La escalada de tensiones en el Caribe en las últimas semanas ha encendido las alarmas en Venezuela. Estados Unidos sigue aumentando su presencia naval en las aguas internacionales frente a las costas del país, lo que ha hecho que el régimen de Nicolás Maduro se prepare ante un eventual ataque o intervención extranjera, según documentos y fuentes consultadas por la agencia de noticias Reuters.
Los preparativos, no obstante, se enfrenta a una realidad que en la práctica de dichos planes no son posibles: fuerzas mal pagadas, equipo envejecido y falta de entrenamiento. Venezuela se enfrenta a una dicotomía entre la exhibición pública de arsenales y una debilidad estructural, lo que atraviesa por completo la estrategia del régimen.
El régimen de Maduro diseñó, según documentos y fuentes militares, dos líneas de respuesta en caso de un eventual ataque. La primera es una “resistencia prolongada” que implicaría la dispersión de unidades pequeñas en más de 280 puntos del país para llevar a cabo sabotajes y acciones de desgaste. La segunda, denominada “anarquización“, se apoyaría en simpatizantes armados del partido oficialista y colectivos para provocar desorden urbano y dificultar el control territorial por parte de fuerzas externas.
Fechados entre 2012 y 2022, los manuales detallan posicionamiento de ametralladoras y lanzagranadas, empleo de fusiles AK-103 y técnicas de orientación sin tecnología. Una orden militar establece que “al recibir el primer ataque de los estadounidenses, todas las unidades deben dispersarse o replegarse con sus armas a diversos puntos”.
El plan de Maduro ante un eventual ataque extranjero
En la retórica oficial abundan las proclamaciones. Maduro ha afirmado que los misiles portátiles y sus “miles” de operadores están desplegados “hasta en la última ciudad”. Diosdado Cabello, ministro del Interior, declaró en televisión: “Ellos creen que con un bombazo se acaba todo… ¿Una sola bomba? No, no es así“. Y el ministro de Defensa, Vladimir Padrino, sostuvo que existe “un Estado fuerte para dar respuesta eficaz contra cualquier agresión imperialista“.
No obstante, fuentes internas consultadas por Reuters contradicen ese discurso: “no estamos preparados ni profesionalizados para un conflicto. Ellos (el gobierno) tratan de simular y decir que sí, pero no, no estamos preparados contra una de las mayores potencias y uno de los ejércitos mejor preparados a nivel mundial”.
Otra fuente añadió: “En una guerra convencional no pasamos las dos horas, por eso se integró la milicia (…) se plantea es una guerra no convencional”.
La condición material de las fuerzas es determinante: salarios bajos, abastecimiento precario y un parque armamentístico de la década de 2000 con falta de mantenimiento. Analistas sostienen que la estrategia persigue, además de una capacidad real limitada, un efecto disuasorio, elevando los costos políticos y logísticos de cualquier intervención prolongada.