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22 de Febrero de 2017

Segunda noche de Viña del Mar: la cumbre del amor y la revolución de la vagina

Si las actuaciones de Sin Bandera y Camila reivindicaron el romanticismo de la era de los cantantes de Rojo y del Homo Sapiens Romanticus, el humor de Chiqui Aguayo reivindicó la equidad de género con una rutina que incomodó a los que aún creen que el rol de la mujer en el humor es de modelo de Morandé con Compañía.

Por Hernán Melgarejo
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La segunda noche del festival tenía dos cartas seguras. Porque ni a los pesimistas más religiosos se les hubiese ocurrido dudar que Sin Bandera, la versión cebolla de Dinamita Show, y Camila, la versión alternativa de Reik que a su vez es la versión en trío de Sin Bandera, serían un éxito rotundo en la Quinta. Y cómo no, si el escenario de Viña es una verdadera Meca para los hombres y mujeres que formaron su ideal del amor en base a los hits de estos grupos y que, quizás sin saberlo, evolucionaron a una especie hoy en extinción: el Homo Sapiens Romanticus.

Esta especie que llenó la Quinta y coreó “Mientes tan bien” está tristemente pronto a desaparecer al igual que el oso panda, porque su ecosistema está amenazado. Ya no existe Village para comprar tarjetas con frases de amor o peluches que digan “Te amo” cuando se les aprieta el estómago.

Tampoco existe MSN. ¿Quién no vio alguna vez un nick como “T.Q.M Entra en mi vida…XD N.B”. Algunos de esa escuela adaptaron la costumbre a Facebook y postean en los muros de sus parejas textos como “Más de un año juntos y cada día me enamoro más (Ver más)”.

Porque no les basta con demostrar el amor a la pareja, como lo hacían los ya desaparecidos románticos de los tiempos del cólera que enviaban cartas privadas. El romántico que escuchó Sin Bandera y luego Camila, siente tanto amor que quiere que todos se enteren. Es capaz de grafitear La Moneda para escribir “Vale Te Amo”. ¿Cómo olvidar a Edmundo Varas dedicando “Eres el amor de mi vida” por los altoparlantes del Estadio Nacional?  

El hombre romántico que fue a la Quinta se compró el cintillo de Sin Bandera y desde atrás puso sus brazos en los hombros de su pareja, como una linda postal de Melón a Melame, y entonó los fragmentos más románticos de las canciones cerca de su oído. Si había un globo de helio en forma de corazón para regalarle, mejor. De seguro muchos aprovecharon el momento para pedir pololeo, matrimonio o dar el primer beso.

Pero es la última camada de esta especie. Prueba de ello es que la mayoría de las canciones de Sin Bandera recuerdan a momentos pasados junto a una ex pareja. Las nuevas relaciones se cultivan bailando Maluma. Ser rechazado en Tinder o Grindr no da para corear con lágrimas “Que lloro por ti, que lloro sin ti”.

CAMILA

Las redes sociales que suceden a Facebook no son proclives a las largas declaraciones de amor, sino más bien a las selfies con filtro. Los peluches fueron reemplazados por cadenas de Whatsapp. Y los cultores de este romanticismo han sido tratados peyorativamente de “chulos”.

Pero si las actuaciones de Sin Bandera y Camila -que en lo musical cumplieron con lo esperado- reivindicaron el romanticismo de la era de los cantantes de Rojo, el humor reivindicó la equidad de género. Porque la rutina de Chiqui Aguayo fue tan revolucionaria como la de Natalia Valdebenito, incluso sin hacer una clase didáctica de introducción al feminismo y sin hablarle a los hombres en cetáceo.

Su revolución fue simplemente hacer una rutina que en vez de tratar sobre penes, hablara de vaginas y dijera esta palabra varias veces al aire. Si, estamos en el siglo XXI y en Chile que una mujer diga peo, caca, poto y pipí en la tele aún es revolucionario y causa conmoción. “Pero qué ordinaria esta niñita”, de seguro dijeron algunos fanáticos de Morandé con Compañía, mientras veían la rutina de Aguayo interpretada con una energía arrolladora, y en principio casi a gritos.

¿Acaso creían que rascarse los genitales es patrimonio exclusivo de los hombres? ¿Que las mujeres van al baño solo a conversar y pintarse pero que no hacen caca? ¿Que no son capaces de hablar de sexo oral en público? ¿O creían que solo los hombres podían hacer humor de esas cosas?

Chiqui Aguayo destacó por su temática sexual, por su actitud de ganadora y sobre todo por su espontaneidad y autenticidad. Sí, quizás no tenía relato y pasaba de un tema a otro con la delicadeza de un elefante. Y quizás no destacó por un análisis sociológico elaborado. Pero cada error que cometió producto de su casi imperceptible nerviosismo, lo salvó con chistes improvisados y comentarios al público. Logró convertirse en la amiga extrovertida que cuenta sus anécdotas en el carrete. Su manejo de la situación fue total.

Cada uno de sus garabatos ayudó a hacer la rutina aún más ágil y divertida de lo que era. Y sobre todo, más igualitaria. Natalia Valdebenito tuvo una digna sucesora. Se derribó el último muro del género en el humor.

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