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29 de Noviembre de 2020

El cobre se acaba, la oportunidad también

El Estado debe tomar un papel preponderante para cambiar la historia y no cometer los errores del salitre. Todavía nos queda un “resto de chancha” para posicionarnos tecnológicamente a nivel mundial, sobre todo en los usos que podemos darle al cobre como producto terminado.

Por Jaime Briceño
Foto Agencia Uno.
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Jaime Briceño

Jaime Briceño es Secretario ejecutivo de Sumamos

Esta semana nos enteramos del aumento en el precio del cobre que acumula un alza del 18,6% en el año. A esto se agrega que la producción de cobre en Chile ha aumentado cerca de un 8% los últimos 10 años. Sin embargo, el material que se extrae directamente de las minas es casi 50% menor en contenido del mineral. Esto es como ocupar el doble de naranjas para hacer la misma cantidad de jugo, lo cual -con los actuales precios del cobre y costos de producción- hace que muchas operaciones mineras, dicho en buen chileno “salgan pa´ atrás”.

Los “súper ciclos” o períodos de alza en los precios del cobre tienden a maquillar esta tendencia a la baja, lo que genera algunos “veranitos de San Juan”, que nos permiten seguir vendiendo el jugo sin importarnos cuántas naranjas ocupamos. Cuando el precio del cobre disminuye es cuando se genera el problema y lo único que aflora como alternativa para salvar la situación es reducir costos, muchas veces, mediante mecanismos poco sostenibles como los despidos. Pero,  ¿por qué nos pasa esto?

Chile desde 1904 se ha convertido en el primer productor de cobre del mundo. Gran parte de esta producción pasó en 1971 a manos del Estado, mediante el proceso denominado “Nacionalización del Cobre”. Esto nos permitió, como país, contar con abultados presupuestos fiscales, los que a la larga nos merecieron el apodo de los “Jaguares de Latinoamérica”.

Sin embargo, el bajo fomento en el desarrollo de tecnologías nacionales, el poco presupuesto en innovación y los escasos incentivos evitaron nuestra posición como líder tecnológico en todos los procesos asociados a la extracción y producción de cobre, llevándonos incluso a importar más del 95% de todas las tecnologías que se utilizan para extraer el preciado mineral.

Mención aparte y prácticamente único hito del desarrollo tecnológico de la minería nacional, lo constituye, el “Convertidos Teniente”, innovación surgida del ingenio de profesionales chilenos en la década de los 70, que fue reconocida en el mundo entero y que quedó como un silencioso testimonio de que en Chile también se podía optar a desarrollar tecnologías. Pero, han pasado 50 años y aún no hacemos nada, ¿podríamos acusar a algunos responsables?

El Estado debe tomar un papel preponderante para cambiar la historia y no cometer los errores del salitre. Todavía nos queda un “resto de chancha” para posicionarnos tecnológicamente a nivel mundial, sobre todo en los usos que podemos darle al cobre como producto terminado, eso sí, dando un golpe de timón a la industria minera nacional, donde se desviven en el análisis de estadísticas de precio y demanda, tratando de justificar lo injustificable y perdiendo por entero el verdadero sentido de lo que es generar valor.

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