto, un grito rompe el murmullo “¡BINGO!”. No es una kermés, sino un bar repleto en una noche en Santiago, donde un juego relegado al baúl de los recuerdos a resurgido con fuerza, transformado en una verdadera experiencia.
Este regreso es más que una moda; es un indicador cultural, el síntoma de una “rebelión análoga” contra la saturación digital. Refleja un anhelo colectivo por experiencias tangibles y comunitarias, una búsqueda de conexión humana genuina lejos de la frialdad de las pantallas.

Por qué volvió el bingo
El éxito del bingo se enmarca en tres grandes corrientes socioculturales que revalorizan lo análogo en un mundo hiperdigitalizado.
- Fatiga digital y búsqueda de lo real
Años de inmersión digital han generado una “fatiga de pantalla”. Crece la conciencia de que las interacciones presenciales son clave para el bienestar mental, ya que reducen el estrés y la soledad. Para construir lazos de confianza, es necesario “desvirtualizar” al otro. El bingo, con sus mesas compartidas y celebración colectiva, ofrece ese espacio de interacción directa.
- El auge de los juegos de mesa
Este fenómeno es parte de una tendencia global. Estudios indican que la Generación Z prefiere cada vez más reuniones en torno a juegos o talleres, buscando relaciones más genuinas y conscientes. La alta demanda es visible en Chile, con tiendas especializadas como Mana House o catálogos agotados en tiendas online como Somos Juegos.
- La economía de la experiencia
Los asistentes no pagan solo por un cartón, sino por una noche curada, una atmósfera y un recuerdo memorable. Los locales han sabido empaquetar la nostalgia de las sobremesas familiares, pero actualizada para un público adulto con coctelería, gastronomía y un DJ. Como explica María José Gatti, Subgerente de Comunicaciones de Malls & Outlets VIVO, la estrategia es “recuperar la esencia del bingo clásico de la infancia, pero darle un giro actual, con buena música, gastronomía y humor”. Se vende una emoción, un producto mucho más valioso que cualquier bien material.

Del mall al bar de nicho
La transformación del bingo en un evento masivo encuentra su principal catalizador en Malls & Outlets VIVO. Su iniciativa en el VIVO Panorámico es una clase de marketing experiencial. La fórmula es simple pero efectiva: ubicación estratégica en la “Zona Gourmet” para incentivar el consumo, entrada liberada para eliminar barreras y una producción cuidada con DJ y animador en vivo. Con esta acción, no solo atrae público, sino que redefine su rol de un espacio transaccional a un “centro social y comunitario”, una estrategia clave para competir con el e-commerce.
La versatilidad del bingo ha permitido que la tendencia se diversifique, adaptándose a distintos ambientes:
El “carrete” de culto
En Ñuñoa, Barra de Pickles ha hecho de los viernes de bingo una fiesta ruidosa que atrae a un público transversal, con noches temáticas y la energía de su anfitrión, “El Maestro del Bingo”.
El bingo de nicho
En Vitacura, El Honesto Mike ofrece el “Bada Bingo: Bingo Gringo”, una versión con entrada pagada, enfocada en la cerveza artesanal y un público de jóvenes profesionales, buscando dinamizar las noches de semana. Curiosamente, es animado por el mismo “Maestro del Bingo”, evidenciando la profesionalización de esta figura.
El fenómeno se extiende por la ciudad
Casa Conejo en Ñuñoa lo integra a su propuesta de “Club Social”, Pizzería Tío Tomate en La Deheza lo lleva a un ambiente más casual y Manarola en Barrio Italia, innova con un “Comedy Bingo”, fusionando el juego con stand-up.
Un futuro análogo para el ocio
El regreso del bingo es parte de un cambio cultural más profundo. La “rebelión análoga” se manifiesta en múltiples frentes, desde el anhelo por la naturaleza en escapadas al Embalse El Yeso o Yerba Loca, hasta el auge del enoturismo en el Valle de Colchagua y los paseos gastronómicos por Pomaire.
Todas estas actividades responden a la misma necesidad latente que impulsa el bingo, la búsqueda de espacios para desconectarse de las pantallas, activar los sentidos y, sobre todo, compartir un momento con otros en el mundo real. El futuro del ocio en la ciudad es tangible, es social y, por encima de todo, es divertido.