Escribo esta columna desde la verdad de los hechos, la molestia, la tristeza y la gratitud. A una semana de asumir como presidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), en marzo 2020, y en medio de una profunda crisis social -a la que se sumó la sanitaria y económica- las empresas y empresarios de Chile nos propusimos colaborar con la formación de un fondo solidario, con el fin de contribuir con nuestro trabajo y recursos a afrontar la crisis más grande de las últimas décadas. Nos llena de orgullo haber logrado reunir $ 111.000.000.000, quizás el fondo de este tipo más grande del mundo en relación al tamaño, habitantes y realidad de nuestra economía.
La verdad es que apoyamos en forma eficaz y oportuna a más de 100 organizaciones y fundaciones de la sociedad civil en forma directa y unas 320 indirectamente, colaborando con elementos de protección, alimentos, recursos económicos, reforzamiento de sus capacidades, apoyo humanitario a familias vulnerables y a migrantes. Apoyamos, además, en la adquisición de tests de diagnósticos, reactivos para PCR, respiradores, cánulas de oxigenación de alto flujo, y el desarrollo de seis proyectos para la producción de equipos de ventilación nacionales. También contribuimos con recursos y gestión para asegurar la vacuna Sinovac; colaboramos entregando elementos de seguridad e higiene a miles de pacientes de hospitales; hemos entregado más de 5 millones de raciones de comida y cajas de alimentos a 240 mil familias, fruto del trabajo colaborativo de 613 empresas y 9.500 voluntarios a lo largo de todo Chile.
Otra gran verdad es que, desde el primer momento de la pandemia, nos pusimos a disposición de las autoridades del Estado, de modo de ir aportando de acuerdo a las necesidades más urgentes. Así se adquirieron los ventiladores y otros equipos a fábricas y vendedores autorizados por el gobierno chino, siguiendo siempre las directrices y especificaciones técnicas del Ministerio de Salud.
En relación a los equipos que importamos y de acuerdo a la información solicitada directamente a fabricantes y proveedores en China por nuestro embajador en ese país, Luis Schmidt, la verdad es que los ventiladores Aeonmed se encuentran en funcionamiento exitoso en 118 países del mundo; los equipos Chen Wei se usan en 17 países, entre ellos Alemania, España, Dinamarca y Argentina; los Aerospace, de la empresa farmacéutica más grande de China, se encuentran en servicio en países como Italia, Irlanda, Rusia, Serbia, Emiratos Árabes Unidos; y los ventiladores Taizhou JIXI-H-100 están operativos en España, Indonesia y Guatemala, entre otros.
Muchos de estos ventiladores chinos y nacionales salvaron numerosas vidas de chilenas y chilenos durante los primeros meses de la pandemia, tal como lo han testificado médicos y autoridades: Alejandro Santander, jefe de la Unidad de Pacientes Críticos de la Posta Central; Francisco Miranda, director del Servicio de Salud Metropolitano Occidente; Alberto Muñoz, jefe de la UCI de la Mutual de Seguridad; Jaime Mañalich, ex Ministro de Salud; Alberto Dougnac, subsecretario de Redes Asistenciales; Arturo Zúñiga, ex subsecretario; y Andrés Llarena, ex coordinador de adquisiciones del Minsal, entre otros. Una vez que se levantó el embargo internacional a los ventiladores, comenzaron a llegar equipos occidentales más robustos que fueron reemplazando a los primeros equipos.
En medio de estas verdades, causa molestia cómo ciertos medios de comunicación en Chile denostan a algunas instituciones y personas sin una investigación equilibrada de los hechos. Molesta también cuando las redes sociales hablan desde la rabia y la impulsividad, llegando a veces a la difamación y la invasión de la privacidad. Además, molesta que los responsables del Ministerio de Salud no hayan agotado todas las vías para que los fabricantes de estos equipos colaboraran en su mantención y operatividad ante posibles emergencias, o para donarlos a otros países que tanto los necesitan. Y finalmente, molesta que se menoscaben públicamente sin ningún fundamento equipos de origen chino debidamente autorizados que están operativos salvando vidas en muchos países del mundo.
A ello se suma un sentimiento de tristeza al ver que Chile ha ido perdiendo la buena convivencia, fruto de la crispación, la violencia y la polarización. Tristeza también de que en nuestro país no se reconozca debidamente la labor realizada por diversas organizaciones que se han volcado a contribuir con soluciones en esta crisis. Por eso, termino reiterando mi profunda gratitud a los médicos, al personal de salud, de fundaciones, de instituciones públicas y privadas que en esta crisis pandémica han dado todo de sí para colaborar con quienes lo necesitan. Gratitud a las empresas y empresarios, trabajadoras y trabajadores, voluntarios y voluntarias que han contribuido con su aporte generoso y trabajo solidario en la gran tarea de ayudar a levantar Chile.