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14 de Marzo de 2019

El algoritmo bacheletiano

"Es un error permitirle sólo a la derecha utilizar el algoritmo bacheletiano para reafirmarse a sí misma. Las oposiciones, cuál más o cual menos, deberían recoger ese legado, ya que es transversal desde las miradas más moderadas y las más progresistas, y con altos niveles de adhesión popular".

Por José Orellana
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José Orellana es Académico Escuela de Ciencia Política y RR. II. Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Doctor en Estudios Americanos Instituto IDEA, USACH.

Culminado el primer año de Gobierno del Presidente Sebastián Piñera, uno de los datos paradigmáticos y contradictorios a constatar, es cómo la figura de la ex Presidenta se instala en el centro de algún debate político. El gobierno y su coalición política, en parte, han sido posibilitadores de tal situación, a propósito del ‘gana – gana venezolano’. Ello, mediado por el algoritmo migrante venezolano en general, obligando al gobierno y su coalición caer en la trampa de la ex Presidenta, sin ella pensarlo, claro, sino por el diseño de la gestión de gobierno, en el entendido que él mismo se relaciona con el bacheletista (como contradictor del oficialismo).

Así, vale la idea de Algoritmo Bacheletista, ya que como bien lo indica el prominente intelectual Juval Noah Harari, a propósito de los avances de biotecnología e infotecnología y su siguiente fusión en la Inteligencia Artificial basada en algoritmos avanzados, los mismos lograrán decisiones múltiples funcionales a sentimientos objetivables biológicamente humanos, inclusive tecnológicos. En esa clave, gobierno y coalición de derechas han utilizado asertivamente el algoritmo bacheletiano y los sentimientos que detona.

La ex Presidenta canaliza el imaginario que precisa el gobierno y coalición para concentrar el ‘hacer discursivo de cohesión’ al interior de su sector y de alguna adhesión ciudadana (y comunicacional, ¡qué decir!), y si ello se asocia con el fenómeno migrante general, por una  parte, como también al venezolano en específico, además, el gobierno de Nicolás Maduro, relacionado con la acción paralela de Juan Guaidó como Presidente Encargado de Venezuela que defiende una democracia y derechos humanos, la ex Presidenta, se transforma en la antípoda de lo que defienden, en el entendido que caería en la contradicción más evidente por su actual rol, función y acción en cuanto encargada de los temas de derechos humanos al interior de la ONU, al mostrar indecisión/demora por no caracterizar como dictadura el régimen del Presidente Maduro. Por supuesto, desde sus interesadas valoraciones.

La pregunta es, ¿por qué no es útil para su propio sector político, el algoritmo bacheletiano? Por el contrario, se observa una distancia alevosa. Su partido, no ha sido lo suficientemente defensor de la misma, menos los demás que la sostuvieron en su primer y segundo gobierno, por lo tanto, su visibilización actual, en parte se logra gracias al actual gobierno y su coalición. Por descontado están los méritos que la misma tiene, a propósito de una serie de a.- simbólicas consideraciones, b.- políticas públicas logradas en sus gobiernos y c.- su contribución en dos dimensiones globales políticas, como fue la institucionalización de la Oficina ONU Mujeres y el actual cargo de alta comisionada de la oficina de derechos humanos también de la ONU.

Dada la utilización del algoritmo bacheletiano por parte del oficialismo… ¿cómo Michelle Bachelet, se transforma en el marco referencia para la elaboración de un relato programático de las diferentes oposiciones vigentes en el sistema político nacional? Sin perjuicio de los dolores, que hubo en ambos gobiernos con sus partidos políticos de coalición, entre ellos, su marginación también alevosa en alguna toma de decisiones, o varias importantes, la evidencia demuestra que es el capital político no sólo vigente (también de proyección), sino que, además, dadivoso en una serie de consideraciones funcionales a un relato/proyecto coherente. Entre ellas se encuentran las siguientes, todas de fácil deducción: a.- es mujer que no trepidó en avanzar en las reivindicaciones femeninas, nacional e internacionalmente; b.- es madre, la que no se escapó de lo que le ocurre a cualquier madre con sus hijos o hijas y sus yernos y nueras con todas las querellas que ello implica en el mundo político y las sensibilidades de ella misma; c.- mujer y madre que enfrentó la dictadura cívico – militar, que sin perjuicio de no haber sido todo lo proactiva con los temas de los derechos humanos, como fue cerrar Punta Peuco, en su segundo gobierno, nadie le puede negar su lucha concreta contra la dictadura;  d.- posibilitadora de políticas públicas ampliadoras de derechos (Pensión básica solidaria, gratuidad en educación, educación inclusiva, Chile Solidario, profundización del AUGE, reformas políticas como descentralización, partidos políticos y sistema electoral, entre varias más, las que han determinado la democracia actual y futura.

Y otra vez, las oposiciones hacen caso omiso de estos avances, no sólo las tradicionales, sino que las nuevas que emergieron tras la aplicación de las nuevas reglas del juego a propósito de las reformas de partidos, sistema electoral y nuevos mecanismos de financiación de los partidos (también impulsados por movimientos sociales diversos). Las diferentes fuerzas políticas organizadas en el Frente Amplio, que dudas caben, pueden darse un acotado tiempo para tensionar lo que encarna la ex Presidenta, sin embargo, ¿se encuentran muy por fuera sus planteamientos políticos de los que encarna el imaginario algorítmico bacheletiano, con factibilidad política real? Para algunos sí, para otros quizás no tanto, sobre todo cuando se apela a la factibilidad política. Una cuestión entendida en el último acuerdo administrativo logrado entre el Frente Amplio y la Democracia Cristiana, donde se avanzó hasta las recientes acusaciones sobre violencia intrafamiliar contra el diputado Gabriel Silber.

Es un error permitirle sólo a la derecha utilizar el algoritmo bacheletiano para reafirmarse a sí misma. Las oposiciones, cuál más o cual menos, deberían recoger ese legado, ya que es transversal desde las miradas más moderadas y las más progresistas, y con altos niveles de adhesión popular. Todas las oposiciones, en sus legítimas aspiraciones de la singularidad identitaria, la que redundaría en votos en las siguientes elecciones locales y regionales, tienen este año la oportunidad de pactar un programa político, aunque genérico, funcional a un relato que entregue coherencia y oportunidad de una sociedad más democrática, con enfoque de derechos (asumiéndose ello, en parte, con los 8 puntos de acuerdo para la reforma tributaria). Lo anterior, no implica necesariamente que Michelle Bachelet, sea otra vez candidata ni Presidenta de la República de Chile (¿o sí?), pero sí, contribuiría a un relato/proyecto de oposiciones, más articulado y cercano a una oferta para un electorado ¿más exigente?

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