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La Educación Parvularia que queremos

Para lograr la educación de calidad que queremos, es fundamental contar con equipos multidisciplinarios comprometidos con su rol de agentes de cambio social y ambientes educativos y laborales enriquecidos y confortables donde se reconoce el juego como una forma de expresión, disfrute y aprendizaje infantil esencial.

Como sociedad tenemos el deber de garantizar la calidad de la educación parvularia en nuestras salas cuna y jardines infantiles, de manera de permitir a niños y niñas desarrollarse plenamente, reconociéndolos como personas únicas y ciudadanos capaces de transformar el mundo.

Para ello, la educación parvularia debe ser de calidad, entendiendo como centro el respeto y promoción de los derechos de niños, niñas y adultos, el bienestar, aprendizaje oportuno y pertinente, así como el protagonismo de los niños y niñas.

Para lograr la educación de calidad que queremos, es fundamental contar con equipos multidisciplinarios comprometidos con su rol de agentes de cambio social y ambientes educativos y laborales enriquecidos y confortables donde se reconoce el juego como una forma de expresión, disfrute y aprendizaje infantil esencial. Así mismo, se requiere de una estrecha alianza con las familias, a la que reconocemos en su diversidad y como los primeros educadores, promoviendo su participación en los procesos educativos y valorando y fortaleciendo sus competencias parentales para una crianza amorosa y respetuosa; y un trabajo colaborativo con la comunidad, en la cual la sala cuna o jardín infantil formen parte activa de las redes comunitarias.

La educación de calidad debe articular a todos sus protagonistas. Por eso, como Fundación Integra hemos avanzado en modelos de participación de niños, niñas y familias, así como de los equipos educativos, de manera de construir conjuntamente el modelo de educación que queremos, y a la vez potenciar a las personas que tienen la responsabilidad de ser los educadores de las futuras generaciones de ciudadanos.

Por último, es importante que como adultos no perdamos de vista que el juego es el eje central para fortalecer los talentos y habilidades que permitirán a niños y niñas enfrentar el diario vivir, aportando a la construcción de una sociedad más justa, solidaria y equitativa.

 

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