La primera Bienal de Arquitectura en la capital de Dinamarca promete ser una invitación colectiva a repensar cómo habitamos, construimos y, sobre todo, cómo nos relacionamos con el tiempo.
La ciudad lleva una década construyendo un ecosistema cultural y urbano profundamente vinculado a la arquitectura. Lo que comenzó como un festival local en 2014, bajo el nombre de Copenhagen Architecture Festival (CAFx), evoluciona este 2025 hacia una bienal con vocación global. Un gesto simbólico, pero también estructural: más profundidad, menos velocidad, más reflexión. Lejos de las exhibiciones espectaculares o de las tendencias fugaces de muchas bienales en el mundo, plantea una ruptura necesaria con el vértigo moderno. Su propuesta es clara: mirar atrás, mirar adentro y mirar más despacio.
En ese sentido Slow Down no es un eslogan. Es un manifiesto. En un mundo afectado por la llamada Gran Aceleración -esa era de crecimiento exponencial del consumo energético, la producción de residuos y la urbanización salvaje- la bienal propone una Gran Desaceleración, una arquitectura capaz de durar, reparar, reutilizar, escuchar y reducir su huella. El epicentro serán dos pabellones públicos y gratuitos, que encarnan de forma tangible este nuevo ritmo:
–Barn Again, diseñado por Tom Svilans junto a THISS Studio, recupera la madera de un viejo granero noruego para construir una estructura completamente nueva. Artesanía tradicional y tecnología digital se entrelazan para dar lugar a un espacio que parece decirnos que lo viejo aún respira y lo antiguo puede ser futuro.
–En el otro extremo conceptual, Inside Out, Downside Up—del estudio Slaatto Morsbøl—se presenta como una experiencia táctil y sensorial. Hecho de tubos de ventilación, ladrillos perforados, cañas y madera reciclada, este pabellón invita no solo a contemplar, sino a sentir la arquitectura. Como si cada elemento constructivo hablara en voz baja de todo aquello que el ruido de la velocidad suele acallar.
Ambos proyectos nacen del trabajo colaborativo interdisciplinar entre arquitectos, diseñadores, instituciones y expertos en sostenibilidad, y son ejemplos palpables de una arquitectura circular, regenerativa y cero residuos.
Pensar en otros tiempos
Pero la bienal no se limita a sus estructuras. Su programación abarca más de 150 actividades que invitan a explorar la lentitud desde múltiples disciplinas: cine, charlas, debates, instalaciones, recorridos urbanos y performances. Entre los puntos destacados se encuentra la exposición colectiva desplegada en Halmtorvet 27 y también en el Form/Design Center de Malmö. Allí, artistas, urbanistas y arquitectos proponen nuevas formas de habitar el tiempo: desde lo vegetal hasta lo geológico, desde lo íntimo hasta lo especulativo.
También destaca el ciclo de conferencias Assemble!, donde voces como Kate Orff, Indy Johar o Anders Lendager reflexionarán sobre cómo transformar leyes, prácticas y materiales para que la arquitectura deje de estar al servicio del mercado y vuelva a estar al servicio de la vida. El cine tendrá su espacio con una
programación que incluye estrenos y clásicos contemporáneos de renombrados arquitectos como Rem Koolhaas, Kengo Kuma y Wang Shu. No se trata solo de proyectar películas, sino de ampliar la mirada: del plano al paisaje, del objeto al planeta.
Estas preguntas flotan en el aire como una niebla nórdica. ¿Puede la arquitectura enseñarnos a desacelerar? ¿A construir sin destruir? ¿A habitar sin consumir? ¿A pensar sin prisa? La respuesta, quizás, no esté en los edificios ni en los planos, sino en la actitud con la que los habitamos. La Bienal de Copenhague 2025 no ofrece soluciones inmediatas ni manifiestos grandilocuentes. En cambio, propone algo más difícil y más valiente: un cambio de ritmo. Tal vez en ese gesto lento y colectivo esté el germen de un futuro más humano.
Un eco desde el sur
En este llamado a la lentitud también resuena una inquietud cercana. En Chile, las ciudades crecen tensionadas entre la planificación y la urgencia. Aquí, donde las crisis climáticas, sociales y habitacionales parecen exigir respuestas inmediatas, el mensaje de Slow Down suena contracultural… pero muy necesario.
Para recordar que el tiempo de la tierra —el tiempo del viento, de la luz natural, de los oficios que crecen como las raíces— puede todavía guiarnos hacia ciudades más justas, más lentas, más vivas. Como escribió alguna vez Gabriela Mistral, “el ritmo lento es del alma; lo urgente es del mundo”. Quizás la arquitectura, también en Chile, deba recuperar ese ritmo pausado, consciente, hecho no solo para durar, sino para cuidar