La derecha chilena se encuentra en un momento único. Basta analizar la última encuesta CEP.
Ante la interrogante sobre “¿cuáles son los tres problemas a los que debería dedicar el mayor esfuerzo en solucionar el gobierno?”, junto a delincuencia y la salud, aparece el empleo. Y al preguntar “¿usted cree que en el momento actual Chile está: progresando, estancado o en decadencia?”, saltamos del promedio histórico de un 17% de quienes creen que estamos “en decadencia” a un 32% bajo el gobierno de Boric. El doble de Bachelet II. Todo esto se traduce en la evaluación del gobierno. Ante la pregunta “independientemente de su posición política, ¿usted aprueba o desaprueba la forma cómo Gabriel Boric está conduciendo su gobierno?”, la desaprobación promedio es un 60%, solo comparable con la que tuvo Piñera cuando enfrentó el estallido y la pandemia. Y aquí viene lo interesante. Los que aprueban el gobierno de Boric se concentran en los jóvenes entre 18 y 29 años con educación superior. El perfil “Ñuñork” sigue vigente. No obstante, si comparamos los últimos resultados con la primera encuesta de este gobierno, el presidente ha perdido apoyo en el rango entre 30 y 44 años: los millenials le dieron la espalda.
La PDI, Carabineros y las FF.AA. vuelven a ser las tres instituciones en las que más confía la gente. Las redes sociales, que se alzaban con un 28% durante el estallido, bajaron a 13%. Las radios subieron de 29 a 43%, los diarios de 11 a 29% y las empresas privadas de 7 a 27%. Como se puede apreciar, vivimos otro escenario post Boric.
Ante la pregunta de si se clasifica como de derecha, centro o izquierda, hay comparaciones notables. En la encuesta de diciembre del 2019, en medio del estallido social, un 50% no sabía si era de derecha, centro o izquierda. Ese era el nivel de confusión política. Los promedios históricos son 36% de centro, 29% “no sabe o no contesta”, 20% izquierda y 16% derecha.
En la última encuesta, la derecha sube significativamente a un 24% de identificación, la cifra más alta en toda la serie. Es más, ante la pregunta de si en las elecciones parlamentarias votaría por alguien de derecha o izquierda, un 42% responde que lo haría por alguien de derecha y solo un 28% por un candidato de izquierda. Por si fuera poco, un 55% dice que no votará por alguien de izquierda y solo un 41% que no lo hará por un representante de derecha. Y en las presidenciales se repite este fenómeno: un 28% optaría por alguien de derecha y solo un 15% por alguien de izquierda. Ahora bien, todavía hay aproximadamente un 20% de los votantes que no decide su voto. Todo sigue volátil y, como bien advertía el gran David Hume, nadie puede saber lo que depara el futuro.
El otro resultado novedoso es que para estas elecciones hay mayor interés y preocupación por la política. La identificación con partidos políticos es la más alta desde el primer gobierno de Bachelet, alcanzando un 42%. El 85% declara que irá a votar. La mayoría dice que lee noticias y conversa con amigos y familiares sobre política. Y aunque esta efervescencia es habitual en períodos electorales, en esta contienda es más intensa. Pareciera que hay mucho más en juego.
Es probable que si la derecha se hubiera presentado unida a las parlamentarias y la presidencial, hubiera arrasado. Pero también es cierto que la derecha tradicional en Chile tiene esa sorprendente capacidad de pelearse cuando la victoria está en bandeja. Sofía Correa analiza este fenómeno en su libro Con las riendas del poder: La derecha chilena en el Siglo XX (2005). En los afanes por ganar el poder, las riendas suelen convertirse en huascas. Pese a todo, el ambiente sigue siendo auspicioso para el sector. Ahora solo queda esperar que las tres candidaturas made in Germany se unan en la carrera final rumbo a La Moneda. Para ello es útil recordar que, bajo ese gran árbol liberal, con todas sus ramas, follaje y sólidas raíces, emergieron las tres candidaturas: una conservadora, otra liberal clásica y una tercera, libertaria. Aunque difieren en cómo se entiende la libertad, el Estado o la religión, hay mucho más en común. Ese será el gran desafío a partir del 17 de noviembre