Francia atraviesa una de sus crisis políticas y económicas más importantes de su historia. Este lunes, el gobierno del presidente Emmanuel Macron colapsó por segunda vez en tan solo nueve meses tras una moción de confianza en el Parlamento. El país ahora se encuentra a la deriva con una deuda y un déficit económico cada vez mayores.
El primer ministro francés, François Bayrou, había convocado la votación para impulsar el apoyo a su plan para reparar las finanzas del país con 44.000 millones de euros en recortes de gastos. Sin embargo, tras perder la votación, está obligado a dimitir y Macron deberá nombrar a otro primer ministro, quien tendrá la misión inmediata de arreglar el presupuesto francés.
La problemática se viene arrastrando desde hace un tiempo, teniendo su primera reprimenda importante el año pasado. En aquel entonces la Comisión Europea, la rama ejecutiva de la Unión Europea, advirtió a Francia sobre su gasto público desmesurado y la caída de sus ingresos fiscales. Macron tuvo que actuar rápidamente con recortes del estado de bienestar y subidas de impuestos.
Sin embargo, los esfuerzos se vieron truncados cuando en junio de 2024 el presidente galo disolvió inesperadamente la cámara baja del Parlamento: la Asamblea Nacional. La medida era una apuesta para impedir que un partido de extrema derecha, Agrupación Nacional liderada por Marine Le Pen, ganara más poder.
La acción no salió como esperaba. Con un Parlamento totalmente dividido, el nuevo primer ministro del momento, Michel Barnier, vio como su gobierno cayó y fue destituido tras solo tres meses en el poder. Bayrou fue nombrado después con la tarea de sacar a Francia de la crisis y el fuerte déficit que atraviesa actualmente.
Con un generoso sistema de bienestar social en sus manos, Bayrou intentó reducir el gasto público para evitar una recesión. Con todo ello, propuso una nueve serie de drásticos recortes y subidas de impuestos, así como la supresión de dos días festivos franceses, lo que desató importantes molestias en todo el país.
Las medidas terminaron por ser rechazadas, iniciando otra carrera contrarreloj para la búsqueda de un nuevo primer ministro, en el que, hasta ahora, no ha surgido ningún nombre que genere un consenso mayoritario para garantizar la gobernabilidad en Francia. La incertidumbre es total.