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El descaro

Desde mucho antes de asumir el cargo e incluso luego ya como Presidente, Gabriel Boric nos ha acostumbrado a que con cierta frecuencia lo traicionen sus impulsos.

Desde mucho antes de asumir el cargo e incluso luego ya como Presidente, Gabriel Boric nos ha acostumbrado a que con cierta frecuencia lo traicionen sus impulsos.

Ha ocurrido en los más variados temas. Por ejemplo, al criticar duramente a los ex Presidentes de la Concertación, al validar la violencia como forma de manifestación social, al reivindicar el asesinato del ex senador Jaime Guzmán, al calificar a Temucuicui como territorio liberado, al amenazar al Presidente Piñera con perseguirlo internacionalmente, encarar a periodistas o asesores, ofender a Presidentes de otros países, cuestionar empresas, empresarios, a Carabineros y un muy larguísimo etcétera de excesos pocos dignos incluso para un dirigente universitario, un diputado y para qué decir de un Mandatario.

Todo indicaba que con su crítica al Banco Central por plantear en su último Informe de Política Monetaria que el aumento del salario mínimo y la reducción de la jornada laboral han influido en el alza del desempleo, estábamos en presencia de un nuevo exabrupto o una manifestación más de su relajo para abordar ciertos temas con la liviandad típica de los asados de fin de semana con los amigos o de una conversación en un grupo de WhatsApp en el que abundan los expertos en tincadas.

Claro, es cierto que el panel en que planteó su “discrepancia” con los expertos del Central está integrado por entrevistadoras afines al gobierno, por lo que en un comienzo se podría haber pensado que esa cercanía hizo que, producto del relajo y la comodidad, hablara a través de su inconsciente, sin entregar fundamentos, olvidándose, por enésima vez, de cuál es el cargo que “habita”.

Pero, y aquí está el problema, porque además de que Boric no retrocedió, vino una reacción en cadena por parte del Gobierno, para sumarse a este esfuerzo de tapar el sol con un dedo, que no hace otra cosa que reflejar que en La Moneda y entre sus afines más leales entraron en una fase de desparpajo y descaro total, en que todo da lo mismo, no importan los datos, los números, los fundamentos, la evidencia y menos el decoro.

Así las cosas, si para defender el “legado” hay que pegarle incluso al Banco Central, se le pega. Y no sólo el Presidente, sino que también la vocera Camila Vallejo, los ministros Grau, García y Boccardo e incluso la candidata presidencial oficialista y ex ministra del Trabajo, Jeannette Jara. Y si hay que amenazar con pedir una reunión para revisar cómo se llegó a las conclusiones que contradicen los deseos del gobierno, se hace.

No teníamos registro de algo así. En una norma no escrita, pero muy republicana, todos los gobiernos habían respetado la autonomía y el elevado conocimiento técnico del Central. Todos los gobiernos habían evitado pegarle al mensajero y, de hecho, habían buscado hacerse cargo del mensaje, corrigiendo lo errado y entendiendo que hay un fin superior, de Estado.

Esta vez, nada de eso. El aparato de gobierno y sus principales funcionarios, con el presidente en primera fila, nos quieren tratar de convencer de una realidad paralela, de un mundo en el que al parecer sólo ellos viven, en que todo es distinto. Da lo mismo que los números digan otra cosa, que la historia apunte a otra parte, el Frente Amplio y los suyos van a intentar vendernos ese país perfecto que ellos disfrutan.

Ya había hecho algo así el ministro de Seguridad Pública, Luis Cordero, que, en una sentida puesta en escena, nos quiso convencer de que el Chile “donde él vive” las estadísticas sobre delincuencia, inseguridad y delitos no dicen lo que dicen, que está todo bien.

Y ya había hecho algo similar el ex ministro Giorgio Jackson, que con una plasticidad argumentativa impresionante, digna solamente de quienes son capaces de afirmar que a los chilenos no nos afecta el alza del dólar porque pagamos en pesos o que se pueden duplicar las pensiones cotizando lo mismo, en una columna en La Tercera también quiso convencernos de que en el gobierno de Piñera se creció menos de lo que los porfiados números dicen y que en este gobierno, en comparación con el promedio del mundo, se va a crecer más de lo que los números dicen.

Ya sabemos, serán seis meses de mucho humo, retórica y puestas en escena. Seis meses de descaro.

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