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Tenemos el desafío de enfrentar el invierno demográfico — y convertirlo en una oportunidad de innovación

En vez de lamentar la baja natalidad, Chile necesita rediseñar su productividad y dejar de pensar que él envejecimiento es una crisis. Japón recontrató a sus mayores de 65 años; Finlandia flexibilizó sus jornadas; Alemania creó redes de mentores senior que transfieren conocimiento técnico a jóvenes. El común denominador: entendieron que la edad no es un límite, sino un activo.

Chile vive un cambio estructural que, aunque silencioso, redefine su futuro: la caída sostenida de la natalidad y el envejecimiento de la población. En medio del debate político por las pensiones, el crecimiento y las reformas tributarias, se nos escapa que el verdadero punto de inflexión puede estar en la composición de nuestra fuerza laboral.

El próximo gobierno; sea del lado que sea; enfrentará una paradoja inédita: más experiencia que juventud. La pregunta no es cómo revertir el fenómeno, sino cómo transformarlo en una ventaja competitiva.

En vez de lamentar la baja natalidad, Chile necesita rediseñar su productividad y dejar de pensar que él envejecimiento es una crisis. Japón recontrató a sus mayores de 65 años; Finlandia flexibilizó sus jornadas; Alemania creó redes de mentores senior que transfieren conocimiento técnico a jóvenes. El común denominador: entendieron que la edad no es un límite, sino un activo.

En nuestro país, la conversación pública sigue anclada en la escasez: de nacimientos, de trabajadores, de cotizantes. Pero hay un recurso que ya está ahí y no estamos aprovechando: el talento +50, que concentra experiencia, resiliencia y criterio. No es un costo previsional, es capital intelectual.

Aprovecharlo requiere innovación institucional y empresarial. Significa diseñar políticas laborales más flexibles, programas de reeducación permanente, cultura organizacional diversa y liderazgo que valore los equipos multigeneracionales. También demanda empresas dispuestas a medir su productividad no solo en horas trabajadas, sino en conocimiento transferido.

En un contexto de transición política y económica, donde Chile busca una hoja de ruta para crecer y ser más productivos de forma sostenible, el invierno demográfico puede ser el motor de una nueva ola de innovación: una que mezcle tecnología con sabiduría, automatización con propósito y experiencia con curiosidad.

El desafío no es aumentar la natalidad: es no desperdiciar el talento que ya tenemos. Si lo hacemos bien, Chile no solo enfrentará su envejecimiento, sino que lo convertirá en su mayor fuente de futuro.

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