El último ministro de Hacienda que fue, más tarde, Presidente de la República fue Jorge Alessandri Rodríguez, quien ejerció ese ministerio durante el mandato de Gabriel González Videla, entre 1947 y 1950. Antes que él, sólo su padre, Arturo Alessandri, había sido ministro de Hacienda del Presidente Ramón Barros Luco, por algunos meses en 1913, y, luego, Presidente de Chile en dos periodos de 1920-1925 y 1932-1938.
De Alessandri Rodríguez, nunca un ex ministro de Hacienda ha sido elegido para dirigir los destinos de Chile. Varios han sonado como candidatos presidenciales, pero ninguno ha conseguido la aprobación ciudadana del cargo más relevante del país. Hernán Büchi, Alejandro Foxley, Andrés Velasco, Ignacio Briones, Nicolás Eyzaguirre; todos sonaban como potenciales candidatos a la presidencia. Sólo Büchi, Velasco y Briones sondearon en serio esa posibilidad, pero no tuvieron éxito en las urnas, a pesar de haber sido muy relevantes en su paso por Hacienda.
Hace poco se acaba de informar que el ministro de Hacienda, Mario Marcel, renunció a su cargo. Muy bien evaluado dentro y fuera del gobierno, se ha señalado que el despido del ex ministro de Agricultura, Esteban Valenzuela, pudo haber motivado su decisión.
Cualquiera hayan sido las causas de su renuncia, para el gobierno del presidente Boric es un golpe muy fuerte. En el ambiente crecientemente polarizado de la política chilena hoy, que probablemente el más respetado de todos sus ministros -de izquierda a derecha- de un paso al costado y abandone el gobierno no es baladí. Se habló por años de la reforma de pensiones y todos los caminos conducían a esperar, seguir discutiendo y nada de cambio real. Y, sin embargo, tenemos hoy una situación distinta, que ha hecho lo más difícil y lo más importante: dejar de hablar y aprobar una serie de cambios en una materia clave del país, como es su veterana pirámide poblacional, y los costos que ello significa.
Como dice la canción de Alberto Plaza: Pudo ser algo más que un proyecto, pudo ser…. Muchos veían a Marcel, esta vez, como un potencial candidato a romper esa magra estadística de ministro de Hacienda a Presidente. Su renuncia al gabinete es un oximorón. Rompe la lógica de que sea siempre la decisión presidencial la que decida a quien se invita al gabinete para gobernar al país. Lo inverso, renunciar al cargo, en este ministerio de poquísima proyección posterior, tiene un dejo de mensaje agotador: “No aguanto más, no quiero más, no doy más”.
Un lamento político más, hasta que la historia futura destruya la inercia electoral de un ex ministro de Hacienda.