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26 de Octubre de 2021

Franjamente

En la franja que debutó este viernes 22 de octubre y que veremos repetida al almuerzo y comida, hasta el 18 de noviembre, desfilarán estos mensajes visuales y musicales, hechos con más o menos recursos.

Por Ximena Torres Cautivo
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Ximena Torres Cautivo

Ximena Torres Cautivo es Periodista y escritora

Las franjas electorales, tal como “las palomas” callejeras, que suelen terminar con los rostros de los candidatos tuertos, mutilados, rayados, hechos bolsa, me parecen un desperdicio flagrante. Un obsceno gasto de plata, energía y lugares comunes que debería destinarse a un mejor fin. Una de las manifestaciones más evidentes de lo que Guy Debord en su ensayo “La sociedad del espectáculo” (1967) describe como la noción sociopolítica del espectáculo, donde el gran agente de difusión son los medios de comunicación masivos, básicamente la televisión. Las personas ya no viven realidades sino representaciones de la misma.

En la franja que debutó este viernes 22 de octubre y que veremos repetida al almuerzo y comida, hasta el 18 de noviembre, desfilarán estos mensajes visuales y musicales, hechos con más o menos recursos. Algunos son preciosas piezas visuales –publicidad de branding o marca– y otros simples promociones de ofertones del tipo ¡bajó el huachalomo! De acuerdo al presupuesto, los 7 pingos en carrera se han inclinado por uno u otro.

Veamos: 

Artés, el que abrió la muestra, lo hizo con su propio general Baquedano vandalizado, el “compañero Allende”, en su caso, en una pieza muy de la Unidad Popular, que luego transita hacia el testimonio con una carismática mujer. El segundo día, se traslada al Centro de Justicia a pedir la liberación de los presos políticos de la revuelta  y los del Wallmapu, y recurre de nuevo a una mujer que votará por él. Luego se pone más odiosito y en una animación de trazo infantil encara por “sus vueltas de carnero” al candidato del árbol, a Gabriel Boric. El segundo día alude a Kast con tres K, las del Ku Klux Klan.

Boric, por su parte, se la juega con una pieza visual estética, inspiradora, ahora con un árbol nortino. Un algarrobo o un tamarugo, no sé. Quizás él sepa, aunque no debe saber cuántos suman. Al día siguiente, hace un encantador video que parece de la fundación Artesanías de Chile. Lindas imágenes, con la cúpula estrellada del límpido cielo nortino. Representaciones: descentralización y ciencia y diversidad. Spot de alta gama, puro y duro.

Marco Enríquez-Ominami no gasta mucho; para qué, si sabe que no ganará. Se conforma con hablar con su voz de tono adenoidal en un plano frontal y otro de medio perfil. No tiene extras ni despliegues en terreno. Se nota pobreza… o ahorro.

Yasna se las manda. Opta por la Canción Nacional, tan denostada por “los octubristas”, cantada a capela por un joven con cara de pena/rabia, para recordar a los muertos por COVID-19. Al día siguiente, la candidata se pasea por el desierto florido llamando al reencuentro. Y luego deja el lenguaje de spot posicionando su marca, para ir a la promoción concreta: su fondo de banda ancha universal. Avanza, acercándose al centro, de lo general a lo particular, con ritmo de cumbia y dejo de diablada.

Kast asegura mirar a los ojos, pero mira para el lado. El “torpedo” junto al lente de la cámara es lo peor del primer día de su franja. El segundo es más concreto. Va a hacer lo que este gobierno no hizo, dice: ponerse del lado de las víctimas y no de los victimarios. El testimonio de Ana María Martínez, viuda tras un atentado en Tirúa, es crudo y emocionante; él, asegura, le dará respuestas.

Sichel está maceteado, tirando para gordo, lo que revela que la caída en las encuestas no lo estresa… o que sí, que se lo está comiendo todo. Quién sabe. Su spot es él. Y luego están sus zapatos, carreteados, de caminante de muchos caminos, de muchas vueltas en un spot donde también hay lucas. Es branding, en términos publicitarios. Pero en el día 2, va a la oferta concreta: es el candidato de las Pymes. “Se puede”, insiste. Es un tránsito similar al de Yasna, de lo general a lo particular, y por el centro.

“Vota inteligente”, dice Parisi desde el exilio, con un ojo que se le tiende a cerrar. Llama la atención. Por el ojo y sobre todo por su batería de ofertones populistas. Saca cuentas. Baja sueldos escandalosos, de “alta gama”, los llama: los de los congresistas, el del presidente del Banco Estado, y distribuye el ahorro en un aumento sustantivo de las pensiones básicas solidarias. Ahí aparecen aplausos. Efectivo. Lo suyo es pura promoción del tipo ¡llame ya! Sólo falta que aparezca el número de teléfono para anotarse con la oferta. Aunque si pone el teléfono, en una de esas lo ubican y debe pagar lo que debe a sus hijos. 

Mario Vargas Llosa toma parte de las reflexiones de Guy Debord y escribe en 2012 “La Civilización del Espectáculo”. Ahí lamenta que hoy actores, cantantes y productos televisivos, como el economista Parisi o MEO, el candidato persistente, lleguen a tener relevancia más que por sus aptitudes por su presencia mediática, desplazando al intelectual, al que piensa y reflexiona, que hoy no pincha ni corta. De casos más evidentes está lleno nuestro actual parlamento; para qué nombrarlos. Y sostiene que “la ínfima vigencia que tiene el pensamiento en la civilización del espectáculo y la primacía de las imágenes sobre las ideas”, nos encuentran como estamos. Viendo una franja, donde con parques eólicos, llamas y caballos, desiertos floridos y fiordos australes, banderas flameando en time lapse, nos venden la pomada, sin argumentos. Sin ideas. Con un predominio de la imagen y el sonido sobre la palabra, donde la vida no se vive, sino que se representa, donde el consumidor real se convierte en consumidor de ilusiones. Franjamente…

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