Luis Eduardo Escobar es un economista serio, con credenciales académicas y experiencia internacional. Razonable, dicen incluso en el mundo técnico y empresarial. Pero no es del equipo titular. Su nombre suena más bien al de un plan B: alguien con oficio técnico, pero poco conocido en el mercado financiero y que genera más preguntas que certezas sobre su capacidad de liderar la agenda de un eventual gobierno de Jeannette Jara.
Partamos por el contexto: varios economistas de peso le dijeron derechamente que no a la abanderada del PC. Otros, más sutiles, avisaron que no estarían disponibles. En ese escenario, Escobar apareció como la carta posible, no la primera prioridad.
Su biografía es sólida: ingeniero comercial de la U. de Chile, magíster en Economía en la Universidad de Maryland, con más de veinte años en el Fondo Monetario Internacional, experiencia en programas de asistencia a países en crisis y pasos por el gobierno de Ricardo Lagos y el primer mandato de Michelle Bachelet. Luego, su propia consultora económica y financiera.
Su trayectoria es la de un economista con bagaje técnico y sensibilidad por el desarrollo productivo. Pero hay matices que inquietan al mundo económico: nunca ha sido un adalid de la contención fiscal. Su impulso natural ha estado del lado del gasto público. En 2017, incluso cuestionó a Mario Marcel por advertir sobre el aumento del gasto proyectado para 2018.
A esto se suma que Escobar, alguna vez, “cruzó la vereda” con su apoyo a la aventura presidencial de Marco Enríquez-Ominami. Y luego trabajó con Alejandro Guillier, dos campañas que terminaron en derrotas claras y que, para algunos, hablan de su falta de olfato político.
El equipo que lo rodea tampoco disipa dudas: figuras de peso histórico pero retiradas de la primera línea, como Osvaldo Rosales; jóvenes con poca experiencia macroeconómica, como el comunista Nicolás Bohme o Sebastián García, quien se encuentra en el extranjero realizando un postgrado; y nombres con trayectoria académica y de nicho, como Andrea Betancour, quien trabajó de la mano del ex ministro de Hacienda Alberto Arenas. Un grupo que varios califican como “equipo B”, con más pasado que futuro.
El ruido aumenta cuando se cruza con el programa de Jara: el compromiso de un salario vital de $750 mil y una lógica redistributiva enfocada en el empleo, en la línea de la política salarial de Salvador Allende, como advirtió Sebastián Edwards. En el mundo económico esa idea se lee como la receta que no hay que seguir: más gasto, con bajo crecimiento y alta conflictividad social.
El Gualo, como le dicen sus cercanos, es un economista con historia y oficio técnico, pero llega con un equipo desigual y un desafío mayor: demostrar que puede generar confianza transversal y evitar que el PC marque la pauta económica. Esa es la gran duda: que tenga la suficiente muñeca política para poner límites cuando sea necesario.