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29 de Julio de 2014

Caín, Abel y la paz…

El mundo en guerra es y ha sido una constante, y el eje tiene que ver con el triunfo del “tener” por sobre el “ser”. Tener poder, tener control, tener riqueza, tener bienes, tener conocimiento, tener territorio…

Por Guillermo Bilancio
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Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.

Los odios, la venganza, la voracidad, la ira, son emociones que movilizan el lado oscuro de la humanidad desde sus comienzos, algo que es la consecuencia directa de una elección divina.

Aquel Dios tan omnipotente como castigador, puso a prueba a dos hermanos pidiéndoles un sacrificio en su nombre, casi como una competencia en su honor en la que fue el único observador y juez. Al momento de elegir y juzgar, prefirió la ofrenda suntuosa de Abel por sobre la humilde y escasa entrega de Caín, lo que desencadenó la furia de éste último matando a su propio hermano.

Tal vez la primera y la más patética manifestación de un conflicto resuelto con un acto de fuerza.

Era la guerra. El “ser” versus el “tener” como opuestos son las motivaciones que han movilizado el interés de la humanidad desde hace milenios.

El mundo en guerra es y ha sido una constante, y el eje tiene que ver con el triunfo del “tener” por sobre el “ser”. Tener poder, tener control, tener riqueza, tener bienes, tener conocimiento, tener territorio…

No importa lo que somos, importa lo que tenemos. Y la ambición de tener lo que tiene el otro es lo que genera la violencia en sus diferentes formas. Desde la discriminación, pasando por el temor terrorista, hasta el horror de la guerra.

En la guerra todo se pierde, aunque el que gane suponga lo contrario. En la paz todo se gana. Aunque vivimos pocos tiempos de paz.

Hace unos días atrás, el Papa Francisco enumeró diez conceptos centrales para alcanzar la felicidad.

Teñidos por la sencillez del barrio, las claves para la felicidad según Francisco están centradas en el eje del “ser” por sobre el “tener”, algo que una sociedad aparentemente evolucionada como la que creemos vivir debería haber considerado hace mucho tiempo.

Pero como dice el Pepe Mujica, hemos creado una civilización que no podemos gobernar.

Y el “tener” manda… En la economía desigual, en el aprovechamiento de los que menos tienen, en la voracidad financiera de quienes manejan al rebaño, en la competencia política que lleva a la corrupción egoísta.

Hoy la inmensa mayoría se rasga las vestiduras con la tragedia de Gaza, una guerra eterna que se hace insostenible y en la que no hay héroes ni villanos, sino simplemente víctimas. El ataque sobre Palestina y sus escudos humanos (sería infantil pensar en que los inocentes que caen bajo el fuego israelí no son otra cosa que escudos humanos) ha desatado la más variada carga de violencia y discriminación antijudía (no antisemita, antijudía) que vuelve a hacer peligrar el delicado equilibrio en el que suponemos vivir.

El “tener” de los judíos es un gatillador de quienes sienten no “tener”, y llevan esa instancia a la guerra ancestral.

Nos olvidamos de Rusia y Ucrania, de los conflictos de Africa y otros tantos que hacen de este mundo una bomba de tiempo. Odiamos el “tener” por no “tener”. Y la paz, entonces deberá esperar.

Basta de guerra, basta de violencia, basta de discriminación. Demasiado pedir para una humanidad que no reconoce al ser y que se moviliza por tener y acumular poder en ese tener.

Si el que más tiene comparte, y el egoísmo y la voracidad pasan a segundo plano, aparecerá el “ser” como condición esencial para los humanos.

Pensemos en lo que nos falta para “ser”, y no en lo que tenemos que “tener”. Será un buen ejercicio individual, para que sea el contagio para lo colectivo.

Podemos?

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