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23 de Junio de 2014

Fiscalización realmente ciudadana

Nuestra aspiración es desdramatizar este instrumento (la interpelación), y acercarnos lo más posible a estos ejemplos –por algo nuestra Constitución permite interpelar hasta tres veces en el año a un ministro-, pero debemos hacerlo con seriedad.

Por Joaquín Godoy
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Joaquín Godoy es Soy Amplitud, porque creo en la libertad de las personas y no le tengo miedo a los cambios que Chile está planteando. No nos importa de dónde vienen las personas, sino más bien para dónde quieren ir.

A petición de los partidos que conformamos la coalición opositora –y dado que represento a Valparaíso-, me tocó llevar adelante este jueves recién pasado la interpelación a la Ministra de Vivienda Paulina Saball.

El tema era de alto interés: las demoras en la reconstrucción del norte tras el terremoto de comienzos de año, y de algunos cerros de Valparaíso, después del incendio que devoró sectores de La Cruz, Las Cañas, Merced y Ramaditas, entre otros.

Desde el comienzo, nuestra intensión fue concretar una interpelación donde la ciudadanía fuera protagonista, y donde dejáramos afuera los gallitos políticos habituales. Por lo mismo, viajamos dos veces a Iquique para conocer la realidad de la zona y conversar directamente con los afectados.

Lo mismo ocurrió, de forma natural, en Valparaíso, porque desde el momento mismo del incendio, junto a mi equipo hemos estado trabajando en terreno para ayudar a solucionar un problema que, para el Gobierno, parece sin solución.

Pese a que durante toda la interpelación fui majadero en solicitar a la Ministra un compromiso concreto respecto del plazo para reconstruir la vida de las familias afectadas, lamentablemente, no lo entregó. Su excusa era la dificultad para reconstruir en los cerros, así como también en el norte, por los diferentes tipos de suelo que existen.

Para nosotros, el plazo era fundamental. Tras conversar con los afectados, nos dimos cuenta de que ellos entendían que las soluciones de emergencia no serían buenas, y que no tenían problemas en vivir en condiciones difíciles, pero teniendo claro que en determinada fecha, su vivienda definitiva estaría lista.

No obstante ello, creemos que la interpelación cumplió su función, porque la ciudadanía pudo darse cuenta de que el Gobierno, hasta ahora, no tiene un plan concreto sobre cómo enfrentará la reconstrucción y que todos los anuncios no son más que declaraciones de buenas intensiones para mantener a la gente tranquila.

Era evidente, que quienes fueron invitados forzadamente a desalojar las tribunas tras los abucheos a la Ministra no eran actores, simplemente eran damnificados que no podían entender que este Gobierno, supuestamente, tan preocupado de poner el acento en las personas, no tuviera soluciones concretas a sus demandas.

De paso, dejamos en claro que no se trataba de un show, como se nos dijo para, torpemente, intentar defender a la ministra. Fue el mismo Gobierno quien hizo una cuidada puesta en escena una hora antes de la interpelación para mostrar respaldo a su secretaria de Estado y pidieron flores para recibirla al regresar a su oficina en Santiago.

Pero para que esta herramienta siga dando resultados, es necesario cuidarla, hacerla bien, con profesionalismo, y pensando en todo momento si realmente ayudará a solucionar el problema. No somos España ni Inglaterra, donde este mecanismo es tan utilizado que el primer ministro debe asistir a la Cámara de los Comunes todos los miércoles, a las 12 horas, para responder hasta seis preguntas de los congresistas.

Nuestra aspiración es desdramatizar este instrumento, y acercarnos lo más posible a estos ejemplos –por algo nuestra Constitución permite interpelar hasta tres veces en el año a un ministro-, pero debemos hacerlo con seriedad.

Por lo mismo, creemos que establecer un calendario de interpelaciones y comenzar una especie de “cuoteo político” respecto de quiénes las deben llevar adelante, no apunta a desdramatizar el instrumento, sino más bien a hacerlo presa de los tironeos políticos.

Debemos responder a lo que pide la ciudadanía, no a las estrategias políticas de los partidos.

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