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18 de Abril de 2018

¿Visiones anacrónicas? el caso Facebook

"Cuando un senador estadounidense plantea que 'estos mails que se envían por whatsapp' antes de enunciar una pregunta, evidencia que tenemos una diferencia de lenguaje sustancial".

Por María Fernanda Juppet
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María Fernanda Juppet es Directora Carrera de Derecho USS Santiago.

Cuando escuchamos los fragmentos del juicio a Mark Zuckerberg, más allá del tema de la filtración de datos, no deja de extrañar el choque de dos generaciones entre interrogadores e interpelados.

Los primeros exigiendo una mayor regulación, mayor privacidad, tildando de incapaces para determinar los riesgos de sus actuaciones a los usuarios que voluntariamente comparten sus actividades a través de redes sociales.

Los segundos intentando explicar una visión de la vida que no pasa por restricciones en el nivel de exposición que desean mantener respecto de su vida privada, en una constante búsqueda hedonista de validación, a través de los “likes” generados por sus contactos o del número de “amigos” o “seguidores” que pueden observar en su listado de redes sociales.

Cuando un senador estadounidense plantea que “estos mails que se envían por whatsapp” antes de enunciar una pregunta, evidencia que tenemos una diferencia de lenguaje sustancial, el regulador no comprende en ocasiones al sujeto regulado, lo que produce los problemas prácticos que posteriormente se observan al intentar implementar las normas dictadas en materia de tecnología. Es más, no sólo dejan de comprender el sistema tecnológico sobre el cual se basan, sino, peor aún, al usuario al que pretenden limitar.

Desde el punto de vista de la regulación este caso, por su revuelo mediático, provocará una proliferación de proyectos de ley en todos los países del globo, y, me atrevo a sostener, que se basarán en la misma miopía que pudimos observar en la transmisión de la interrogación a Zuckerberg, una generación que no comprende la tecnología y le teme, tratando de restringir a otra cuya imagen personal se basa en lo que proyecta a través de las redes.

El gran desafío que surge para los centros de estudios del derecho es intentar mediar entre estas posturas extremas, a un espacio de regulación donde, a la vez, protejamos las filtraciones de información que los usuarios han solicitado mantener privadas, pero respetemos la libertad de las personas para publicar de su vida lo que les parezca razonable.

Si es que no logramos generar espacios de conversación en el que partamos comprendiendo el lenguaje técnico ambas partes, como, asimismo, comprendiendo los objetivos del uso de redes sociales de los usuarios, nos arriesgamos a una restricción exacerbada de la libertad individual que por siglos ha costado muchas vidas consolidar.

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