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Operación Tun Tun: banalización de la represión

el problema hoy va más allá de la autoproclamación de Maduro negando una verdad que todos conocen. Es también la forma brutal en que intenta imponer el terror para subyugar a su pueblo, con el solo fin de mantenerse en el poder. 

venezuela operación tun tun
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A diez días de la elección presidencial en Venezuela, se agudiza la represión del gobierno contra dirigentes opositores, manifestantes y apoderados de la oposición que no aceptan la autoproclamación de Nicolás Maduro pese a toda la evidencia en contrario. Justamente hoy, una declaraciones de observadores del Centro Carter aceptados por el régimen, dio un paso más, señalando que Edmundo González ganó en proporción de tres a uno. 

A pesar de no reconocerlo, Maduro y su régimen saben que el pueblo no les votó y que ya no los quieren.  Por eso, para defender lo indefendible, han optado por ser temidos. De allí que no se hayan limitado en insultos, intimidaciones y descalificaciones usando un lenguaje violento y vulgar.

Ya antes de la elección, Maduro había anunciado que ganaría “por las buenas o por las malas” (ahora lo niega) y que, de no tener una victoria, correría “un baño de sangre”. El problema es que pasaron de los dichos a los hechos y están cumpliendo sus amenazas. Acusando un golpe de estado “ciber fascista”, Diosdado Cabello señaló: “Ganamos y punto. Aquí no vamos a mostrar actas, ni vamos a permitir auditorías, se los dije, nunca vamos a entregar el poder”.  Y, anunciando la persecución que se venía, amenazó a los líderes de la oposición (a quienes nombró por sus apellidos), advirtiéndoles que no habrá perdones. “Los vamos a joder”- repitió con saña.  

La represión ha tomado el nombre de Operación Tun Tun.  Usando la letra de un villancico popular que dice: “Tun tun, quién es? Gente de paz.”., el propio Maduro le dio un nuevo significado: “El que se coma la luz (el que se pase) …Tun tun. No seas llorón, vas pa’ Tocorón (una cárcel)”.

Esta vez, han ido contra jóvenes de sectores populares tradicionalmente chavistas, realizando arrestos masivos y selectivos, secuestros que han tenido amplia difusión en las redes sociales, consignándose ya 24 muertos y más 2 mil detenidos , entre ellos, al menos un centenar de adolescentes. La mayor parte del comando del candidato presidencial opositor ya estaba asilado o detenido desde antes de la elección.

Voceros del gobierno han alardeado de detenidos que supuestamente “se desdicen” o se arrepienten de haber cuestionado el triunfo de Maduro. Hay evidencias de que los detenidos están siendo torturados. Anuncian además la construcción de cárceles para “rehabilitar” a los presos, al más puro estilo estalinista  y años de prisión para quienes desconozcan el supuesto triunfo oficialista. La guardia nacional bolivariana, policías y los llamados colectivos de civiles armados siguen arrestando personas, mientras la Fiscalía ha iniciado una investigación penal contra la líder opositora María Corina Machado y el candidato presidencial Edmundo González que, ante la persecución, han debido protegerse. 

Si se prolongan la represión y las violaciones a los derechos humanos, Venezuela no tendrá nada que lo diferencie de las peores dictaduras latinoamericanas. Por eso el problema hoy va más allá de la autoproclamación de Maduro negando una verdad que todos conocen. Es también la forma brutal en que intenta imponer el terror para subyugar a su pueblo, con el solo fin de mantenerse en el poder.  Esto no es una cuestión de izquierdas o derechas. Tampoco se trata de una batalla ideológica.  Lo que está en juego es el respeto a la dignidad humana.

 Sean bienvenidos los intentos de negociación para una transición pacífica. Pero ésta no puede partir sino desde el respeto irrestricto a los derechos humanos y a la verdad. Mientras más  se alargue el tiempo para una solución,  Maduro lo aprovechará para terminar minando la voluntad del pueblo venezolano, imponiendo por la fuerza la mentira y estableciendo una dictadura.

Las democracias del mundo tienen una gran responsabilidad. Esta es una causa que trasciende a Venezuela , no solo por los efectos de la diáspora más masiva de los últimos tiempos, sino porque no es aceptable la imposición de una nueva dictadura en América Latina con su secuela de conculcación de derechos fundamentales y aumento de la miseria . No se construye paz con violencia, ni se construye  unidad con imposición de unos sobre otros. En el polarizado mundo de hoy, la democracia necesita triunfos y demostrar que se puede superar una crisis profunda como la que viven nuestros hermanos venezolanos, respetando la soberanía popular,  reconstruyendo las instituciones y la vida cívica, con coraje, prudencia y sin revanchismos. 

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