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31 de Enero de 2022

Buscando una casa presidencial en el árbol

Gabriel Boric, tan amante de los gestos y de los símbolos, podría hacer una manifestación de empatía con los ciudadanos que llevan más de dos años viendo desmoronarse el entorno y la vida cotidiana en lo que antes conocíamos como Plaza Italia, e instalarse con Irina, devenida en Primera Dama, a vivir en ese punto. 

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El último piso del otrora cotizado edificio de los antiguos Establecimientos Oriente, tan hípster y ad hoc al estilo de la pareja, no cumple con los requisitos. AGENCIA UNO/ARCHIVO
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La empatía, tan aludida y necesaria en estos tiempos, es “la participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona”. Ponerse en el pellejo y en el corazón del otro, es la base de la vida social. 

El empresario Carlos Siri, dueño de la sufrida Fuente Alemana, entrañable cocina donde en tiempos menos agitados y pandémicos, uno se organizaba para ir a degustar los desbordados lomos completos o simplemente con palta, fue cobardemente golpeado por un grupo de unos ocho delincuentes. Esos que alguna la prensa llama respetuosamente “manifestantes”, aludiendo a su derecho a joderle la vida a otros, aunque estén encapuchados; anden vandalizando el espacio público; cargados con los ingredientes necesarios para lanzar sus cócteles favoritos, las Molotov; aterrorizando a los vecinos y entorpeciendo el normal devenir de la ciudad, cada viernes por la tarde, de manera casi religiosa, en torno a la cada vez más degradada “Plaza Dignidad”, según su nueva nomenclatura. 

Carlos Siri, con las huellas del apaleo recibido, contó que este viernes había intentado proteger a un joven que arrancaba de los encapuchados en una actitud no sólo empática, sino civilizada y ciudadana, y eso desató la furia de los enajenados “manifestantes” (que ya estaban furiosos de antes). La persona atacada por la horda logró huir, pero su defensor fue cobardemente golpeado por sus perseguidores en una actitud que sin duda desconoce la empatía. “Me llegaron combos, patadas y palos”, reveló.

Gabriel Boric, el presidente electo, tan amante de los gestos y de los símbolos, podría hacer una manifestación de empatía con los ciudadanos que llevan más de dos años viendo desmoronarse el entorno y la vida cotidiana en lo que antes conocíamos como Plaza Italia, donde se ubica la Fuente Alemana que ahora también tiene otro nombre, e instalarse con Irina, devenida en Primera Dama de la Nación, a vivir en ese punto. 

Aunque hoy vive no tan lejos de ahí: en el Parque Forestal, donde una vez fue agredido por quienes lo acusaban de “amarillo” y hasta le tiraron agua y le dieron unos chirlos en la cabeza, ahora anda buscando residencia en San Miguel, la comuna de “Los Prisioneros”, donde los jóvenes excluidos del sistema pateaban piedras en los 80. Pero díganme si no sería mucho más potente simbólicamente que se instalara donde hoy no se patean piedras, sino que se tiran… y adoquines y trozos de mobiliario urbano y bombas incendiarias y lo que se tenga a mano. Ahí la pareja quedaría instalada donde las papas queman, todos los viernes del año. 

Claro, no es fácil encontrar el habitáculo perfecto en la zona. Entiendo que los departamentos no califican en materia de seguridad para albergar a un primer mandatario y su familia. Hay que tener espacio para los miembros de la guardia, entradas y salidas que permitan arrancar en caso de emergencia, y no hay que perturbar a los vecinos. Es importante ser considerado con la comunidad. 

El último piso del otrora cotizado edificio de los antiguos Establecimientos Oriente, con sus parquets auténticos, su vista al cerro San Cristóbal y a la Alameda, sus baños de baldosas y tinas enormes, tan hípster y ad hoc al estilo de la pareja, no cumple con los requisitos. Lo cierto es que no hay por el sector ninguna casa en el árbol amplia y adecuada para los Boric. Tampoco sirve lo que hay por la calle Lastarria, orlada de edificios, donde los empresarios gastronómicos están todos arruinados o en camino de estarlo. En una de esas podrían arrendar el Berri, bar precioso y único, que pese a todos los esfuerzos de sus dueños, tampoco logró sobrevivir a la furia del prolongado estallido. Y ni hablar de Bellavista, donde pacíficos vecinos, andan a diario con la mecha a punto de explotar, contaminados con la furia insensata que les impide tener un fin de semana tranquilo.  

Sería re potente que, Gabriel e Irina, se fueran a vivir al meollo del conflicto. Sería empático. Un tremendo símbolo. Y un gol si en una de esas su venerada presencia ahí, aplaca a los “manifestantes”  y los vecinos logran recuperar la paz perdida.     
 

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