Secciones
Opinión

One

Chile no necesita ni un sheriff, tampoco un capitán general ni un comandante vestido de rojo. Solo un gobernante que en cuatro años sostenga la paz social, el progreso con estabilidad y con equidad y, muy especialmente, sostener el espíritu democrático que determina la libertad con responsabilidad. Un gobernante que profese la unión.

Una sociedad crispada es una sociedad insaciable en la que algunos malintencionados ansiosos intentan encontrar espacios de poder.

Las sobrepromesas que van desde una barrida violenta al “mal” hasta la fantasía ilusoria que todos los habitantes vivirán en un estado de bienestar, son parte de la teleserie electoral dónde se cruzan mentiras verdaderas, y dónde por raras percepciones, una parte habla desde el paraíso y la otra del infierno. Claro, el purgatorio no existe, como todo lo que se supone una transición desde el centro. Nada en el medio, sólo un lado y el otro.

Parte de esta histeria programada, tienen que ver con la relación entre la tecnología; la democracia; la libertad y la gente.

En tal sentido la distopía de Huxley, dónde la tecnología avanza al servicio de un mundo supuestamente libre sin libertades, parece ser posible casi 100 años después con el tecnoautoritarismo patriótico como bandera, que diseña una infraestructura de vigilancia, de coerción y de miedo.

Tal vez, esto sea un tránsito en el inicio de la era post democrática, dónde el el interés individual y el poder autocrático erosiona las instituciones y adormece el interés de la sociedad en torno a una sóla idea.
Es peligroso que una sociedad viva de una sola creencia.

Este país, Chile, no estuvo hecho porque sí…

Tuvo vaivenes, pobreza, desigualdad, violencia, estabilidad. Hoy es un país sostenible en un espacio de normalidad, sin brillos, pero sin instancias que planteen una catástrofe social, económica o política.
El país no se cae a pedazos, como le respondió en X Ignacio Briones a José Antonio.

El país no se cae a pedazos. El país vive la democracia y la pone en práctica, más allá de aquellos discursos que intentan confundir para sacar algún provecho de que todo tiempo pasado fue mejor.
Chile no necesita de neopinochetistas como tampoco de los extremos comunistas violentos. Tampoco un gobernante que lo saque de supuestas urgencias, ni que se acople a los caprichos ideológicos internacionales.

Chile es uno, con una identidad democrática que se viene construyendo con más luces que sombras en las últimas cuatro décadas.

Y quien lo gobierne debe ser un moderado, que no hable de combates, ni de cárceles, ni de instalar un orden que oculte límites a la libertad. Gobernar bien implica resolver los problemas a partir de una correcta gestión del Estado, asegurar la estabilidad y la convivencia pacífica, por lo que debe incluir a quienes piensan distinto y a aquellos que desde los extremos plantean resolver que nunca han resuelto.

Chile no necesita ni un sheriff, tampoco un capitán general ni un comandante vestido de rojo. Solo un gobernante que en cuatro años sostenga la paz social, el progreso con estabilidad y con equidad y, muy especialmente, sostener el espíritu democrático que determina la libertad con responsabilidad. Un gobernante que profese la unión.

Notas relacionadas







COP30: un balance

COP30: un balance

¿Hubo avances relevantes en la COP30 que tuvo lugar en Brasil? Gonzalo Muñoz, Champion COP 25 y referente en temas de sostenibilidad y acción climática, sostiene que sí. Acá desglosa su postura en diez puntos clave.

Gonzalo Munoz Abogabir
One

One

Chile no necesita ni un sheriff, tampoco un capitán general ni un comandante vestido de rojo. Solo un gobernante que en cuatro años sostenga la paz social, el progreso con estabilidad y con equidad y, muy especialmente, sostener el espíritu democrático que determina la libertad con responsabilidad. Un gobernante que profese la unión.

Foto del Columnista Guillermo Bilancio Guillermo Bilancio