Mi abuela Luz nació en 1912. Murió a los 99. Temprano. Teniendo yo unos 18, calculo, me contó que recordaba que en su infancia o juventud aún persistía la horrible cuña divisoria de la Guerra Civil del ’91. Había familias Balmacedistas y Antibalmacedistas.
Son 35 o 36 años los que han pasado desde que en 1990 recuperamos la democracia, y lamento constatar lo poco que hemos cambiado como sociedad.
Con independencia de lo que ocurrió en las primarias y el aplastante triunfo de Jeannette Jara, resulta particularmente interesante ver la conducta del Socialismo Democrático, porque la derecha(s) tiene clara su milonga de desencuentros y sus candidatos que suben y bajan en las encuestas. Al final se juntarán o competirán en segunda vuelta.
Los concertacionistas en cambio, y pido perdón si alguien se siente agraviado sólo por usar el término, tendrán alguna vez que sentarse a resolver su caldo de cabeza.
Del estupendo y recién estrenado libro de Daniel Mansuy sobre el Frente Amplio, Los inocentes al poder, me quedaron resonando más las reflexiones sobre la centroizquierda que las de los esclarecidos muchachos del Podemos chileno. Y no porque Mansuy no haga un buen análisis del FA, sino por el desnudo tan brutal que hace del ya largo declive socialdemócrata, que más que carencia de ideas, no tiene representantes con coraje para darle consistencia al decir y hacer, y a su propia historia.
Los socialistas chilenos a fines de los 70s y en los 80s dieron cátedra de honestidad intelectual: no sé si hay otro grupo que haya hecho un ejercicio de autocrítica y renovación como ellos tras el fracaso de la UP, y en las condiciones de persecución y exilio que vivían. Sin él, no hubiéramos tenido los 30 años. Ups, perdón!
La paradoja es que muchos de los protagonistas rebobinan de la mano de la emoción, apartan la razón y se dejan llevar a ideas superadas por ellos mismos. Izquierdismo senil -le llamó un lúcido intelectual que se niega a desandar camino porque no siente vergüenza ni de haberse renovado ni de haber crecido con igualdad en los 90s y los 2000.
Ya asistimos a las exequias de liberales, conservadores, radicales, demócratacristianos, nacionales ¿Por qué continúa el suicidio socialdemócrata? Me niego a pensar que sólo por mantener la peguita.
La idea rectora del libro de Mansuy, en mi cabeza al menos, es la sumisión. La acción patética de líderes que abdican de casi todo por agradar. Esa moda absurda, espero ya superada por la evidencia de los efectos, de ser amigo de los hijos. Los concertacionistas de ayer comprándole todo y de manera acrítica a los jóvenes universitarios movilizados en 2011 es la imagen del papá que piscolea con los amigos buscando aprobación.
Ese mismo intelectual lúcido se sigue autopercibiendo de izquierda, más amplia sí que en su juventud, y sin pudor reconoce que, si es necesario aportar ideas en campañas de otro sector, “lo haría”. No se siente traidor ni se ha vuelto facho. Es viejo y es libre.
Vuelvo a la historia de mi abuela Luz y esa imposibilidad de superar las categorías del pasado, aunque ya estén superadas. Aquí corre para izquierdas y derechas actualmente: seguimos atrapados en el Golpe o en el SI y el NO, por mucho que se haya escrito tanto sobre el fin de la transición y esas vainas.
¿Quién no ha escuchado esa genialidad de yo jamás votaría por…. Seguimos atrapados en los sentimientos y las legítimas emociones que nos generan esos hitos, pero como en la muerte lenta del crustáceo que adormece en la olla conforme sube la temperatura del agua, Chile gambetea la mediocridad teniendo todo para brillar desde los acuerdos.