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24 de Septiembre de 2021

“En la cancha se ven los gallos”

Pudiera parecer el impuesto a los súper ricos a priori un impuesto progresivo, pero eso es solo en el papel, porque en los hechos no recauda y, por lo tanto, no cumple su objetivo y no sirve. Como dice el dicho en la cancha es donde se ven los gallos. La realidad es que este impuesto en la cancha no sirve para recaudar.

Por Gabriela Clivio y Victoria Paz
Dado su baja recaudación en la actualidad, de los 13 países de la OCDE que alguna vez implementaron el impuesto a los súper ricos, solo tres lo mantienen. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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Gabriela Clivio y Victoria Paz es Equipo económico de Sebastián Sichel

Los impuestos generalmente persiguen uno de dos objetivos: recaudar ingresos y/o desincentivar conductas. En el caso del impuesto a los “súper ricos”, propuesto por otros candidatos, se entiende que tiene como objetivo recaudar.

Esta idea de que los “ricos” paguen más con este tipo de impuestos ha demostrado no cumplir su objetivo en la práctica. Tanto es así, que varios países de la OCDE que contaban con este impuesto han decidido eliminarlo dada su baja recaudación y su
alto costo de fiscalización. En la realidad, el impuesto a los súper ricos recaudó en promedio un 0,1%. Dado su baja recaudación en la actualidad, de los 13 países de la OCDE que alguna vez implementaron este impuesto, solo tres lo mantienen. Más allá de
estas dos complicaciones, la baja recaudación y el alto costo de su fiscalización, este tributo ha demostrado ser fuertemente anti-inversión y, por lo tanto, anti-crecimiento y anti-empleo (lo anterior justo en momentos en que necesitamos volver a crecer y quedan aún un millón de empleos por recuperar en Chile).

Pudiera éste parecer a priori un impuesto progresivo, pero eso es solo en el papel, porque en los hechos no recauda y, por lo tanto, no cumple su objetivo y no sirve. Como dice el dicho “en la cancha es donde se ven los gallos”. La realidad es que este
impuesto en la “cancha” no sirve para recaudar.

Se ha hablado de que tiene un rol simbólico, pero las políticas tributarias y económicas en un país que apuesta por la reactivación para el bienestar de sus ciudadanos no pueden recurrir a simbolismos que deterioran su economía. No
podemos darnos ese lujo.

Por el contrario, este impuesto ha sido utilizado para polarizar al país, recurriendo a la caricatura de buenos contra malos que tan mal le hace a una sociedad. Es tiempo de mirar hacia adelante y buscar herramientas que nos permitan financiar de verdad y de manera seria los cambios que queremos y que vamos a poner en marcha para vivir en paz en una sociedad menos desigual.

Llegó la hora de hablar con la verdad. Tenemos que enfrentar que hay propuestas que no han funcionado en otras partes del mundo a lo largo de la historia y que es voluntarismo puro o directamente un autoengaño pensar que aquí sí lo harán.

Como muchas veces lo hemos dicho, alzas de gastos permanentes tienen que ser financiadas con ingresos permanentes. Tenemos la posibilidad de avanzar en iniciativas que realmente sirven para recaudar, corrigiendo externalidades negativas, eliminando exenciones que no se justifican, implementando un royalty a la minería sobre el margen que no espante a los proyectos de largo plazo, continuando con la inserción internacional de nuestra pequeña y abierta economía en el mundo y controlando la evasión. Avancemos en esas herramientas que sí funcionan, ¿por qué insistir con una que no lo hace?.

Avancemos en eliminar la renta presunta, reduzcamos las diferencias entre el impuesto específico a la gasolina y el impuesto al diésel, aumentemos la tasa de impuesto a las emisiones de Co2; diseñemos un royalty sobre el margen a la actividad minera que nos permita recaudar cerca de US$1.100 millones, reduzcamos la evasión, pero sobre todo, dejemos atrás los dogmas. “En la cancha se ven los gallos”.

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