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4 de Noviembre de 2016

Guns N’ Roses en Chile: El inmenso poder del rock

Esto que van a leer no es un review, es un manifiesto. Con gusto les hablaré de los detalles técnicos, del setlist, del desempeño de Axl, de Slash, de Duff. Con gusto les hablaré del sonido, de la cantidad de asistentes, de los fuegos artificiales. Pero antes de todo eso, tengo que contarles una pequeña historia.

Por Johanna Watson
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Johanna Watson es Publicista, escritora especializada en rock y sus ramas. Investigadora de la historia de la música chilena.

A principios de 1992, yo tenía 11 años, por alguna razón tuve plata en mi poder y quise gastarla en música. Ya tenía algunas preferencias a parte de “Xuxa” y “Topo Gigio” (Tuve cassettes de ambos). Partí entonces a Providencia, a la extinta “Feria del Disco” de Lyon a comprar el que sería mi primer cassette de música adulta. Mis gustos en ese tiempo estaban encabezados por 2 opuestos: Por un lado estaba “Erasure” y por el otro, Guns. No tenía claro qué comprar, y para salir de dudas me acerqué al mesón y le pedí al vendedor que me mostrara los cassettes de ambas bandas. Los escuché ahí mismo, parada, con audífonos. Después de ese ejercicio definitorio, y de pensarlo muy bien, elegí a los Guns. Fue así, como sin saberlo, elegí el rock para mi vida.

Casi un año después, exactamente el 2 de diciembre de 1992, asistí al que fue el primer concierto de mi existencia. Tenía 12 años y la única forma en que conseguí – después de mucho insistir- que me dejaran ir, fue acompañada de mi papá. Ese día, hace ya 24 años, me consagré: Había pololeado todo ese tiempo con el rock, pero esa noche me casé con él, y para siempre.

Claro, vi en vivo a los Guns N’ Roses en el mejor momento de su carrera y también vi otras cosas por primera vez: gente borracha, fumando marihuana, gente desmayándose y a los pacos meter personas a las cucas desenfrenadamente. También vi pasión, fervor, alegría, me sentí en mi mundo… pero créanme, vivir todo eso en un sólo día, a esa edad, fue revelador.

En ese concierto, cuando apagaron las luces y el público chilló de emoción, a mí se me doblaron las rodillas al borde del desmayo. No podía creerlo: los Guns estaban tan cerca de mí, al fin. Canté todas las canciones ante la mirada atónita de mi papá, quien a su vez ya tenía las entradas compradas para asistir al día siguiente al mítico concierto de Santana en el Parque Intercomunal de La Reina (si, el mismo que hizo polémica porque a los astutos se les ocurrió nada menos que dejar bajo tierra copete y pitos que desenterraron el día del concierto).

Amistad

La relación personal que tengo con Guns N’ Roses, va más allá de lo musical. Es una comunión. Fue lo primero que me gustó, la banda que me abrió las puertas del rock y a un estilo de vida que conservo hasta ahora. La música en este caso es el vínculo, el nexo con aquellos días de preadolescencia donde definía mi identidad, y donde se forjaban amistades ligadas a lo mismo.

Recuerdo a un amigo vecino con el que siempre pelábamos el cable con los Guns. Él tenía una polera del “Spaghetti Incident” (penúltimo disco) bien única, creo que nunca más he visto a nadie que tenga esa camiseta. Era su regalona, prácticamente su vestuario cotidiano. Con él siempre nos rayábamos cantando, imitando, compartiendo información, cassettes, y viendo recitales en VHS.

Años más tarde, ya adulta, en un carrete de trabajo, me hice amiga del que parecía más nerd de la fiesta. ¿Saben por qué? Bueno, él se sabía de memoria “Garden Of Eden”. Un tema inmemorizable, casi un trabalenguas en inglés que además se canta muy rápido. Felipe se llamaba mi amigo, ahora está en todos lados y estoy segura que disfrutó de este concierto con toda la pasión que les tenía.

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Analogías, similitudes y diferencias

He asistido las cuatro veces que los Guns han venido a Chile, pero sin duda me quedo con la primera y con la última. No por lo musical, de hecho, creo que el concierto estuvo bajo en cuanto a sonido, parecía que tocaban dentro de una olla con la tapa cerrada en todo momento, sobre todo al principio. Me quedo con este último por lo que significa en mi historia. Porque me vi de inocentes 12 años, expectante ante la salida de los Guns en el Estadio Nacional, con la ilusión pre púber, con mi cancionero en mano, comiendo duraznos, haciendo la fila para entrar al recinto desde las 3 de la tarde.

Este fin de semana, 24 años después, ya con 36 años, repetía mi hazaña en el Estadio, y se repetían muchos hitos. De hecho, ese mismo sábado, a pocas horas de irme al estadio me pasó algo increíble: iba manejando por Av. Bilbao, y cruzó Alfredo Lewin en bicicleta. Fue inmediata la asociación, porque, hace 24 años fue el mismo Alfredo Lewin con su banda “Diva” quien teloneaba a los Guns. Quedé impresionada por la coincidencia, era como un rompecabezas que cobraba sentido a medida que el día avanzaba.

Las similitudes continuaron y también se manifestaban las diferencias: se nota que los 90 pasaron hace mucho tiempo, ya no está la represión policial y por ende tampoco la locura de la gente en esa época. El panorama esta vez era mucho más civilizado, por ambos lados. Es lógico, ya estamos habituados a asistir a conciertos masivos, pero en esos años, para los chilenos un evento de esta envergadura era una novedad y una invitación al desborde. (Recordemos además el momento político social del país).

En el ambiente actual se olía lo mismo, había una esencia que se respiraba incluso estando lejos del estadio. Las radios tocaron Guns todos esos días y ya el sábado era un bombardeo de información, música, opinólogos, detractores, fans, comentarios en redes sociales, y toda la bulla mediática (o no tanto) que viene con Guns n` Roses.

Guiños

Tengo la impresión de que prepararon esta gira con guiños idénticos a lo que fue la gira del “Use Your Illusion”, quizás por eso comenzaron con “It´s So Easy”. Apenas sonaron los acordes, cerré los ojos y de verdad que me dieron ganas de llorar. Fue un golpe emocional que partieran así… Yo no sé si era tan evidente, pero para mí, que fui muy fan durante gran parte de mi adolescencia, esto parecía un premio para quienes los habíamos ido a ver el 92. Fue un regalo, algo así como “El que cacha, cacha”. Y como si fuera poco, la siguió “Mr. Brownstone”. El concierto completo estuvo lleno de momentos que te remontaban a esa primera fecha, como por ejemplo el solo de Slash con su clásica versión de “Speak Softly Love” conocido tema de la película El Padrino.

Canciones

Otro momento que me llevó al paralelo con 1992, fue en “Civil War”. Esto porque la vez anterior, fue en esta canción (irónicamente) donde Axl dejó ver todo su enojo contra el público chileno que le tiraba pollos y botellas. (Enojo bastante justificado, sólo Mike Patton lo convierte en chiste y ritual masoquista entre él y su público, donde me incluyo). Pero bueno, esa vez Axl se taimó, se sentó en una de las escaleras que formaban parte del escenario y tiró el micrófono al suelo. Luego vino el episodio donde la intérprete argentina pedía que no tiraran cosas ni escupos porque se iban. Eso pasaba por mi cabeza mientras veía una prolija e ininterrumpida versión de uno de los mejores clásicos de su carrera. Presenciar “Civil War” sin exabruptos me pareció el cierre de aquella pelea absurda del 92. Fue definitivamente hacer las paces, el término de la guerra civil entre Axl y el público chileno.

Bonus que a nadie le importa: En el momento del enojo el año 92, Axl se fumó un par de puchos. Para qué decir todos los que encendieron Duff y Slash durante el concierto. Creo no equivocarme al decir que esta vez nadie fumó sobre el escenario. Incluyendo a Slash, quien es reconocido por su clásica imagen tocando la guitarra con el pucho en la boca o en el extremo del mástil de su guitarra.

“Knockin on Heavens Door” me gustó muchísimo. Se notaba que la banda estaba cómoda tocando y que todos estaban entregados sobre el escenario. Axl Rose se pegó sus mejores corridas de un extremo a otro (las que fueron muy aplaudidas) y jugó con el público con el coro de la canción y las respuestas cantadas de la multitud. Ese fue un bonito momento, memorable, me emocioné, en serio.

Uno de los clásicos más esperados fue “November Rain”. Que fue antecedida por un cover de Pink Floyd “Wish You Were Here” en un dueto de guitarras entre Slash y Richard Fortus, donde queda claro quién es el papi del riff. (Sin desmerecer a Fortus, pero es que Slash es tan seco que cuesta encontrarle un paralelo). En “November Rain” tuve sentimientos encontrados, el intro de piano me pareció un poco más lento de lo habitual y la batería definitivamente distinta a la original.

En “You Could Be Mine” fue lo mismo, y me permitiré expresar que creo que el baterista Frank Ferrer, que está hace 10 años tocando con Guns, hace lo que quiere sobre el escenario, pasa por alto que está tocando clásicos, y creo que no puede llegar y cambiar baterías de temas íconos del rock. Se la perdonaría si tuviera autoría sobre alguna de las canciones que modifica, ahí sería otra cosa, como por ejemplo Slash que improvisa en los solos y me parece genial. Pero no se puede comparar, el autor que haga lo que quiera, el que llegó después, que toque los temas como son.

En cuanto a la formación clásica y esperada (Axl, Duff, Slash), para mi gusto estuvo genial. Se agradecía verlos juntos, Duff en coros impecables y como siempre muy pulcro en su bajo. Al igual que en 1992 tuvo su momento y cantó “New Rose”. (El 92 fue Attitude). Físicamente está bastante bien… bastante operado en realidad, pero, como dicen por ahí “tiene buen lejos”.

Los momentos en que Axl y Slash se acercaban en el escenario, eran aplaudidos cada vez que ocurrían. Se nota que saben que la gente los quiere ver juntos y tienen acercamientos del tipo “Momento Kodak” en el show.
Sin duda son imágenes que quedarán en nuestra retina para la posteridad.

enojo-civil-war

Setlist v/s público

Sobre el setlist escogido, que si bien es bastante similar a las giras anteriores, me atrevo a pensar que fue hecho pensado en los fans más fervientes que en el “público random”. Esto por todos los guiños asociados a la visita del 92 y también porque entremedio de los “hits”, tocaron unos temones maravillosos para escuchar en vivo, pero al parecer poco conocidos por la masa que asistió esta vez.

Como por ejemplo “Rocket Queen” (una de mis favoritas del “Appetite For Destruction”) “Chinese Democracy”, “Coma”, “Estranged” y “Double Talkin Jive”, que fue la que me hizo notar que había bastante “colado” (?) dentro del público. Cuando tocaban este tema, el tipo que estaba delante de mí sacó el celular y activó la App “Shazam” (…) Enfocó el celular hacia el escenario y apretó en “Shazamear”.

Obviamente no le apareció nada, (Por si alguien no sabe de qué se trata, es una App que te ayuda a saber quién canta y como se llama la canción que está sonando, pero sólo funciona con música envasada) así que le toqué el hombro y le dije el nombre de la canción.

Debo reconocer que da un poco de enojo ver que la gente no cacha nada de lo que pagó por ver. Había tanta polera de los Guns (todas nuevas, para la ocasión) bandanas, cintillos, y con suerte coreaban “Chanananananani” de “Welcome To The Jungle”. Es en esos momentos donde aparecen sentimientos hacia los que “no son de verdad”. Es una tontería quizás, pero sé que muchos lo sienten, con ésta o cualquier banda y los “colados” que van a sapear, bien disfrazados, a la banda que uno le tiene tanto amor. Los de verdad no necesitan abastecerse de bandanas, poleras o cintillos para estar más “en la onda”.

Axl

Los últimos conciertos que lo vi (2010 y 2011) estaba en un nivel físico y vocal que hacía extrañar muchísimo sus primeros años. Pero se ha repuesto enormemente, creo que la pasada por AC/DC le hizo un tremendo favor. Está en forma, mucho más ágil, y su voz llega aún a los altos de antaño, y pese a que ahora acorta los tiempos de duración de sus falsetes interminables, se comprende y acepta. Es entendible… el hombre tiene 54 carreteadísimos años y se pega unos piques que yo no me pego nica a mis 36. Hago este hincapié para todos los lateros que siguen pegados en discutir sobre lo “importante” de la gordura de Rose y lo “imperdonable” que es verlo envejecer.

Yo le perdono todo. El es mi padre personal del rock y no me importa perder la objetividad para criticarlo. Yo creo que puede ser Axl Rose, puede ser Kurt Cobain, puede ser James Hetfield, Dave Mustaine, Bruce Dickinson, Jorge González, Gustavo Cerati, Álvaro Henríquez, Janis Joplin… todos tenemos un héroe del rock sagrado e intocable. ¿O no?

Postre

Cuando terminó el concierto, no salí con el resto de la gente. Me quedé un rato esperando que evacuara toda la masa para poder irme sin empujones ni pasos de hormiga. Saqué un par de fotos, y me vino un pensamiento ensordecedor: Sentí que algo se había terminado esa noche, que se cerraba un ciclo. Fue revelador, emocionante, pero también triste.

Desde mi ubicación (Andes) me quedé mirando y fotografiando la enorme cantidad de gente que salía de Cancha. Y por esas cosas de la vida, entre todo ese mar de personas, vi una cara conocida: era mi amigo de adolescencia, el de la camiseta del “Spaghetti Incident” con el que rayábamos la papa con Guns. Grité su nombre, le hice señas con las manos, hasta que el tipo que estaba a su lado me vio y le dijo que mirara hacia arriba. A penas subió la mirada, se alegró, y con sentido de urgencia levantó su brazo mostrándome algo de género color naranja: Era su polera del Spaghetti, la llevaba en la mano. Yo la reconocí inmediatamente y entendí sin explicaciones el valor de llevarla ese día con él. Luego lo perdí entre la inmensidad.

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