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3 de Diciembre de 2018

“La Aysén” te espera

La Universidad de Aysén se fundó para darle densidad al pensamiento crítico que requiere una región que tiene pretensiones futuristas; ella está llamada, qué duda cabe, a convertirse en el factor de desarrollo más importante de la Patagonia

Por Geoconda Navarrete Arratia
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Geoconda Navarrete Arratia es Intendente Regional de Aysén

Alrededor de 300 mil estudiantes rindieron este año la PSU. Un día después de Navidad los alumnos conocerán los resultados de la prueba que rindieron entre el 26 y el 27 de noviembre y tras ello comenzará el proceso de postulación a las 41 universidades adscritas al sistema de admisión, entre las cuales se encuentra la Universidad de Aysén, la que a su vez, pertenece a la Agrupación de Universidades Regionales (AUR), orgánica dependiente del Consejo de Rectores que reúne a las 22 casas de estudios superiores con sede en regiones.

Un mes antes de la rendición del examen, tuvimos ocasión de conversar con los rectores que visitaron nuestra región, con motivo de la sesión mensual del Consejo de Rectores. En la ocasión, intercambiamos opiniones sobre la marcha del nuevo plantel estatal y pudimos percibir el enorme afecto colmado de parabienes del mundo académico institucional hacia el proyecto hecho realidad en que devino el antiguo sueño de darle a la Patagonia la posibilidad de tener su propia universidad.

La Universidad de Aysén nace como la primera casa de estudios superiores estatal de la región, respondiendo de esta manera a una necesidad longeva en términos de lo que llegó a significar su ausencia en la etapa formativa de los alumnos que cada año egresaban de la enseñanza secundaria, quienes, obligados por dicha carencia, debían emigrar hacia otros lugares.

Más allá del innegable sentido de pertenencia que se produce entre la institución y la población que la cobija, tener nuestra propia universidad abre grandes posibilidades de formular carreras que respondan a necesidades locales en materia de manejo de una ruralidad regional muy particular, caracterizada por un clima y un territorio aptos para el desarrollo de investigación científica. La Universidad de Aysén y sus estudiantes están llamados a resignificar el valor de la naturaleza que los rodea.

¿Podría acaso la Universidad de Aysén abandonar nuestra región y llevarse consigo su nombre, sus raíces, su impronta patagona? La Universidad de Aysén no es una cadena de farmacias, o una tienda de retail a merced del mercado, que el día menos pensado, ante eventuales contratiempos, cierra sus puertas y se marcha de la región. Ella es una institución permanente del Estado de Chile, y por tanto, una obligación ineludible e inexcusable de este; es un vástago de su nueva historia, una hija a la que hay que alimentar y hacer crecer, que trasciende gobiernos e ideologías.

Ella está aquí para formar a nuestros futuros profesionales, a los transformadores de realidad, a los que harán que la leña que hoy nos complica, mañana haya que buscarla en los museos, como objeto de arte rupestre; la Universidad de Aysén se fundó para darle densidad al pensamiento crítico que requiere una región que tiene pretensiones futuristas; ella está llamada, qué duda cabe, a convertirse en el factor de desarrollo más importante de la Patagonia, tal como han sido para sus ciudades las universidades de Bolonia, Oxford, Sao Paulo, Concepción, Federico Santa María…

Esta es la oportunidad de confiar en lo nuevo, deshaciéndose de mezquindades y sospechas; es la oportunidad de permitir que nuestros jóvenes accedan a la gratuidad en su región; es la ocasión de escribir otra página brillante de la Patagonia, ahora un poco más arropada. Los profesionales que salgan de las aulas de “la Aysén” tendrán que esforzarse para que sus hijos algún día les crean que sus antepasados tenían que viajar días enteros para luego pasar meses eternos estudiando en tierras lejanas, porque por estos lados la palabra “universidad” era parte de la futurología.

¿Por qué elegir la Aysén? Consciente y respetuosos del derecho de elegir de cada estudiante, en especial si sus preferencias aún no pueden ser satisfechas por la oferta académica de la naciente universidad, pensamos que continuar sus estudios superiores en la región, no solo permite a los jóvenes permanecer junto a sus familias, sino también asumir el desafío de ser pioneros de una institución que hoy los necesita para hacer universidad; para construir juntos la masa crítica que cambiará la cultura asistencialista y dependiente del centralismo que ha afectado desde sus orígenes a esta región aislada. Es hora de construir región, de hacer crecer nuestra Universidad. Es tiempo de querer lo nuestro.

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