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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El escudo de Chile

El fútbol -como los crímenes- define la moral de un país. Y la pierna desgarrada de Medel sostenida por cinta adhesiva y cordones fue suficiente para que después del partido no importara la verdad sino la imagen.

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Juan Pablo Fernández es Director de Merced y colaborador de la Fundación para la Confianza y Educación 2020.

El fútbol hace patriotas. La imagen de Gary Medel en todas las portadas del Domingo repetida hasta el infinito y el escudo nacional en el pecho de alguien que dicen que es un guerrero pero en realidad es un futbolista es la síntesis del fútbol como parodia de la guerra, porque la guerra no podemos verla.

Casi siempre Chile ha tenido el escudo nacional en el pecho de la camiseta, con la excepción de esas camisetas vacías entre 1926 y 1937 y el reemplazo del escudo nacional por un “logo nacional” que se vio en 1952 y entre 2000 y 2010. En los años 50 y 60 el escudo era un parche inmenso, que cubría casi la mitad del pecho.

No es trivial: ningún otro equipo en sudamérica tiene su escudo nacional en el pecho y solo 5 de los 31 equipos restantes del mundial lo tienen (Rusia y Alemania, además de las monárquicas España, Inglaterra y Holanda). El resto tienen los logos de sus federaciones y otros símbolos, pero no el escudo.

El equipo de Chile lo tiene y nos jactamos de que los jugadores y los hinchas cantamos el himno nacional aún cuando la orquesta del estadio ya no toca. Los escudos, los himnos y las banderas ya casi no tienen lugar en nuestra borrosa forma de organización social, pero cuando el fútbol recibe estos elementos los vuelve cristalinos y el país vuelve a existir. Tal vez los países ya no existen si no es en el fútbol.

El fútbol -como los crímenes- define la moral de un país. Y la pierna desgarrada de Medel sostenida por cinta adhesiva y cordones fue suficiente para que después del partido no importara la verdad sino la imagen.

Nadie habló de que al equipo le faltó físico los últimos 15 minutos, que Bravo los salvó de la goleada en el alargue y que patearon pésimo los penales.

De esas omisiones, y no de la verdad, se conforman las ideas de las naciones. Ante la ausencia de un relato político que construya una identidad, estos símbolos llenan parcialmente y de manera instrumental lo que queda de nuestro espacio común.

 

 

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