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Avanzar en inclusión universitaria

La inclusión en la educación superior se debe abordar en forma multidimensional e integrada ya que exige transformar las estructuras, las prácticas y la cultura de cada institución universitaria.

Una universidad más inclusiva y diversa es una mejor institución, ya que reúne a estudiantes de diferentes sectores y condiciones que van a enriquecer a la comunidad universitaria. Esto es de especial importancia si se refiere a universidades católicas ya que está en nuestra misión ir al encuentro de todos quienes quieran realizar el mejor esfuerzo para participar de un proyecto educativo al servicio del país.

Es crucial que las universidades avancen en ampliar oportunidades y en disminuir barreras de acceso, para facilitar la participación plena y en condiciones de equidad de todos los miembros de la comunidad universitaria, destacando la riqueza de la inclusión, diversidad y equidad como valores fundantes de nuestro quehacer institucional.

El sistema educativo es uno de los principales factores de movilidad social, sin embargo, también puede hacer que se mantengan las brechas existentes. Así, la invitación a los y las estudiantes no es solo a la admisión a la universidad, sino al egreso y a una titulación oportuna, para lo que se requiere un trabajo y esfuerzo conjunto, entre el estudiante, su apoyo familiar y el respaldo de la universidad. Se requiere generar un amplio consenso cultural en las comunidades universitarias, que contribuya a reconocer y valorar la inclusión como una manera de avanzar hacia una sociedad más justa, cohesionada y abierta al diálogo, donde cada integrante de la comunidad aporte a la construcción de un futuro común.

Sin embargo, el acceso y la permanencia en las universidades no siempre se produce en condiciones de equidad. La dimensión económica es una de las barreras más determinantes en la trayectoria universitaria. Los costos de matrícula, materiales, transporte, manutención y vivienda constituyen factores que limitan significativamente las posibilidades de los sectores más vulnerables. La masificación de la educación superior en las últimas décadas ha incrementado el número de estudiantes matriculados, pero no siempre bajo condiciones de equidad. Esto refleja una profunda brecha socioeconómica que se traduce en desigualdades de oportunidades para los estudiantes en nuestro país y en la mayoría de los estudiantes de la región.

Por su parte, la inclusión de estudiantes con discapacidad en la universidad se consigna en la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (ONU, 2006). Las necesidades educativas especiales de estos estudiantes pueden ser motoras, sensoriales, neurocognitivas, entre otras condiciones. Sin embargo, la realidad muestra que persisten múltiples barreras, dentro de las que se incluyen las arquitectónicas, tecnológicas, pedagógicas y también actitudinales en la comunidad universitaria. Se destaca que la falta de accesibilidad en los campus, la escasa formación docente en educación inclusiva y la ausencia de ajustes académicos dificultan la participación plena de estos estudiantes. Es así como la inclusión de estudiantes con diferentes grados de discapacidad debe ser vista como una responsabilidad ética y social de la universidad.

El abordaje de la inclusión de la interculturalidad, es decir la inclusión de los pueblos originarios y de la población migrante, no se limita a permitir el acceso de estudiantes de diversos orígenes y etnias, sino a la implementación de medidas que incluyan nuevas metodologías docentes y prácticas institucionales que permitan ofrecer un adecuado refuerzo y apoyo académico para lograr el avance de los estudiantes.

Hay muchos desafíos por superar, ya que la exclusión cultural sigue reproduciéndose tanto en los planes de estudio, como en la representación académica y en las oportunidades de inserción laboral de los graduados.

Todas las características previamente descritas, requieren de atención, cuidado y una priorización al interior del proyecto educativo de una institución. Así, podemos reafirmar que una universidad es más inclusiva y acogedora en la medida que se hace cargo de la diversidad de sus estudiantes, de manera amplia y completa, de forma de poder asegurar el aprendizaje de todos, con una atención y preocupación personalizada. Esta diversidad es un gran desafío que enriquece el proceso de enseñanza-aprendizaje y mejora por tanto la calidad del proyecto educativo de cada institución.

Por lo descrito, se requiere revisitar el tema, incluirlo en la agenda universitaria de manera permanente, con el objeto de fortalecer los mecanismos de apoyo a los estudiantes, de modo de generar mejores condiciones para la adquisición de las competencias necesarias que les permitan permanecer y avanzar académicamente en las instituciones de educación superior del país. En una propuesta de este tipo, es importante recordar que la invitación a los estudiantes y sus familias debe ser al ingreso, a una progresión académica y titulación oportuna, lo que se debe realizar a través de un trabajo realizado en conjunto.

En suma, la inclusión en la educación superior se debe abordar en forma multidimensional e integrada ya que exige transformar las estructuras, las prácticas y la cultura de cada institución universitaria. Una comunidad universitaria más diversa enriquece y potencia el proyecto educativo de la institución. Las universidades se enriquecen al implementar políticas de inclusión, y de esta manera las Universidades Católicas podemos avanzar en equidad con mayor calidad, lo que va en la dirección de una sociedad más justa e integrada al servicio de las personas y del país.

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