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Día Internacional de Conmemoración de las Víctimas de Actos de Violencia Basados en la Religión o las Creencias

Como ciudadanos chilenos, es nuestro deber actuar y unirnos a las voces que defienden la libertad de conciencia como un derecho irrenunciable. No podemos esperar a que nuevas vidas sean arrebatadas, como la de Daniel Zamudio, para crear leyes o comprender la urgencia de actuar ya.

Cada 22 de agosto, el mundo recuerda a quienes han sido perseguidos, discriminados o asesinados simplemente por profesar una fe. Esta conmemoración nos invita a reflexionar sobre la intolerancia, el fanatismo y la violencia que aún hoy se ejercen contra millones de personas por su religión o creencias.
Como Comunidad Judía de Chile, no podemos permanecer indiferentes. La historia del pueblo judío está marcada por siglos de persecuciones, desde los pogromos en Europa, la inquisición española, la expulsión de comunidades enteras y, en su punto más devastador, el Holocausto, donde seis millones de judíos fueron exterminados bajo un régimen que transformó el odio religioso y racial en política de Estado. Esa memoria nos obliga a mantenernos vigilantes y a alzar la voz frente a cualquier manifestación de discriminación hacia cualquier grupo o minoría.

Hoy, lamentablemente, la intolerancia sigue más presente que nunca. Vemos cómo comunidades enteras, ya sean judías, cristianas, o de otras creencias, sufren persecuciones, cancelaciones y agresiones en distintas partes del mundo. El antisemitismo, en particular, ha resurgido con fuerza en numerosos países, Chile siendo unos con los índices más altos de América Latina, lo que claramente no es un orgullo para nuestro país.

Recordar año a año las víctimas de la violencia basada en la fe, significa comprometernos activamente en la construcción de sociedades donde la diversidad religiosa sea respetada como un valor esencial de una democracia sana. La libertad de culto no es un privilegio: es un derecho humano fundamental.

Chile, como país laico, tiene el deber de robustecer su legislación en materia de no discriminación. La Ley Nº 20.609, conocida como Ley Zamudio, si bien representa un avance, evidencia vacíos sustanciales que la vuelven menos eficaz de lo que el país hoy en día requiere con urgencia. Su contenido no cubre ni anticipa adecuadamente las distintas formas de la discriminación, ni aborda las condiciones previas que muchas veces son la antesala de los actos discriminatorios, como por ejemplo, los discursos de odio. En la práctica, no protege a quien debería.

Como ciudadanos chilenos, es nuestro deber actuar y unirnos a las voces que defienden la libertad de conciencia como un derecho irrenunciable. No podemos esperar a que nuevas vidas sean arrebatadas, como la de Daniel Zamudio, para crear leyes o comprender la urgencia de actuar ya. Cada agresión, cada insulto, cada muerte por motivo de fe o de identidad es un fracaso colectivo. Juntos debemos evitar que las próximas generaciones tenga que cargar con el peso del odio que nosotros fuimos incapaces de erradicar.

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