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La importancia de mantener la ambición climática del país

Aunque esta NDC es una hoja de ruta a 10 años, es importante que el gobierno que llegue a tomar la posta en 2026 se comprometa no sólo a implementar a cabalidad este instrumento, sino también a mejorar y optimizar esta ambición declarada.

Entre el 10 y 21 de noviembre se llevará a cabo la 30ª Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (más conocida como COP30) en la ciudad de Belém do Pará, el corazón de la Amazonía brasileña, una cumbre que será decisiva para la acción climática mundial y la discusión de medidas efectivas para mitigar los impactos de esta crisis en la actualidad.

El encuentro, que reunirá a 198 países en torno a la negociación climática, genera una alta expectativa, no sólo por realizarse en un país del sur global -lo que implica que la agenda y las demandas de los países del hemisferio austral lograrán instalarse con más claridad en el debate-, sino también por que las discusiones se centrarán en múltiples temas, principalmente en la mitigación de emisiones, la adaptación, la transición justa y el financiamiento climático para la implementación de lo acordado.

Uno de los puntos más llamativos de esta COP, es que representará un punto de inflexión para analizar la ambición global en materia de acción climática, algo que se podrá medir en la presentación de las distintas actualizaciones de las contribuciones nacionales determinadas (NDCs, por sus siglas en inglés), que darán cuenta de cómo los distintos países pretenden dar cumplimiento al Acuerdo de París y a la meta de mantener la temperatura global media bajo 1,5°C, preferiblemente, con respecto a la época pre industrial.

Y aunque la NDC de Chile es ciertamente perfectible y cuenta con algunos asuntos que debieran revisarse y ser mejorados, lo cierto es que es uno de los documentos más completos de los que se tiene conocimiento, graficando muy bien el compromiso con esta materia del país y con un importante componente ciudadano, luego de emplear procesos de participación para su redacción final.

La NDC chilena -que se publicó el pasado 5 de septiembre- es la tercera presentada por Chile: la primera se publicó poco después de ratificado el Acuerdo de París, y en 2020 presentó una actualización del documento. Algo llamativo de la actualización de la NDC 2025 es que se desarrolló por primera vez bajo las directrices de la Ley Marco de Cambio Climático de 2022, que reconoce a las NDC como un instrumento de gestión del cambio climático. Dicha ley establece un procedimiento formal de actualización y define los contenidos mínimos que deben incluir estos compromisos nacionales.

Tanto el instrumento chileno como el elaborado por Colombia han sido destacados en el plano internacional, por combinar un buen nivel de ambición en materia climática, así como la expectativa de impactos significativos de las medidas propuestas. En el caso de la NDC 2025 chilena, ésta cuenta con tres pilares claves: el social de transición, que busca que la transición hacia la carbono neutralidad sea equitativa, inclusiva y con enfoque territorial y de género; el componente de mitigación, enfocado en reducir las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) y alcanzar la neutralidad de carbono a más tardar en 2050, y el componente de adaptación, que pretende fortalecer nuestra resiliencia frente a los impactos climáticos. Y en esto radica su robustez: refuerza la coherencia entre mitigación, adaptación y justicia social, tres pilares que deben ir de la mano en materia de acción climática.

Y aunque hay temas que deben ser resueltos y tomados en cuenta (como, por ejemplo, ser más concretos en lo relativo a la eliminación gradual de los combustibles fósiles, planes de cierre y reparación de las zonas de sacrificio del país, o entregar más claridad respecto de los costos y fuentes de financiamiento para la transición justa y remediación ambiental), es importante destacar que este instrumento presenta un compromiso claro del país para trabajar en materia climática y mitigar los efectos de la triple crisis planetaria en nuestro territorio.

Es de esperar que los demás países asistentes a esta cumbre climática sean capaces de presentar sus compromisos para los próximos años y que estos estén a la altura del desafío.

Y, a nivel local, aunque esta NDC es una hoja de ruta a 10 años, es importante que el gobierno que llegue a tomar la posta en 2026 se comprometa no sólo a implementar a cabalidad este instrumento, sino también a mejorar y optimizar esta ambición declarada. La crisis climática es también una crisis humanitaria, y por eso es urgente que todos los Estados asuman el compromiso de mitigar sus efectos y adaptar a las naciones para volverlas más resilientes a estos.

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